En la noche. En la habitación de Derek, las suaves caricias de Leah inquietan el frágil cuerpo de su esposo, de inmediato cierras sus ojos, con el fin de embeber de sus dulces manos, Leah lo besa intensamente y velozmente Derek, riñe sus emociones entre el deseo inocente, incitado por ella y por cumplir con lo que considera justo, sus sentimientos se empujan y Leah, de pronto es sacudida por la duda y se detiene: —Ya debo irme a mi cama. —Detente Leah, quédate esta noche conmigo. —Estás seguro. —Si cariño, ya no tengo dudas Leah. También te quiero—expresa Derek su cariño. —¡Oh Derek! ¿Cómo cambiaste de parecer? —se muestra Leah incrédula. —Siempre lo estuve, sólo que fui un tonto y no quise ver la verdad, que golpeaba en mis narices—expone acuciosamente. —No quiero sufrir—señala L