Sean detuvo el besó, sentía que su cuerpo estaba a merced de ella, que su erección crecía queriendo explotar, acarició su rostro, mirándola con ojos nublados, brillantes, por un instante no dijeron nada, solo se miraron, había algo en la mirada, algo que les decía que no era la primera vida que estaban así —Merybeth… —dijo con la voz ronca—. Por favor, ahora no, estoy cansado. Pudo ver su gesto de decepción —No iba a rogarte —dijo con algo de orgullo, levantado su barbilla, él sonrió, y de pronto la cargó en brazos, ella se sorprendió de su actuar, y la llevó hasta su habitación —¿Qué haces aquí, señor Antártida? —¿Dormir? —exclamó cuando la puso sobre su cama —¿Ahora podré dormir en su cama? —exclamó con duda, él sonrió y asintió, ella se puso de pie y comenzó a saltar sobre ella, é