Un viaje.

1901 Words
Amaia recostó a sus hijos en la cama, estaba por acostarse ella cuando el teléfono sonó. Casi nadie le llamaba a la línea telefónica, eran rara las veces que esa línea sonaba. Incluso estaba por finalizar el contrato, porque era un servicio que no ocupaba. —¿Buenas noches? Un silencio se hizo presente mientras Amaia abría las cobijas para recostarse. Tenía el teléfono inalámbrico presionado contra su rostro y hombro— Hola, ¿hay alguien ahí? —Amaia —el pecho de Amaia se detuvo, igual la respiración, escuchar la voz de su esposo después de meses la había dejado en trance—. Amaia —volvió a repetir con vos baja. Amaia cerró la llamada, dejó rodar gruesa saliva, quería llorar, seguido se volvió loca, caminó por toda la casa arrancando los cables de la línea. «¡Infeliz! ¿Cómo se atreve?» bufaba mientras caminaba exaltada por la casa «¡Cómo te atreves a llamarme!» Se tiró a la cama y golpeó el colchón. Lo golpeó hasta que se agotó. Cómo se atrevía a llamarle. Con que descaro lo hacía. Lo había bloqueado de la línea de su celular, incluso había cerrado sus r************* . No quería saber de él, quería superarlo, superar todo el daño que le había hecho. Y lo estaba logrando, sin embargo, volvió a escuchar su voz y todo el dolor apareció. Al otro día Amaia fue a la oficina ocupando unas gafas. Ingresó al ascensor. Cuando las puertas se cerraban, un zapato n***o evitó que estas se cerraran por completo. Amaia mantuvo la mirada en los ojos de su jefe, que se quedó parado unos segundos observándola. Era la primera vez que Amaia le miraba a los ojos y podía mantenerle la mirada, y eso era porque llevaba gafas que, cubría en qué dirección estaba su mirada. —Buenos dias, señor Sabatier. Bastián asintió y se colocó a un costado, mantuvo la mirada al frente con brazos cruzados sosteniendo su maletín en frente y, sus hombros erguidos. El trayecto en el ascensor fue silencioso hasta que Bastián preguntó— ¿Infección? —Amaia, quien tenía la mirada clavada en el suelo asintió, como si supiera que él la estaba mirando—. Debería tomarse unos días. —No es necesario señor, creo que mañana habrá desaparecido. —Entonces no es infección, porque las infecciones duran más —Amaia se quedó sin respuesta. Agradeció que las puertas del ascensor se abrieran, quería salir escapando, pero no había donde escapar, tras salir de ese ascensor estaba su espacio de trabajo y más allá la oficina de su jefe. —Después de usted —dijo Bastián, indicándole con la mano. Amaia pasó sintiendo una corriente nacer desde su columna vertebrar y esparcirse por todo su cuerpo. Sentía como fuego detrás de su espalda, como si esos ojos estuvieran quemándola. —La espero en mi oficina, señorita Robles. A pesar de que sabía que Amaia era madre de dos niños, no cambió su forma de dirigirse a ella como «señorita Robles» salvo cuando estaba enojado que la trataba de «tú».. Bastián se reclinó en su cómoda silla de cuero, cruzando los brazos sobre su pecho mientras observaba a Amaia ingresar. Despegó apenas el brazo y le indicó la silla sin quitarle la mirada, esperando que al sentarse ella se quitara las gafas. —¿Señor? ¿Le molestaría que hojee los documentos con las gafas puestas? —Para nada. Hizo un ademan con la mano para que se incorporara, cuando lo hizo, continuó observándola mientras hojeaba los documentos financieros del hotel en quiebra. Sus ojos castaños se estrecharon ligeramente en señal de su intensa concentración mientras sus largos dedos tamborileaban suavemente sobre la superficie de madera pulida del escritorio. Amaia, con su cabello recogido en una coleta prolija y su mirada enfocada, parecía absorta en los números y estadísticas que tenía delante. Bastián la observó con detenimiento, notando la forma en que sus cejas se fruncían ligeramente cuando se encontraba ante un desafío y la forma en que sus labios se movían silenciosamente mientras procesaba la información. Amaia levantó la vista y sus ojos se encontraron con los de Bastián. Él le dedicó una leve sonrisa, gesto que ella correspondió con un asentimiento. —Entonces, ¿qué opina? —preguntó Bastián, su voz grave y tranquila. Amaia se aclaró la garganta antes de responder—. Bueno, después de revisar los estados financieros, creo que podríamos estar ante una oportunidad interesante. El hotel está en una excelente ubicación en Salinas, y con algunas renovaciones y mejoras estratégicas, podría convertirse en un gran activo para su cadena. Bastián asintió, sus ojos recorriendo los documentos que Amaia había organizado sobre el escritorio— ¿Qué tan mala es la situación financiera actual? ¿Podemos permitirnos asumir ese riesgo? Amaia pasó las páginas hasta encontrar los datos relevantes—. Bueno, el hotel ha estado operando con pérdidas durante los últimos dos años, pero creo qué con un plan de reestructuración adecuado, podríamos darle la vuelta a la situación. Claro, necesitaríamos una inversión inicial considerable para cubrir las deudas y realizar las mejoras necesarias, pero a largo plazo, podría ser un excelente negocio. Bastián se inclinó hacia adelante, apoyando los codos sobre el escritorio— ¿Y cuál sería ese plan de reestructuración? ¿Tiene alguna idea de cómo abocaríamos ese proyecto? Amaia dejó rodar gruesa saliva mientras esos ojos la escudriñaban—. Lo primero sería renegociar los contratos con los proveedores y acreedores para obtener mejores términos. También habría que implementar un programa de eficiencia energética y optimizar los procesos operativos para reducir los costos y…—Bastián levantó la mano. —Respire señorita Robles, sino se quedará sin aire y no podrá compartirme sus grandiosas ideas —dijo mientras seguía con los codos asentados en la madera y mirándola con gran atención. Amaia le regaló una sonrisa nerviosa. Su labio inferior tembló y soltó el aire para volver a recoger otra bocanada. Apartó la mirada de Bastián, se acomodó las gafas y continuó. —No podemos olvidar un plan de marketing agresivo para atraer más huéspedes y aumentar la ocupación. Bastián escuchaba atentamente, su mirada alternando entre los documentos y el rostro de Amaia, mientras ella hablaba con entusiasmo. Eventualmente, se reclinó en su silla de nuevo. —Suena como un proyecto ambicioso, pero ciertamente parece viable. ¿Tiene una estimación del presupuesto que necesitaríamos para llevarlo a cabo? Amaia asintió, hojeando los papeles hasta encontrar las cifras correspondientes—. Según mis cálculos, necesitaríamos una inversión inicial de aproximadamente $5 millones para cubrir las deudas, realizar las renovaciones y poner en marcha el plan de reestructuración. Claro, esto es una estimación preliminar, pero creo que con ese monto podríamos sacar adelante el proyecto. Bastián permaneció en silencio por unos instantes, su mirada ausente mientras sopesaba la información—. Cinco millones, ¿eh? Es una inversión considerable, pero si tus cálculos son correctos y podemos ejecutar el plan de reestructuración de manera efectiva, creo que vale la pena arriesgarnos. Este hotel en Salinas es justo lo que necesitamos para expandir la cadena. Con la ubicación privilegiada y el potencial de mejora, podría convertirse en un verdadero diamante en bruto. Amaia asintió —. Así es señor. Si logramos adquirir este hotel y llevarlo a buen puerto, sería un gran paso para la presencia en el mercado. Podríamos usar esto como trampolín para seguir creciendo la cadena en la región. —Bien, entonces creo que deberíamos proceder con la adquisición. Encárguese de ultimar los detalles legales y financieros, señorita Robles. Quiero tener todo listo para el fin de semana que vayamos a Salinas a inspeccionar el lugar personalmente. —¿Vayamos? —Si, vendrá conmigo. ¿Algún problema con eso? No sé preocupe por las horas extras, porque serán reconocidas. —No, ninguno. —Bien, ahora retírese y haga lo que le pedí. Amaia salió, pensando en dónde dejar a los niños. Esperaba que su hermana pudiera cuidar de ella esos días que estaría fuera, inmediatamente la llamó. —Patty ¿Cómo va tu día? —Bien, los niños no están, sabes que recién entraron a clases. —No llamaba para hablar con ellos, llamaba para pedirte un favor. —Que no sea para él fin de semana, porque tengo un viaje con mi amor. Amaia ya no dijo nada y Patty se disculpó por no poderla ayudar. Ahora tenía un novio con quién pasar los fines de semana y, no iba a desperdiciarlos cuidando a sus sobrinos. Amaia tuvo que llamar a su madre, cosa que no le hacía gracia, ya que cuando su cuñada dejaba los hijos ahí, su madre siempre decía que ella no estaba para cuidar nietos, porque lo que quería era disfrutar su jubilación sin tener que estar pendiente de niños. Le recomendaba que contratara una niñera y que los dejara a cargo, que para eso su hijo trabajaba, o que los llevara a los viajes que hacían. Presionando las cejas con las yemas de su dedo, Amaia le explicó su caso, sintiendo la certeza de que la rechazara, no obstante, su madre aceptó y eso le puso feliz. El fin de semana, Amaia se apresuró a dejar a sus hijos en casa de su madre— ¿Tienen todo? —Si —dijo Alesso aburrido, sabiendo que pasar con su abuela era aburrido. Llegaron a casa de su madre, tocó el timbre y mientras abrían le dio recomendaciones—. Escuchen, portarse bien con el abuelo y la abuela, mamá irá a trabajar. ¿Prometen que se portarán bien? Juro que el siguiente fin de semanas nos daremos unas vacaciones. —Ve tranquila mamá, nos portaremos bien —dijo Alesso. La puerta se abrió, le dieron un beso a su madre y saludando a la abuela pasaron. —Mamá, gracias, gracias por esta ayuda. —Siempre que sea por trabajo no dudes en llamarme. Con prisa se despidió de su madre lanzándoles besos hasta que ingresó al auto. Amaia salió rápidamente hacia el aeropuerto, llegando algo tarde para encontrarse con su jefe. —Lo siento, es que tuve que pasar dejando a los niños con mi madre… —Entiendo. Vamos, el avión privado nos espera —le indicó con calma. Juntos caminaron hacia embarque, subieron al lujoso avión. Amaia cerró los ojos cuando el piloto dijo que despegaría. Era la segunda vez que viajaba en avión. Su jefe anterior no la llevaba a los viajes de negocios luego del terrible vuelo que tuvo, dónde ella misma le pidió que no la volviera a llevar en ese lugar. Ella prefería viajar en auto con anticipación. Desde entonces, el padre de Bastián prefería dejarla a cargo del hotel y no ocuparle los fines de semana. Bastián, notando la tensión en Amaia, colocó suavemente su mano sobre la de ella, en un intento por calmarla. El contacto envió una descarga eléctrica a través de ambos, y se miraron fijamente, perdidos en una mirada que parecía cargar con una intensidad inexplicable. Sensaciones extrañas recorrían el interior de Amaia y Bastián mientras se observaban en silencio. La atmósfera se cargaba de una palpable tensión, como si una fuerza invisible los atrajera el uno al otro. Inmediatamente Bastián retiró la mano y posó la mirada en la ventanilla. —Solo respire suave —recomendó con la mirada aún puesta en la ventanilla y recuperando la compostura.
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