~CAPÍTULO 3~

2775 Words
Capítulo dedicado a : SamuTania Moca, André Hernández, Mochi, Soleil Díaz, Fany, Paola Domínguez, User4364, Jenny Launder, Lizette Pinto, Mendoza Rivera, Fatima Giménez, Karla Yulianny, Sg Ce, por sus hermosos comentarios y siempre estar ahí. Recuerden seguirme siempre que puedan en mis redes para que así no tengan dudas de porqué no actualizo. ———— 10 de julio del 2022. Sandra. Envuelvo mis curvas en una falda de cuero n***o entubada hasta unos centímetros por encima de la rodilla con unos tacones Louis Vouttin stiletto cubriendo mis pies, un top con escote en forma de corazón con pequeñas piedras cubriendo esa característica; junto a una coleta bien alta sin ninguna hebra cobriza fuera de esta. Mi maquillaje no es llamativo, en realidad solo me aplique un poco de rímel, rizador de pestañas y un labial algo claro con rubor en mis pómulos. Me detengo a solo unos pasos del espejo del cuarto, delineando cada una de mis curvas resaltando más que nunca en el diminuto conjunto que me hace ver como una mujer elegante y sensual. No me detengo a pensar los pro y contras que me podría traer el llevar acabo este trabajo que se me da muy bien… A pesar de lo insoportable, incluso del peligro que oculta hacer esto sin siquiera conocer; estoy realmente tranquila, aunque me gustaría asegurar que lo estoy por completo, pero eso sería una muy mala mentira. Fijo mi atención en el pequeño cuadro en la mesita de noche, sintiendo la pesadez en mi pecho y el como mis ojos se humedecen solo con la imagen que me ofrece aquella pelinegra con ojos mieles, una sonrisa que en aquel momento ni siquiera llegaba a ser fingida. Tomo una buena y extensa bocanada de aire, queriendo acompasar la incómoda sensación de ahogo, ejecutando mi caminar en dirección a la sala de estar del pequeño apartamento. Elevo la mirada, mostrando una extensa sonrisa que se acopla en mis labios por unos momentos al percátarme del movimiento de caderas que lleva acabo mi progenitora con la suave música cubana que sale de la radio. —Buenos días —saludo con una suave sonrisa que la impulsa a sonreír, sumando a mi corazón unas fuerzas suficientes para hacer que mi día se alegre un poco más de lo pensando. —Buenos días señorita Martínez —me saluda Rosa desde la cocina, mientras mi madre termina de acomodar los adornos en el librero de la sala con la dulce voz de Melendi retumbando con suaves melodías. —Buenos días mi pequeña —deja el pañuelo húmedo sobre la mesita de café, acercándose con su cabello atado en un moño alto sobre su cabeza, su anatomía robusta envuelta en un vestido no muy largo que le cubre hasta por debajo de la rodilla con mangas largas y un escote cruzado con estampados de flores. —¿Como estás hoy mami? —cuestiono dejándome envolver por la calidad que sus brazos me ofrecen. Posiciono mi cabeza en el hueco de su cuello, volviéndome una niña pequeñas al solo sentir ese olor que reconozco de hace unos años, ese que siempre ha sabido calmar mis peores tormentas donde mis ojos se empañan en lágrimas y los recuerdos terminan atormentandome. Nunca podemos asegurar que una persona es completamente feliz hasta que no llega ese momento en que un olor familiar, una caricia, una frase, una colonia o un aroma característico trae uno de esos torbellinos que convierte a muchos en ruinas. Me aferro al cuerpo de la mujer que me dio la vida, escuchando con paciencia la suave nota musica de Amor Eterno una de las canciones más amadas por mi madre. Esa letra le trae tantos recuerdos de nuestro padre que no soy la única que llora volviéndose suave en el fuerte abrazo. —Agotada mi niña, pero ansiosa de saber para donde vas tañ hermosa y elegante —susurra podando sus dos manos en mis hombros echándome una ojeada completa que la hace alzar las comisuras de sus labios en una sonrisa genuina con el brillo natural que sus ojos mieles ofrecen junto a su cabello cubiertos por algunas ganas, junto a sus hebras negras como las mías. —Tengo algunos asuntos importantes que resolver antes de ir al hospital a ver a algunos pacientes —aclaró tomando asiento en la isleta de mármol de la cocina, acoplando mi trasera al banquito de madera, mientras relamo mis labios con el delicioso bocado de buñuelos que me ofrece Rosa con una extensa sonrisa manteniéndose en sus labios. —Coma despacio señorita Sandra —pide liberando suaves carcajadas que se suman a las de mi madre que no tarda en mover sus caderas con el palo de escoba en mano. —Decirle a mi Sandrita que coma despacio es como decirle a usted que no sea cotilla —me atraganto con los manjares que degusto, cubriendo mi boca con una servilleta con el rubor sobresaliendo por encima de mi maquillaje. —¡MADRE! —me quejo regañandola con un codazo, mientras ella se ríe junto a la señora de unos setenta años con una falda larga por debajo de su rodilla y una blusa de mangas largas, además del moño bien peinado que sobresale de su cabello. —No se preocupe joven Sandra, su madre y yo nos sabemos molestar —le resta importancia la morena con su voz suave, manteniendo la calma junto a mi progenitora. El movimiento desinhibido de ambas señoras le saca más de una sonrisa, carcajadas sublimes que claman los revoltijones que mi estómago me da sabiendo lo que se viene en el momento en que el teléfono vibre avisando el mensaje o la llamada de que ya solo faltan segundos para llevar acabo algo que a pesar de que es un trabajo que da buena cantidad de dinero, aún es imposible de que me acostumbre. —¿Como van las cosas en el hospital mi pequeña? —el susurro de la voz de mi progenitora es un apaciguante para mis potentes latidos, incluso el temor que mi mano no deja de propinar con segundos que pasan. Desvío mis orbes mieles que combinan con los suyos a su rostro, delineando cada pequeña arruga que los años le ha resaltado. —Muy bien la verdad —pronuncio con mi tono regular, sorbiendo un poco de jugo de arándanos—. Hay unos mellizos que se han ganado mi corazón; sus padres son americanos, pero su familia es latina y desde que llegaron a este mundo están luchando por sobrevivir. La nostalgia se plasma en mis fracciones. Recordar que no puedo estar dándole apoyo a esos pequeños neonatos me tiene fatal, me deja una insoportable opresión en el pecho que se ve algo opacada cuando el suave beso en la coronilla que mi madre me ofrece sopesa la extraña manera en la que mis pensamientos me llevan a muchos lugares. —Son igual de fuertes que tu hermana —murmura ocasionando que mi expresión se torne neutral, cambie por completo a una de completa molestia, pero no permito que la vea porque a veces mentir para proteger a quienes amas es lo que mejor se te da—. Jennifer siempre ha sido una luchadora igual que nosostras. Lo llevamos en la sangre después de todo. Asiento, permaneciendo en un silencio sepulcral, mientras terminó de degustar el dulce sabor de los buñuelos que con el sabor azucarado se derriten en mi boca, volviendo todo agua en segundos. Mantengo mi mirada fija en la ventana que da a la extensa avenida de mi vecindario, percatándome del desconocido que saca su cabeza por la ventana de su habitación curvando sus labios en una sonrisa pícara. Mis mejillas se tiñen de rojo con ese solo hecho, ocasionando que casi me atore con mi propia saliva, desviando mi visón a otro lado con rapidez. Los minutos pasan, causando una incertidumbre dentro de mi con solo saber lo que está por pasar… La vibración de mi móvil me avisa de que ya es muy tarde para echarme para atrás, imponiéndome que debo salir a toda prisa al ver el mensaje. —¿Ya te vas? —pregunta la pelinegra de ojos mieles, torciendo su expresión a una de dolor. —Vinieron a recogerme —respondo envolviendo mis brazos en su cuerpo, mientras beso su cabeza con suavidad y confort. —Deberías decirle a tu acompañante que suba alguna vez a comer —asevera golpeando mi hombro con aire picarón, sacándome una leve sonrisa que contagia a la señora Rosa que no hace más que guiñarme un ojo cuando le hago nuestra seña en conjunto. —Prometo hacerlo en algún momento —me despido agarrando mi bolso, junto a las llaves del apartamento… Saliendo a toda prisa para adentrarme dentro del elevador con mi respiración acelerada. Presionó el botón cero, queriendo finalmente acabar con la sensación tan extraña que se acopla de mi sistema, causando que en el momento en que las puertas se abran de pronto me quede estática con la persona que entra a toda prisa, su cabello despeinado, su respiración errática y sus cosas bastante desordenadas. —Uff… Llegó tarde al… —se queda en silencio, cruzando sus orbes grises con los míos, trayéndome tantos recuerdos que empañan mis orbes mezclándose con el nudo tañ insoportable que se crea en mi garganta. Una de las peores sensaciones es escuchar esa canción que te trae tantos recuerdos. Esas letras con un secreto o promesa oculta que revive la más hermosas de ls experiencias, pero que sin tu darte cuenta termina volviéndote cenizas porque la realidad es que no tienes superado eso que tanto quieres demostrar. Sucede que cuando crees que puedes escapar de la soledad, sentirse entre risas con esa máscara de felicidad hasta que finalmente tú misma te creas que todo está bien… Ese breve instante en el que tus ilusiones se vuelven mierda solo por un adverso suceso, Justo ahí donde te das cuenta de que los recuerdos que antes te resultaban placenteros hoy son tu enemigo, la peor de las pesadillas, ya que cuando después de vivir sumida en una espantosa soledad llega esa persona que te impulsa a abrirte, a salir de tu zona de confort; dejando entrar a quien jamás pensante que dejarías y terminaste de mostrar cada una de tus descabelladas facetas, esas que el o ella no tardo en aceptar, pero que después de un tiempo en una relación de amistad donde ambos se demuestran un amor algo intenso, hermoso, pero tóxico e insano; terminas dándote cuenta de que nada nunca será igual. Ya no podrás abrirte a más personas, ni siquiera tendrás la capacidad de volver a confiar en alguien más porque así es la vida… Esta quienes pueden quebrar barreras y otros las imponen. Lo peor de cuando vives puerta con puerta con una de las personas que más ha marcado tu vida, esa que de alguna forma me termino volviendo más dependiente de lo que quiero admitir es una basura. Nunca sabes cuando algo llegará a su fin, pero eso no reduce el que todo sea una jodida mierda, ya que lo peor es cuando das todo, ofreces hasta lo que no tienes ha una persona que no merece nada porque solo sabe dar migajas de amor, dejarte como segunda opción cuando llega alguien más. La odie en su momento, pero más me odie a mi misma por no ser capaz de dejar el pasado atrás, porque me aferro a lo que más duele, a los recuerdos en donde todo era perfecto… las cosas cuando se rompen dejan de ser igual, con el pasar del tiempo son más difíciles de reconstruir, de que se vuelvan lo que era antes. Me quedo en completo silencio, alzando mi móvil con la intension de saber algo sobre los pequeños Cruz, queriendo mantenerme al tanto de mis pacientes conociendo que no solo tengo también a los trillizos Smith, también a la princesa de ojos verdes de Dorian. Cierro mis ojos, centrando todos mis sentidos en el sonido del timbre que tarda al menos unos dos minutos en contestar, fingiendo de manera externa que estoy más que bien cuando en realidad no me pierdo ni pies ni pisada de lo que hace ella. —Señorita Martínez —la voz de Sabine mezclado con su acento americano me reconforta, más cuando es en el tono suave que siempre ejecuta que todo está bien. —¿Como van los mellizos Cruz? —inquiero manteniendo mi cuerpo tenso, con mi espalda recta y mi mirada fija en el metal. —Hasta ahora han respondido bastante bien a los medicamentos —asevera dándole con su afinación un vuelco a mi corazón—. Incluso su madre ha podido amamantarlos con cierta dificultad, al ser primeriza hemos tenido que darle algunas clases de las que ofrece el hospital como sustento. —Mamtenganme al tanto de todo —demando manteniendo mi semblante más relajado, acabando con la llamada. Una ferviente sonrisa se aloja en mis labios, mientras aún espero que finalmente las puertas del ascensor se habrán lo más rápido posible. —¿Como está tú madre? —mi corazón se detiene. Llevo meses sin escuchar su vos, en realidad llevamos meses sin hablar la una con la otra, pero eso no quita que se sienta todo tan extraño. —Lo mejor es que continuemos en silencio —dictamino continuando con mi actitud de cierta manera imponente. —Como quieras —espeta dándome la espalda. Aprieto mis puños con fuerza, tratando de con todas mis fuerzas calmar la insoportables ganas que tengo de gritarle tantas cosas que termino saliendo a toda prisa cuando las puertas del medio de transporte se abren. Salgo a toda prisa, ignorando a las personas que entran hablando de forma calmada, saludándome con cortesía, a la misma vez que me deslizo hacia la camioneta que conozco a la perfección. —Parece que alguien acaba de tener un pésimo encuentro —farfulla Ashton abriendo la puerta den copiloto. Me volteó lanzándole una pésima mirada que lo impulsa a alzar sus brazos en son de paz, causando que sus ganas de jugar desparezcan. —Entiendo que no estás de humor —finaliza colocándose el cinturón de seguridad, encendiendo el auto en conjunto. —No estoy para jueguitos —aclaro siendo yo quien ahora se abrocha el cinturón de seguridad. —Lo estarás menos cuando sepas lo que quiere Pantera —me atraganto casi con mi propia saliva, convirtiendo mi semblante de mala leche en uno mucho peor. —No se suponía que estaba fuera del continente —acarreo, despreciando que el extraño calor que me sopesa me consuma. —Se suponía, pero volvió antes de lo previsto —asevera con expresión escéptica—. Comenta que tiene unos planes nuevos, sumado a muchos cambios en los sistemas. —Y quiere verme —suelto tomando una muy buena bocanada de aire. —En realidad vino con alguien que no te gustara mucho —sustenta dando vuelta al volante para doblar en una de las calles principales, adentrándonos en los caminos a los suburbios. —¿Sabes quien es? —pregunto tratando de sacarle información a una de las manos derechas de cierta persona. —Sabes que no, me metí en este empleo solo porque tu padre y el mío eran my buenos amigos —mencionó con su mirada fija en el camino levantándo demasiadas sospechas. —Aún me sorprende que no conozcas a mi padre o que yo no conozca a la tuya —se tensa por completo, moviendo su manzana de Adán con una actitud algo extraña llena de misterio. —Créeme que hay una razón bastante sana por la que no deberíamos conoces a la mamá del otro —señala con cierta tranquilidad en su tono mordaz. —A veces pienso que me estás ocultando la verdad —lo encaro queriendo fijar mis orbes en los suyos, esos que contienen pequeños toques de miel en ellos, y que si de alguna manera lo miras podrías pensar que somos hermanos—. He llegado a pensar que podríamos ser medios hermanos. Estalla en carcjadas akgi nerviosas, reactivando mi instinto curioso, pero decidí dejarlo como está centrándome en el encuentro que me espera dentro de unas horas cuando la camioneta termina deteniéndose en la entrada subterránea del Club Nocturno “Las Griegas” —Es momento del reencuentro —advierte posando su mano sobre la mía en un agarre protector que solo me trae más esa sensación de familiaridad que me calma.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD