Inmaculada jamás pensó que así sería su vida, alejada del convento y de su vocación. En este momento se encuentra con Sofía, la madre de Ángel, quien prácticamente obligó a Gio, para que le diera la dirección de su nueva casa. —Si te sirve de consuelo, aquí está mi hombro y también estoy para ti hija—manifiesta Sofía sintiendo el dolor de la muchacha. —Tú no tienes la culpa de nada, es tu hijo que es un sanguinario. —Dime por favor, ¿cómo dominó tu voluntad? —No quiero hablar de eso Sofía. —Debe haber algo muy delicado, si accediste a casarte con él, así en secreto. Te suplico Inmaculada, que me cuentes la verdad, te juro por Dios, que hago que mi hijo te deje ir ahora mismo. —Mi libertad, sería la condena de mi hermano. —¡¿Hija?! Claro, Ángel te está chantajeando—exclama Sofía con