Prólogo
—¿Me envió a buscar, señora?— Una joven morena entró en una sala de estudio, tenía una cara alargada, ojos color miel que invocaban cada gramo de pasión en uno. Labios de color rosa medio lleno. Se ve delgada, su largo cabello ondulado cubriendo el resto de su rostro, parece enterrarla en sí misma. Se quedó de pie jugueteando con el dobladillo del delantal que llevaba en un vestido suelto a la altura de la rodilla. Inclinó la cabeza mientras estudiaba sus sandalias de cuero n***o que parecían viejas con solo mirarlas. Con una mirada, se puede decir que estaba temblando. El aire acondicionado en la habitación era moderado, pero ella estaba temblando y definitivamente no por el frío, sino por la mujer, sentada frente a ella en un sofá, bebiendo casualmente su café.
La mujer tiene el pelo rubio corto, ojos grises transparentes, se ven algunas arrugas en su rostro pero aún se veía exquisita, elegante con la forma en que sorbe su café. Estaba sentada con una pierna cruzada sobre la otra, vestida con una blusa de diseñador y un pantalón n***o liso. Los tacones de su zapato eran puntiagudos y parecían bastante afilados. Ella colocó suavemente su taza de café en el platillo y luego la colocó en el taburete junto a ella.
—¿Qué eres en mi casa?— Preguntó con una voz que suena gentil pero que envía escalofríos por la espalda de la niña.
—No entiendo señora— susurró.
—¿Qué eres en mi casa?— La mujer repitió pero con la voz escalofriante algunos grados. La niña temblaba y le temblaban los dedos, pero tragó saliva y respondió.
—Una doncella.
—Bien. Entonces sabes que eres una sirvienta, ¿por qué vas tras mi hijo?— Ante la pregunta, la cabeza de la niña saltó, se veía la expresión de horror en su rostro, abrió la boca para hablar pero no salieron palabras. —Lillian, voy a decirte esto una vez, será mi primera y última advertencia para ti. El mismo día que te vea actuar coquetamente cerca de mi hijo, será el día en que darás tu último aliento.
—Pero señora, yo...— Trató de protestar.
—¡Déjame terminar!— La voz de la mujer era la ley cuando la niña se calló de inmediato, —He recibido quejas sobre ti y que Dios me ayude, Lillian, el día que lo veré por mí misma—, negó con la cabeza, —Ora, que muestre misericordia porque no lo haré.— miró a la niña, —¿me explico?
—Sí, señora.
—Aléjate de mi hijo, aléjate de Shane. Eres una criada y una criada sigue siendo una criada. Una criada trabaja como una criada, se le pagará como una criada y morirá como una criada, ¿entiendes?— No importa cuánto rechace la niña sus palabras, ella todavía asintió.
—Sí, señora.
—Cualquier sueño que tengas con mi hijo, olvídalo porque ningún hijo mío estará junto a una niña imperfecta. Sigue los pasos de tu familia. Tu madre se casó con mi sirviente, tengo muchos más sirvientes varones, si realmente quieres estar con un hombre, puedo regalarte uno, pero nunca, ni en mi casa, ni en mi vida, estarás con mi hijo—. Su rostro se tensó cuando pronunció su última oración, —nunca—. Los ojos de Lillian se llenaron de lágrimas, pero ahogó su sollozo y asintió con la cabeza.
—Sí señora—. La mujer la miró como si uno mirara un objeto indigno con disgusto.
—Sal de mi vista—, la espantó y la niña hizo una reverencia antes de volverse, abrir la puerta y salir corriendo de la oficina. Cerró la puerta detrás de ella, sus piernas se debilitaron cuando salió.
Se tapó la boca con la mano para silenciar sus sollozos mientras las lágrimas corrían por su rostro como una cascada. Dio un paso, luego otro antes de desplomarse en el suelo, sus hombros temblaron con sus sollozos en silencio y se preguntó en qué tipo de vida se estaba quemando.
Pasos sonaron en el pasillo y se puso de pie de inmediato, se secó los ojos con el dorso de las manos, sollozando en el proceso para aclararse la nariz.
Un chico alto, de cabello n***o apareció al final del pasillo, tiene ojos grises transparentes como la mujer, su cabello n***o estaba peinado hacia atrás, con raya lateral, su mandíbula era fuerte, su nariz puntiaguda y una línea delgada para sus labios. Una barba de una semana era visible debajo de su mandíbula, se congeló por un segundo cuando la vio y luego estuvo a su lado en pasos rápidos. Él la agarró por los hombros con fuerza, con el ceño fruncido escrito en su rostro.
—Lily, ¿qué sucede? ¿Por qué lloras?— Miró hacia la puerta junto a ella y comprendió, —¿qué te dijo ella?— Él susurró. Lilly resopló y sacudió la cabeza suavemente, forzó una sonrisa en su camino.
—Nada, solo llamó para preguntarme algunas cosas— tragó saliva.
—¿Qué te preguntó ella?— Respiró hondo y cerró los ojos, volviéndolos a abrir, lo miró.
—Lo siento señor, pero si no hay nada más que pueda hacer por usted, me gustaría volver a la cocina—. El joven estaba visiblemente sorprendido por sus palabras.
—Lily, ¿qué quieres decir?
—Lo siento señor, pero ¿puedo irme ahora?
—Lily…— Quería decir algo cuando la puerta se abrió y la mujer de antes se paró junto a ella, rápidamente dejó caer las manos sobre sus hombros a los lados. La mujer miró del hombre a la niña, se comunicó con la niña con sus ojos.
—Lo siento señor, si no hay nada más, me iré de inmediato— Lily miró a la mujer e inclinó levemente la cabeza, —señora— luego al hombre, —señor— se alejó de inmediato, sin atreverse a mirar atrás. Así es como se suponía que debía ser. Así era como había querido que fuera, hacer su trabajo, ganar su salario y luego seguir con su sueño de ir a la universidad, pero su corazón la traicionó, se enamoró del único hombre que nunca soñó tener en este mundo. El único hombre que nunca será suyo.