Penumbra en la noche y luminaria en el día. Ángel Greco es el mafioso más buscado por la justicia norteamericana, apodado “el diantre” ha logrado burlar a la imparcialidad por mucho tiempo. Por otra parte, ha alcanzado macerar una inmensa fortuna, calculada en millones de dólares, producto de sus negocios ilícitos, irónicamente todo ese dinero lo legaliza a través de su conglomerado de marcas de lujos, actualmente este empresario de origen italiano, es el CEO y presidente de la firma Garrett, quien visite a personalidades importantísima no solo de Estados Unidos, país donde actualmente reside, si no del mundo.
Desde niño está inmerso en este fatídico mundo, de la mano de su difunto padre, el capo italiano más importante de la historia de la mafia, el Ítalo Greco, sus turbios negocios tratan de importación y distribución ilícitas de todo tipo de armas de fuego. Quedó al mando de todo al morir su padre, por ser su único hijo, se ha hecho cargo del negocio hasta ahora, en la actualidad cuenta con 30 años de edad. Su vida no sido nada fácil, de este mundo jamás podrá salir al menos no con vida, así lo musita constantemente en su interior el diantre.
Una mente brillante no solo para la mafia, sino para los negocios, Ángel resulto ser más hábil que su difunto padre. Lleva una doble vida, que ha sabido mantener con discreción, el único que conoce sus secretos es Gio De Vito, su fiel mano derecha y principal aliado.
En este momento, se encuentran juntos en la empresa que Ángel preside:
—Esta noche llega el nuevo cargamento—advierte Ángel.
—Tenemos todo bajo control, como siempre Ángel.
—No olvides Gio, que debemos actuar con la misma cautela de siempre, hay un sujeto en la policía que me está pisando los talones.
—¿Quién es? —pregunta Gio con asombro.
—Alan Solís.
—Seguramente es nuevo, con un poco de dinero cae facilito como todos.
—Éste no es tan fácil, es uno de los pocos honestos. Ya lo mandé a investigar.
—Descuida yo me encargo. A ti no te pasará lo mismo que a tu padre, te lo juro.
—Gracias Gio, tú has sido como un padre para mí, desde que papá partió de este mundo.
—A ti no te irá igual, has hecho las cosas diferentes, con más astucia y sabiduría.
—A veces pienso, que nada de esto vale la pena. No soy feliz Gio, a ti no te puedo mentir.
—No es momento de caer, eres un mafioso no un cobarde—apunta Gio con poderío.
—Así es Gio, tú lo has dicho muy claramente, soy un mafioso—indica Ángel con los ojos ligeramente llorosos.
—A diferencia que tu padre, tú tienes corazón muchacho.
—El demonio no es como lo pintan, querido Gio—comenta Ángel mirando con firmeza el horizonte.
¿Sabrá el diablo de amor?
*****
Convento Sagrado Corazón de María.
Hace más de quince minutos, que culminaron los rezos en la capilla, sale Inmaculada sosteniendo con fuerza su rosario, echa un vistazo hacia la puerta, allí estaba su hermano y único familiar, Alan Solís quien va visitarla al convento de improvisto.
Corre Inmaculada muy emocionada abrazar a su hermano:
—Alán cariño, que bueno verte—lo abraza con mucha firmeza.
—Inmaculada, hermana—corresponde Alán con el mismo cariño.
—¿Qué haces aquí, no me avísate antes que vendrías?
—Vine a traer unas ayudas, para la comunidad donde eres voluntaria, las están adentrando al depósito en compañía de la madre superiora.
—Gracias hermano tu siempre tan bueno, no debiste ser policía sino sacerdote.
—Ni lo mande Dios, ja, ja, ja, mi debilidad son las mujeres. Por ende, soy un pecador—murmura Alan con gracia y Inmaculada lo mira con aprensión.
—Jesús, María y José—se persigna Inmaculada, ante el comentario fuera de lugar de su hermano.
—Lo siento hermanita, pero es la verdad. Hasta creo, que tu no perteneces a este sitio.
—Me gusta estar aquí y ayudar a los demás.
—Una cosa, es que tengas un alma caritativa y otra es que te sacrifiques. Eres joven y muy bonita, puedes casarte y tener tu propia familia.
—Lo mismo te sugiero a ti.
—Estoy en eso, aunque lo dudes.
—¿En serio? ¿Quién es la afortunada?
—Una mujer muy hermosa, que está a punto de hacer, que deje la soltería para siempre.
—Qué felicidad hermano, me alegro por ti. Siempre le pido a Dios por tu bienestar.
—Y yo por el tuyo y estoy convencido, que no está en este lugar—mira con recelo Alan al convento.
—Mejor hablemos de otro tema, ¿atrapaste al maleante ese que te tiene de cabeza?
—¿Al diantre?
—No nombres a ese animal aquí en el convento, por Dios hermano—lo reprende Inmaculada.
—Disculpa Inmaculada, aún no, es como una sombra y se oculta muy bien en medio de la oscuridad, pero te juro por la memoria de nuestros padres, que lo atraparé y haré que pague por todos sus crímenes, estoy detrás de su pista.
—Cuídate mucho Alán, tu trabajo es muy peligroso. Eso de estar persiguiendo vándalos no es tarea fácil. Protégete siempre sí.
—Si hermanita no te preocupes por mí, más bien piensa lo que te acabo de decir. Deja este convento, es lo más parecido a una cárcel.
—Yo me siento muy bien aquí, así que no reniegues más de mi vocación.
—Eres tan terca Inmaculada. Igualita a nuestra madre.
—¡Mamá cómo la extraño! —exclama Inmaculada con nostalgia.
—Yo también—se juntas nuevamente en un tierno abrazo.
Inmaculada Solís es una joven dulce, sencilla y de buen corazón. Quedó huérfana hace muchos años, siendo prácticamente una bebé, desde ese tiempo su hermano Alan se ha hecho cargo de ella. Desde niña ha sentido afinidad, por el mundo religioso y al morir sus padres, en un fatídico accidente de tránsito, decidió entregar su vida al servicio de los demás. Está a punto de convertirse en monja, solo espera que llegue su tiempo, para entrar al noviciado y hacerlo formalmente.
Llega una de las hermanas voluntarias, que la acompaña en el convento.
—¿Ya se fue tu hermano?
—Si se acaba de ir.
—Lastima yo quería verlo.
—Por Dios Helen, a veces actúas de manera anormal. No te comportas como una religiosa.
—Ya Inmaculada no me regañes, que tu bien sabes que estoy aquí por complacer a mi papá, pero a la primera de cambio salgo corriendo de alcatraz.
—No blasfemes, que esto en su convento muy digno.
—Tu porque si tienes vocación, en cambio yo muero porque un hombre me saque de aquí, así como tu hermano, por ejemplo.
—Te cuento que mi hermano ya tiene novia.
—¡Diablos!
—Helen por Dios, que pecado, no menciones a esa bestia en mi presencia—regaña Inmaculada a la alocada Helen.
—Se me olvidaba, que eres peor que la madre superiora—advierte Helen y la madre estaba a sus espaldas.
—¿Qué fue lo que dijiste Helen? —Helen palidece e Inmaculada, se encoje rápidamente de hombros.