Ya Savannah y su madre, han pisado suelo norteamericano, desde ya se encuentran en un lujoso pent-house en la cuidad de Seattle, aparentando un falso estatus de millonarias. —Ya tienes que poner manos a la obra Savannah, no tenemos mucho tiempo. Debes de ir a ver a Derek a la empresa, lo más pronto posible. —Déjame llegar mamá. —Nada de eso hija, que tiempo es lo que no tenemos. Así que te me arreglas, te pones guapa y vas a verlo ahora. —Eres un fastidio—frunce el ceño Savannah en señal de hastío. —Dime lo que quieras, pero obedece Savannah—la mira su madre con aprensión y Savannah se levanta del sofá, enseguida pone los ojos en blanco. Repentinamente tocan a la puerta y es un mensajero, les trae las facturas, con muchas deudas que tienen encima. Las recibe velozmente muy molesta