GABRIEL Esa no es Isabella, indudablemente es Yen. Eliminó el espacio entre los dos y su mirada dorada está clavada en la mía. Nuestros cuerpos están tan cerca, que ahora alcanzo a sentir parte de su tibieza. Una sonrisa coqueta se dibuja en su rostro y hace que mi corazón se acelere otra vez. Es una chiquilla, ella y su loba no son más que niñas y están generando estragos en mi persona sin hacer gran esfuerzo. —No podría pensar en dejarlas a su suerte —dije levantándome de la silla y poniendo espacio entre los dos —sé que no es culpa de Isabella ni tuya lo que sucedió, no soy un lobo, pero trato de comprender las creencias y el vínculo de mates. Su mirada dorada no se despega de mí, me mira con tanta devoción que me está dificultando pensar racionalmente. —Discúlpame, creo que ven