Seductor Señor Miller

Capítulo 1: ¿Quién es este hombre? Apreté lo labios cuando una gota de lluvia me cayó ahí, esta humedad de la ciudad estaba siendo algo nuevo, voltee a ver el edificio IMPERIO y entonces entré, era el más grande y deslumbrante de la ciudad o al menos esos decían las grandes revistas de New York, pero si no me daba prisa me iba a caer un palo de agua encima, aún no me hacía la idea de que fuera a trabajar en este lugar, me parecía una cosa impresionante. Saqué mi nueva tarjeta de identificación del bolsillo interior de los pantalones y se la mostré a los guardias de seguridad que estaban en recepción. Me detuvieron de todos modos porque no iba vestida de manera apropiada para trabajar sino de deportiva, pero solo iba de paso a llevar unos documentos, nada más, pero enseguida me dejaron pasar al ver que sí pertenecía al lugar o bueno; iba a pertencer. Entré a llevar los documentos que me faltaban y al salir del ascensor vi que a una mujer se le cayó el bolso cerca de mí, por instinto me agaché para ayudarla tomándole sus productos personales y ofreciéndoselos. —Gracias —dijo ella como si nadie en este edificio fuera tan amable como para ayudarla, de hecho la mayoría parecía tener una cara de culo permanente en el rostro. —Tranquila. Me ha pasado un montón de veces —miento para que no se sienta mal, de hecho intento no ser tan torpe. Me voltee para tomar una pequeña moneda que había rodado y caído a mis espaldas pero justo cuando la voy a agarrar unos zapatos aparecen y la aplasta, me quedo en shock son unos zapatos lustrosos que tienen la pinta de o ser muy caros o ser una muy buena imitación y unos pantalones oscuros que hacían un buen contraste elegante. Alcé la vista con el ceño fruncido ante su interrupción, encontrándome con el resto de su pulcro traje que sí parecía costoso y no imitación, era muy alto y cuando mis ojos se toparon en su rostro... Santos ángeles del altísimo... Algo sucedió en ese momento, él bajó la vista hacia mí al mismo tiempo que mis ojos vieron los suyos azules, profundos, llenos de enigmas, él pareció al mismo que yo quedarse solo con la mirada trabada en la mía. Me quedé sin respiración, todo mi cuerpo sintiendo una extraña energía que me atraía a él y me llamaba con intensidad. Tragué pesadamente saliva de lo absorta que me encontraba, su cabello castaño oscuro, ojos profundamente azules, rostro pintado como por los mismos ángeles, era muy hipnótico. Se me aceleró el corazón; separé los labios para respirar con más facilidad a ver si lograba pegar mi lengua a mi cerebro otra vez. Y él pareció reaccionar antes que yo tendiéndome una mano para ayudarme, noté el costoso reloj que vestía en su muñeca, dudé por medio segundo pero seguidamente reaccioné tomándosela. Mierda. El corazón se me iba a salir por la boca cuando me la apretó, el roce era eléctrico, y me subió una descarga por el brazo que estremeció por completo. Me levanté y entonces me embriagué del intenso olor que emanaba, era intenso, poderoso, agridulce. Por unos segundos solo nos quedamos uno frente al otro y lo escuché decir: —¿Estás bien? Su voz era profunda, algo ronca, el vapor cubrió el medio de mis piernas y cubrió todo mi cuerpo, ¿por qué estaba tan caliente de repente? Yo no era calenturienta, ni nunca me había pasado algo parecido a esto antes. ¿Pero qué mier...? Casi sentía que podía tener un orgasmo solo por oír su voz. Aclaré mi garganta y dije: —Sí, gracias. Ahora que lo veía mejor, diría que tenía treinta y pocos o veintimuchos. Parpadeé tratando de romper aquel embrujo y me solté de su agarre. No sólo era exageradamente atractivo, él era... fascinante. Los botones de su camisa solo me daban ganas de desabrochárselas de un tirón y pedirle que me hiciera suya contra la pared. Tenía que calmarme, tenía que volver a centrarme, y olvidar lo bueno que sería una buena follada con él salvaje, con las uñas clavadas en las sábanas. Basta, basta. Él se agachó y recogió mi tarjeta de identificación, que no me había dado cuenta de que se me había caído, levantó la vista hacia mí desde abajo y temblé al imaginarlo entre mis piernas. Me sostuvo la mirada mientras se ponía de pie nuevamente —Se te cayó. —Gracias —dije intentando actuar de manera indiferente cuando la sostuve y empecé a jugar con eso en mis manos, por personas como yo era que estos hombres se crecían y se creían dioses. Por actuar como yo actuaba ahora. No podía recordar qué era lo que iba a hacer, o quién era yo.... o mi puto nombre. Voltee y la mujer que ayudaba al principio con sus cosas terminó de cerrar su bolso, y se fue sin dar ni siquiera las gracias. Voltee hacia el hombre, él seguía observándome, le hice una breve reverencia en forma de agradecimiento como hacen los coreanos y solo lo rodee para salir de ahí sin mirar atrás. Casi corriendo como si necesitara huir. La verdad era que no podía respirar. Apena salí a la húmeda calle por la puerta giratoria tomé una profunda respiración, mis manos temblaban, mi cuerpo se sentía como una gelatina y mi cuerpo aun no paraba de temblar como si tuviera fiebre alta. Camine y me miré en el reflejo de un auto estacionado quedándome sorprendida, mi rostro estaba muy rojo y mis ojos grises cristalizados y algo oscurecidos, me reconocía, ya me había visto esa mirada antes; era la mirada que usaba cuando deseaba mucho a alguien y estaba por irme a la cama con él pero luego de una larga previa. ¿Por qué la tenía ahora si solo había visto a aquel hombre y cruzado dos frases con él? No debería. ¿Qué había pasado conmigo?