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En Las Garras Del Mafioso Italiano

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Blurb

Leyla Yilmaz, ve destruido su día soñado cuando su reciente esposo, Kiran, durante la celebración de su boda, solicita públicamente la mano de Aylwin, la mejor amiga de Leyla.

Devastada y humillada, Leyla huye esa misma noche, cree estar a salvo con un hombre que ofrece a sacarla de ese lugar, pero resulta que, es el enemigo de su esposo, el mismo diablo en persona, y estará atrapada en sus garras, sin saber que ese hombre la hará estremecer hasta los cimientos más profundos de su alma.

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La noche más amarga.
Miro con profunda indignación y dolor a mi reciente esposo, quien se encuentra arrodillado ante otra mujer en un gesto que destroza mi corazón y hace temblar los cimientos de mi mundo. La escena se desarrolla como una pesadilla ante mis ojos incrédulos, mientras los invitados observan estupefactos. Acabo de casarme con Karin Burguen, quien ha sido mi prometido desde que nuestras familias acordaron nuestra unión, pero resulta que a mi reciente esposo, se le ocurrió la grandiosa y descarada idea de que, en la misma noche de nuestra fiesta de bodas, ante cientos de invitados que vinieron a celebrar nuestra unión, solicitar la mano de otra mujer como si fuera el momento más oportuno para tal atrevimiento. Irónico, ¿verdad? La vida tiene formas crueles de mostrar sus verdades más amargas, especialmente en los momentos que deberían ser los más felices y memorables de nuestra existencia. Mejor sonrío ante lo que ven mis ojos, transformando el dolor lacerante que siento en una máscara de aparente serenidad, aunque por dentro mi alma se desmorona en mil pedazos como un frágil cristal que se hace añicos contra el suelo. Lo malo no es que haya elegido esta noche para comprometerse con alguien más, ya que está permitido en nuestra conservadora sociedad musulmana, que los hombres se comprometan con más de una mujer si tienen los medios económicos como para sustentarlas y darles una vida digna a todas por igual, siguiendo las antiguas tradiciones que han perdurado por generaciones. Que lo haga ahora no es debido ni apropiado según las costumbres más básicas de respeto y decoro, pero sé perfectamente que no hay una ley escrita que lo prohíba explícitamente, pero en ninguna parte de Turquía, desde Estambul hasta los rincones más remotos de Anatolia, se ha escuchado semejante barbaridad: que el hombre recién casado, con el aroma del incienso de la ceremonia todavía flotando en el aire, ya esté solicitando la mano de alguien más, y que ese alguien más sea mi… supuesta mejor amiga, aquella que creció junto a mí compartiendo secretos y sueños. Sí, mi mejor amiga desde la infancia, mi confidente de tantos años, mi hermana del alma. Es ella la mujer que extiende su delicada mano para que mi esposo coloque el anillo de compromiso. Es la mujer que ha aceptado sin pudor comprometerse con mi esposo, traicionando años de amistad y confianza mutua. Rio para no llorar, para no derrumbarme ante la crueldad de esta traición que corta como mil cuchillos afilados. Son segundos eternos en los que pierdo completamente la cordura y me acerco a ellos con pasos decididos para vaciar dos copas de vino tinto sobre sus cabezas engalanadas. Es lo que hago cuando los muy miserables se abrazan y besan descaradamente delante de mis ojos ardientes de rabia, en mi propia fiesta de bodas, en presencia de todos mis invitados que observan atónitos, avergonzándome y humillándome públicamente. Como si realmente pudieran conseguirlo. No, no van a poder humillarme con sus acciones mezquinas, no van a poder verme destrozada por esto que intentan hacerme. Mi dignidad permanece intacta ante su bajeza. Cuando el líquido carmesí cae sobre sus cuerpos vestidos de gala se separan bruscamente, Kiran me mira con profunda indignación en sus ojos oscuros. —¿Qué crees que haces, insensata? Te dije que te quedarás en ese lugar —señala con dedo acusador el sitio donde me dejó hace unos minutos para supuestamente decir unas palabras de agradecimiento a los invitados, las cuales creía ingenuamente que serían de gratitud hacia nuestras familias, y terminó siendo el escenario de su traición al solicitar la mano de mi mejor amiga ante todos. —¿Qué crees que haces tú, miserable imbécil? —Le grito con toda la fuerza de mi garganta, dejando salir años de sumisión y silencio. Levanto mi voz con determinación porque no estoy dispuesta bajo ninguna circunstancia a dejarme humillar por este miserable que juró amarme eternamente hace apenas unas horas. Escucho claramente el murmullo escandalizado de los invitados, las negaciones reprobatorias que hacen ante mi actuar considerado impropio. ¿Por qué critican tan duramente mi forma de actuar y no la de Kiran? No escuché a nadie murmurar sobre la escena que se desarrollaba minutos atrás, pero ahora si lo hacen. ¿Por qué? ¿Simplemente por ser mujer? ¿Por qué no tengo el mismo derecho que cualquier ser humano a expresar lo que pienso y siento en mi propio corazón? Me cansé, me harté de agachar la cabeza y guardarme todo lo que pienso y siento como si mis emociones no importaran. Ya no más. Hoy, aquí, en este preciso instante y sitio, esa mujer que fue criada bajo la constante sumisión muere, desaparece para siempre. —¡¿Cómo te atreves a responderme de esa forma tan irrespetuosa!? —Una violenta cachetada cae sobre mi rostro sin previo aviso. La mano de Kiran es pesada, brutalmente pesada, tanto que mi mejilla se enrojece de inmediato, pero aunque el dolor es intenso no muestro ningún signo de debilidad, me río desafiante, me río del imbécil que cree que con este golpe cobarde podrá detenerme y evitar que diga todo lo que pienso y siento. —Kiran, eres un maldito infeliz, un miserable ser humano al igual que esa traidora. Mis palabras cargadas de verdad causan un murmullo generalizado de asombro y reprobación entre los invitados, porque estoy blasfemando abiertamente, y eso es algo que en mi tradicional familia, en esta conservadora sociedad no se puede hacer bajo ninguna circunstancia. Las tías escandalizadas me reprendan duramente por lo que digo, me exigen que me arrodille inmediatamente y pida perdón a Alá por mi comportamiento. —No es a Alá al que estoy ofendiendo con mis palabras, es a este cobarde traidor y a esa mujer traidora —digo irradiando furia incontenible en mi voz y mirada encendida—. Es nuestra sagrada noche, es nuestra ceremonia de boda, ¿Cómo puedes atreverte a pedir su mano en este momento? Y tú —la apunto acusadoramente con los dedos temblorosos de rabia—, ¿cómo puedes aceptar semejante propuesta? —quiero lanzarme sobre ella con toda mi furia, pero Kiran me lo impide bruscamente y me lanza con violencia al suelo decorado. —Puedo hacer lo que se me dé la gana, solicitar la mano de quien me apetezca en el momento que yo decida, y tu querida amiga me apetece tanto o más que tú. Siento un profundo asco, un inconmensurable asco de lo que escucho salir de su boca. Quiero llorar desconsoladamente, quiero golpearlos salvajemente a ambos, pero no, no me rebajaré a su nivel, tampoco es que físicamente pueda hacerlo, por ello me levanto con dignidad, plancho cuidadosamente mi vestido y digo con voz firme. —Kiran, no voy a perdonarte esto jamás, no voy a perdonarte en toda mi vida lo que has hecho en este día sagrado. —Como si realmente pudieras elegir algo —dice con arrogancia, y con un gesto de diversión cruel— Eres legalmente mi esposa, y estarás eternamente bajo mis reglas y me debes absoluto respeto, así que ya deja de hacer el ridículo frente a todos… —¿Ridículo? —Ja… me rio amargamente para no derrumbarme en llanto— El único que está haciendo el ridículo espantoso eres tú, pero déjame decirte que, no seré parte de tu circo grotesco —me saco con determinación el anillo que colocó hace apenas un momento en mi mano para sellar nuestra unión, y se lo lanzo al rostro—. No soy ni seré tu esposa sumisa, no haré tu voluntad caprichosa, no me quedaré a tu lado ni un minuto más —digo completamente decidida. —Leyla, no hagas que pierda completamente la paciencia que me queda. —¡Me importa un verdadero carajo que la pierdas por completo! —le grito profundamente indignada—, no continuaré ni un segundo más a tu lado. Esto se acaba aquí, ahora y para siempre. Sin más me giro y agarrando los ruedos de mi vestido aceleró el paso. —Estaré en un momento contigo en la habitación, espérame preparada —grita el miserable, pero no crea que me quedaré a esperarlo.

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