Capítulo 2: La coalición.

1188 Words
Ingresan a la habitación de Derek, Leah junto con el padre Matt, quién mira a Brandon con mucho recelo, mientras éste se encoje de hombros. —Brandon ven conmigo, tenemos muchas cosas de que hablar—comenta el padre. —Está bien Matt, vamos al despacho. Bosqueja el tío Brandon una gran sonrisa, la cual ellos corresponden y se retira con el padre. Dejándolos solos, Leah mira a Derek de reojos y éste de igual forma, al unísono sus palabras se atropellan. —Yo primero Leah—advierte Derek—Leah lo siento, no fue mi intención ofenderte, discúlpame si lo hice. Es que me sacaste de mis casillas, vaya qué eres tenaz muchacha. —Perdóname tú a mí, por llamarte paralítico Derek, no volverá a suceder—se excusa Leah, por su conducta. —Realmente lo soy—manifiesta Derek con nostalgia. —¡Oh por Dios Derek, no estés triste! —Tranquila querida, tú no tienes la culpa de mí tristeza, esa la llevo en mi corazón y no la puedo arrancar, por más que quiera. —¿Hay algo más allá que tu invalidez, que te aflige? —pregunta Leah con desconcierto. —Ya Olvidemos los roces y las tristezas, mejor vamos a dar un paseo, pronto serás mi esposa. —¡Que nervios! —exclama Leah enseguida. —¿Te aterra ser mi esposa? —Un poco, pero si quiero serlo. —¿Por qué estoy atado a esta silla?, No quiero que sientas compasión por mi Leah, yo estoy resignado, a estar en esta silla de por vida. —No digas eso, sé que eres un hombre muy bueno y no mereces sufrir. Yo leí en una oportunidad que, en las grandes ciudades, hay médicos sofisticados que pueden sanar cualquier mal. De seguro, pueden devolverles la movilidad a tus piernas. —Entonces no eres tan bruta, al menos lees—se burla Derek de la inocente Leah. —¡Derek! —Es broma cariño—la toma de las manos y su mirada inocente, lo conmueve de inmediato. ***** En el despacho. —Brandon no estoy de acuerdo, con esa boda es absurda. No tengo nada en contra de la chiquilla, pero seamos honestos, no está a la altura del compromiso, me entiendes. Temo por la muchacha, no quiero que sufra por Dios—se persigna el sacerdote. —Matt deja de ver tragedias, donde no las hay, ese matrimonio es lo mejor para los dos. Ambos están solos en el mundo, serán muy buena compañía el uno al otro. —Difiero totalmente de tu criterio, ¿y el amor que Brandon? Ellos no están enamorados y Derek sigue empañado en Savannah. —Con más razón, debe de casarse con Leah, sería la solución para desterrar ese falso amor de su vida. —Te estás oyendo, es absurdo todo lo que dices Brandon. —Tú eres un anticuado Matt modernízate. —Te recuerdo, que soy un simple sacerdote y mi realidad, es distinta a la de los demás. Me enfoco en ver las almas y llevarlas, por el camino correcto. —El amor es sufrimiento Matt y en lo fondo lo sabes. —Por amor a Dios, Brandon no digas estupideces. Dios es eso amor. —Ah sí y dónde estaba el amor de Dios, cuando me arrancó a Amy de mi lado. —No cambies el tema, que lo tuyo y de Amy, fueron situaciones distintas. —Distintas Matt, sabes todo lo que sufrí durante años, por no tener al amor de mi vida conmigo y lo peor, verla casada con otro hombre, donde estaba el amor de Dios, para aplacar tanto sufrimiento de mi alma, dime. —No blasfemes Brandon y nos digas incoherencias. —Tú eres hombre Matt, sólo que con sotana. —Soy un siervo de Dios, que no se te olvide Brandon. —Lo siento Matt, pero mi rencor con la vida, sigue tan vivo como está inmensa soledad, que estuvo a punto de matarme durante años. —Cálmate Brandon. Se lo difícil que fue para ti, no ver realizado tu amor por Amy. Pero de eso a que le mientas a los muchachos, con que tienes una terrible enfermedad, para lograr que se casen, fuiste demasiado lejos. —Fue una mentira piadosa. —Las mientras tienen patas cortas. —¿Tú dices? Se detiene repentinamente, el padre Matt distraído y musita mentalmente: «Si Brandon supiera, está gran verdad, que yo he guardado por años, motivado al secreto de confesión. Dios mío santo». Velozmente irrumpe el tío Brandon, en las corrientes de sus pensamientos: —¿A dónde te fuiste Matt? —Pienso en los muchachos y en tu absurda idea, de ese matrimonio por contrato. —Allí mediante ese contrato, Leah estará protegida de por vida. Ya el tiempo dirá todo lo demás, puede que hasta se enamoren perdidamente, el uno del otro y saque, a la odiosa de la Savannah de su mente. —Dios mío ten piedad y misericordia de todos nosotros—implora el padre Matt. —Ya relájate, que todo estará bien, deja de estar angustiado a Dios y vamos, por unas tortas en la cocina. —Si buena idea, está discusión me afloró el apetito. —Cuando no Matt—se ríe rápidamente, el tío Brandon del padre Matt. ***** En los sembradíos... —Este lugar es hermoso. Lo extrañaré—señala Leah con nostalgia. —No sientas nostalgia, Seattle es maravilloso y también, vendremos de visita a la finca. —Tengo miedo Derek. —Otra vez con lo mismo Leah, ya te dije que todo estará bien pequeña ¿Cuál es tu angustia? —Ninguna. —Vamos cuéntame todo con confianza, serás mi esposa. —Es mi preocupación, compartir habitación contigo—manifiesta Leah acuciosamente. —Ja, ja, ja, tranquila yo no muerdo. Y para tú serenidad, dormiremos en habitaciones separadas. En el contrato, se estipula que no te tocaré Leah. —¿Ah no? —No. —Bueno tampoco puedes. —¿Perdón? —Vamos Derek, estás inválido no creo que eso funcione. —Para tu información, puedo funcionar íntimamente. Sólo que tú, no eres mi tipo—se carcajea Derek. —Insolente—se enoja Leah. —Ya Leah, sólo bromeó ante tu imprudencia. Aprenderé con el tiempo a comprenderte, pero si urge lo de tus clases de modales. —No pierdes el tiempo para llamarme bruta. —Ven aquí—Leah se le arrima, se agacha para estar cerca de él—Yo voy a ser de ti, una dama de sociedad ya lo verás—señala el apuesto Derek con toda confianza. —Confío en ti y en tus buenas intenciones. Ya pronto, seré la esposa del paralítico—expone Leah un comentario fuera de lugar. —Leah más respeto—la reprende Derek. —Lo lamento—se cuelga del cuello de Derek, y éste queda maravillado, con el repentino abrazo. —Ahora levántate sí. Vamos a dar un paseo, por aquel lado, la puesta de sol se ve maravillosa—advierte Derek de prisa. —Vamos—asienta la Leah, mientras bosqueja una gran sonrisa.
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