Santo pecado virginal

Santo pecado virginal

book_age18+
5
FOLLOW
1K
READ
teacherxstudent
forced
drama
campus
love at the first sight
surrender
like
intro-logo
Blurb

El convento Santa Sofía Beata es una institución de renombre cuya reputación ha sido intachable desde su apertura, pero cuando Rialta Bonci llegue por orden de sus padres para enmendar "su pecado", será acogida por la abadesa Dalila Peer, una mujer pura e íntegra que maneja la institución con mano firme, aunque la realidad es muy diferente, pues Dalila oculta oscuros secretos bajo su hábito y los rezos que la acompañan en su ensangrentado rosario, secretos que arrastrarán a Rialta a un abismo infernal.

TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS ©

Prohibido cualquier forma de comercialización, distribución o plagio de esta obra.

Orden de la Saga pecado:

Libro #1: Bendito pecado

Libro #2: Tres pecados

Libro #3: Edén en el pecado

Libro #4: Santo pecado virginal

Libro #5: Pecado silencioso

ic_default
chap-preview
Free preview
1. TRÁGICA OBERTURA
(Diecisiete años antes de los sucesos de Tres pecados) Accadia, Italia Rialta Bonci Después de mucho pensar, me he dado cuenta que he dejado de creer en la posibilidad de una mejoría en mis padres, así que me he resignado, durante el día, a hacer los trabajos pesados que me ordena mi madre y recibo los castigos de mi padre cuando algo está mal, inconcluso o a veces me azota sin razón aparente con su bastón, y ya en la noche, cuando creería que tengo unas horas para descansar, no consigo tocar mi cama hasta dejar la cocina impecable, luego recibo diez minutos de azotes como “castigo fijo” y, al llegar dolorida y/o ensangrentada, son las pesadillas las que no me permiten dormir. En general, sueño con el día que cambió mi vida para siempre por culpa de un chisme que llegó a oídos de mis padres, un invento que arruinó ilusiones, esperanzas y deseos que apenas me eran comprensibles. Hoy no era un día diferente, los golpes fueron igual de despiadados e intensos, los insultos interminables y el trabajo esclavizante, aunque algo en mi pecho parecía hacer presión. —¡Rialta! —ahí está el grito de mi madre en la lejanía, mientras yo intento ignorarla en el campo—. ¡Rialta! —no necesito girarme para saber que camina más rápido hacia mí con furia—. ¡RIALTA! —no me molesto en defenderme porque sé que mi padre le habrá dado su bastón, el cual no tarda en usar—. ¡¿Por qué no respondes?! No niego que me duele su trato, no niego que he querido morir más de una vez y que preferiría convertirme en la mesalina que creen que soy, pero no puedo hacer nada para remediar su actitud, para conseguir mi fin y menos para acostarme con veinte hombres al día. Sin embargo, para lo único que hoy me dio el cuerpo después de tanto tiempo, fue para correr de vuelta a casa y a ella detrás vociferando mi nombre con un resentimiento que se marcaba en mi piel. —¡Rialta Bonci, detente de inmediato! —el estruendoso grito de mi padre fue como un rayo que me detuvo en seco, y seguido, caí en el suelo por el despiadado golpe que me dio mi madre en la cabeza, sangraba, pero no les importó, nunca les importa—. ¡Asquerosa mesalina! —mi padre escupió mi rostro cuando intentaba levantarme—. ¡No has hecho más que deshonrarnos ¿y aun así te atreves a irte contra nosotros?! —No más… —susurré agotada. —¡Levántate y ve a bañarte! —ordenó mi madre, zarandeándome del cabello—. Es hora de que aprendas a honrar a esta familia casándote con el hijo de los Altamura. —Y-Ya dije que no me casaré con él —pronuncié con un poco más de fuerza. —¡Claro que te casarás, alimaña malagradecida! —una fuerte bofetada de mi padre me envió de nuevo al suelo, pero solo era miedo lo que salía de mis poros. —Basta… —supliqué de nuevo en un susurro. —Agradece que ese buen joven está dispuesto a casarse contigo para llevarte lejos de aquí y callar los rumores —recalcó mi madre con asco, pero solo de saber que me convertiría en la mujer de ese cínico, despertaba una horrible sensación en mí que creció a lo largo de estos últimos dos meses—. ¡Ve a bañarte! —¡¿No escuchaste a tu madre?! ¡Obedece! —¡DIJE QUE NO ME CASARÉ CON ÉL! —grité al fin en un impulso que ni yo vi venir, pero nos sorprendió a los tres, entonces mi padre me levantó de un tiro y me aventó contra la pared sin soltarme el brazo. —Escúchame bien, Rialta, no pienso tener a una hija ramera en mi casa, así que te casarás con Altamura te guste o no. —No importa lo que digan, padre —sonreí amargamente deseando una cosa…—, prefiero mil veces morirme o convertirme en monja, a tener que casarme con ese mujeriego golpeador, aunque quizás por eso te gusta, por ser idéntico a ti —escupí en su rostro con el mismo desprecio que él me dio minutos antes. Ellos no perdieron el tiempo y me golpearon en la espalda, pues no les gustaba marcar mi rostro para no dar explicaciones a nadie. Después de no sé cuánto tiempo, mi padre me arrojó al sótano y mi madre me bañó con agua helada. —Te casarás con Altamura la otra semana, hasta entonces te quedarás aquí. —¡Prefiero terminar en un convento a pasar un día más con ustedes! —grité con la poca fuerza que me quedaba y recibí otro golpe que me dejó inconsciente. Dios, me encantaría saber qué demonio tomó posesión de mi ser para atreverme a responderles como nunca antes lo hice, ni siquiera lo vi venir, no sentí un cambio en mi cuerpo, o quizás estaba tan sumida en la tristeza, la decepción y el dolor que me fue imposible preverlo. (…) “Ya falta poco…”. Llevo repitiéndome esas tres palabras desde que caí a este sótano sin agua, comida o abrigo, no sé cuánto tiempo ha pasado, pero sé que ya falta poco porque es lo único que me dicen mis padres cuando vienen a arrojarme un pedazo de pan duro o rancio con agua sucia. Sé que he bajado bastante de peso y no tengo fuerzas para levantarme, pero quizás Dios se apiade por fin de mí y me permita morir antes de que ellos me lleven arrastrada a la iglesia. “Ya falta poco…”. ¿Para qué falta poco, para que mis padres cumplan sus amenazas? ¿En verdad terminaré casada con ese canalla? ¿Un destino igual de horrible o peor me aguardará cuando abran esa puerta? ¿Para qué falta poco? ¿A quién más le rezo si Dios ya no me escucha? Sí, es contraproducente esperar que él se apiade de mí cuando mi fe se desvanece, o quizás deba rezarle a otro ser que sí escuche al necesitado, total, si Dios acabó con mi vida de esta forma, ¿qué significaría darle mi alma al diablo a cambio de terminar este calvario? De pronto mi corazón se agitó al escuchar las llaves en las manos de mi madre mientras mi padre golpeaba el suelo con el bastón avisando que ya llegó por mí, e ingresaron con el mismo desprecio que les he visto desde hace una eternidad, pues el tiempo se detuvo para mí hace años cuando mi cuerpo comenzó a cambiar, pasando de niña a mujer. —Última oportunidad, Rialta, te casas por las buenas o por las malas —advirtió mi madre. Me encantaría tener el mismo impulso de aquel día, pero ni mi cuerpo ni mi alma tenían fuerzas, solo miedo y cansancio. —No cambiaré de parecer. No me casaré con él —respondí contundente. —Como quieras, pero no te quedarás aquí. Las palabras de mi padre fueron la cadena y su mano mi grillete, me sacó a rastras hasta el auto donde me pasó una capa ordenándome cubrirme bien, incluido el rostro, y partimos los tres con rumbo desconocido. Por un instante creí que iríamos a la iglesia, pero ellos tomaron un desvío que me desconcertó y con ello intensificaron mis miedos. ¿Acaso, después de tanto tiempo de abusos, temía morir cuando es una de las cosas que más he deseado? —¿A dónde vamos? —pregunté temerosa. —Los Altamura escucharon lo que hiciste y se retractaron del matrimonio, pero descuida, nos diste la solución a todos nuestros problemas. —¿D-De qué solución hablas? —si ya temía, ahora temblaba… —Dijiste que preferías ir a un convento, pues hablé con monseñor y él me ayudó a contactarme con una conocida suya en la Ciudad del Vaticano, allá te recibirán para purificar tu cuerpo y entregarte a Dios, así no volverás a deshonrarnos con tus agravios. —¿Cómo van a purificarme? Esta vez no hubo una respuesta verbal, pero bastó con la forma en cómo se miraron mis padres para saber que esto no terminaría, de hecho, empeoraría, y no fue sino hasta tarde por la noche, bajo una horrible tormenta eléctrica, que llegamos a El Vaticano. Mientras esperábamos, pude ver a un hombre bajo una capa, sus ojos quedaron fijos en mí, pero cuando quise detallar su rostro, la lluvia cayó con intensidad, mi padre se alejó y llegamos a una enorme edificación donde ya había una joven monja esperando por nosotros. Al bajarnos quedé detrás de mis padres, siendo la figura de él la que me cubría. —Así que ustedes son los Bonci —pronunció una segunda voz femenina, era cálida, madura, aunque más firme que la primera que nos recibió—. Sean bienvenidos. —M-Muchas gracias, madre, no imagina lo mucho que alegró nuestras vidas el día que recibimos su carta —respondió mi madre con fingido dolor, aferrándose de mi padre. —Cierto —acompañó él con genuino alivio—, sus palabras fueron la respuesta de Dios para nosotros y confiamos en que pueda ayudarnos con esta terrible tragedia que abunda en nuestras vidas. —Comprendo su desesperante situación, señores, pero será mejor que pasemos a mi oficina para hablar en privado. —No, madre —interrumpió en seco mi padre—, nosotros partiremos de inmediato, no soportamos un minuto más con esta… e-esta… ¡Maldita pecadora! Parece que mi padre llevaba mucho conteniéndose, pues esta vez no le importó golpearme frente a ellas, en tanto yo caí al suelo sintiendo su bastón en mi rostro. Quizás esta sería la última vez que nos veríamos y quiso aprovechar para darme una última lección sin importarle nada, además de que daría peso a su “terrible tragedia”, como le llamó él. De pronto dos hombres lo alejaron de mí mientras yo seguía temblando en el suelo, sentía la sangre en mi boca, imaginaba lo que me aguardaría aquí y un relámpago resonó violento. —¡Suéltenme! ¡Le daré una lección a esa malagradecida! —chilló desesperado mi padre, que estaba hambriento por acabarme. —¿Cómo te llamas, niña? —preguntó la mujer, ignorando los gritos. —R-Rialta Bonci —respondí aterrorizada y solté un respingo al escuchar los enajenados alaridos de mi padre, quien casi se zafa del agarre. Otro relámpago resonó con más fuerza y la mujer me ayudó a levantarme, su caricia en mi mano me resultó extraña, quizás porque llevaba mucho sin sentir cariño, pero no podía dejarme llevar por ideas absurdas y menos por lo que dijo mi padre en el auto, lo único seguro era que en estos muros con el nombre “Santa Sofía Beata” encontraría el comienzo de una condena mayor.

editor-pick
Dreame-Editor's pick

bc

Amigos con Derechos - Solo yo

read
7.6K
bc

Quiero matar a mi jefe

read
372.0K
bc

Prisionera Entre tus brazos

read
98.8K
bc

Tan solo una noche

read
1.1M
bc

Quiero huir del diablo

read
82.2K
bc

Mi Sexy Vecino [+18]

read
77.7K
bc

Enamorada de mi CEO

read
13.3K

Scan code to download app

download_iosApp Store
google icon
Google Play
Facebook