Sandra.
Su sonrisa maliciosa me complica el respirar, todavía no me creo que esté aquí por más estupido que sea y eso no reduce para nada la ansiedad que me embarga en ese momento en que sus ojos se fijan en mi pequeña supernova, complicando el nudo que se acopla en mi garganta.
—Supongo que esa es Aisha —murmura echándole una leve ojeada.
—No te importa —recargo.
—No deberías hablarle así a alguien como yo. —recuerda sonriendo.
—¡En realidad solo puedes recriminarme cuando estoy bajo tu jurisdicción y no es así! —aclaro.
—Puede que tengas razón, pero hay cosas que…
—No sabes todo de mi querido, la verdad que es no soy solo lo que ves.
—Créeme que lo se —me hecha una ojeada descarada.
La incomodidad entre ambos es más que notable, más la tensión que mi cuerpo no puede deja
