Sandra.
Continuación.
—Doctora Sandra tengo 50 en el monitor —anuncia Sabine trayéndome el malestar que hacía segundos pensé que había desaparecido para darme paso a la tranquilidad.
—¿Cuando? —interrogo con mis manos temblando, revisando lo más cuidadosamente posible al bebé.
—No lo se, acaba de comenzar —responde poniéndome mucho más en alerta.
Mi respiración se acelera, mis latidos se sincronizan y mi cabeza duele.
—Vamos, fluido abierto —demando agilizando el movimiento de todos los que se encuentran en la pequeña sala—. ¿Tenemos una línea arterial?
—Aún no —me responde Sabine, tocando al bebé con suavidad.
—¡Pongan el respirador! —espeto, causando que el ambiente se avive más de lo ya conocido, debido a que uno de mis peores miedos y la tensión no deberían mezclarse.
