VI

2829 Words
Omnisciente – Ese cabrón hijo de puta – repite entre dientes por tercera vez consecutiva, el menor de los líderes del grupo Bogdanov, quien, como es común, está cabreado, intimidando un poco a los dos hombres que lo acompañan. – Señor… – murmura temeroso Johnson, sin querer decir algo equivocado que haga que dirija su ira hacia su persona. – ¿Qué mierda quieres? – básicamente escupe cada palabra. Podría sacarles la mierda a golpes a cualquiera ahora mismo. – Ya me comuniqué con la casona y el señor Nikolai ya debe estarse encargando del carro… – Viktor está a nada de gruñir. Al inicio de la noche, el de ojos bicolores fue junto a tres de sus soldados a saldar un par de cuentas pendientes y obtener información sobre los movimientos de Ivan Petrov, un hijo de puta que últimamente no deja de j***r mandando gente que los enfrenten, esperando que no se supiera de dónde venían realmente. Pero no contaba con que Viktor se entera de toda la mierda que pasa. Todo iba bien al principio, arrancaron un par de extremidades, consiguieron la información que necesitaban saber y la situación iba de puta madre. El problema surge, cuando el inepto de Volkov, quien iba conduciendo, dejó el auto sin el freno de mano, y cuando fueron a buscarlo para ir a casa, ya no estaba. Había rodado y cayó al muelle. Por poco lo mata, pero no se salvó de unos buenos golpes y, además, lo mejor que pudo hacer fue quedarse en el lugar y dejarles que ellos caminaran adelante. Temían que, si estaba más tiempo junto al jefe, este terminara por matarlo. Pudieron esperar a que mandaran un carro por ellos, pero Viktor no estaba dispuesto a hacerlo, y prefirió caminar hasta la casona, aun cuando se encuentra, básicamente, al otro lado de Seattle. Esa es la mejor manera en la que podría drenar algo de enojo. Pero esos hijos de puta no se salvarán del entrenamiento que tiene para ellos. Ninguno se atreverá a cometer un error como ese, nunca. – No me hables de ese jodido tema – todavía no han recorrido la distancia necesaria para que su enojo baje lo suficiente como para no querer reventar cabezas al acordarse de que le quedan horas de camino por delante. – Discúlpeme, solo quería informarle – la única que respuesta que obtiene es una mala mirada por el jefe y eso es todo. Caminan durante un par de horas más, a un buen ritmo y bajo la fría noche de Seattle, lo que logra relajar bastante al menor de los Bogdanov, o así era hasta que se escucha un fuerte grito femenino. Los tres detienen el paso. – ¡Ayuda! – inmediatamente, el enojo anterior vuelve a su cuerpo, incluso aumentó. Esos gritos solo pueden significar una cosa, y por la mierda que él va a permitir que eso ocurra en su territorio. No hace falta que diga nada, solo camina con fingida tranquilidad hacia el origen del ruido de forcejeo, seguido de cerca por sus hombres. Pronto, al cruzar una esquina, comprueba que sus sospechas eran ciertas. Frente a él, había dos sucias ratas arrinconando a una mujer que no deja de llorar y removerse. Casi la puede escuchar rezarle a un dios que no va a ayudarla. – Encárguense de la porquería – es todo lo que dice. Sus hombres inmediatamente toman a cada uno y lo alejan de la pobre mujer – En la esquina, que ella no vea una jodida mierda – ya suficiente trauma ha vivido como para que ahora, Viktor haga que torturen a dos personas frente a ella. – ¿Lo esperamos? – normalmente, Viktor, personalmente, se encarga de hacer pagar a las ratas sucias, pero al echarle un vistazo a la bola temblorosa en el suelo, niega. Ese cabello rojo se le es familiar. – Después me darán el informe, que sufran lo que sus víctimas habrán sufrido – ellos también eran delincuentes, eran mafiosos, hacían cosas malas, pero, además, tenían hermanas, madres y esposas, el mismo Dmitry, el mayor entre los líderes, tendrá una hija. Nadie en el grupo era un santo, ellos vendían sustancias ilícitas, hacían lavado de dinero, importaban y exportaban productos ilegales, también, podría decirse que eran mercenarios. Todos, al menos alguna vez, se ha manchado las manos de sangre. Pero ellos nunca aprobarían algo como abusar de un inocente. Ellos no tienen que ver con su mierda, no tienen por qué salpicarse. Ni siquiera a las hijas de putas que intentan joderlos y luego creen que por ser mujeres no serán castigadas. Ellas también son fuertemente reprendidas, Viktor no tiene contemplación con sus enemigos, sin embargo, ellas nunca recibirán una tortura como la que esas ratas pretendían someter a esa inocente. Así que sí, si Viktor se enteraba que sus hombres dejan ir a ese par con poco más que unos golpes, ellos serán los que recibirán la paliza de su vida. Entendiendo perfectamente lo que el jefe les decía entre líneas, ellos tomaron a aquellas ratas del cuello y se lo llevaron arrastrados fuera de la línea de visión de la joven, e inmediatamente, se empezaron a escuchar fuertes golpes. Por otro lado, el de los ojos bicolores se acerca un poco más a la pequeña e indefensa mujer. – Levántate – ve como ella parece encogerse más en su lugar, lo que lo hace suspirar lleno de ira. Todo lo que pudo pasarle si no llegaba a tiempo. O al menos espera que no hayan llegado muy lejos, después de todo, ella sigue vestida, eso es una buena señal. O eso espera. – Dije, que te pongas de pie – insiste con voz potente, reteniéndose con todas sus fuerzas para no ir él mismo a moler los huesos de esas asquerosas ratas de mierda por sí mismo. Finalmente, ella levanta la vista. Tiene los ojos rojos y vidriosos, todas sus mejillas húmedas, más pálida que el papel y hasta sus labios parecen azules. Sin mencionar lo mucho que está temblando. Comprobar que era quien él creía, solo hace que, por algún motivo, su furia se multiplique, sin embargo, se obliga a esperar. No puede dejarla sola en ese estado. Avanza hasta quedar a menos de un metro frente a ella y se acuclilla. Su primer instinto es tomarla entre sus brazos, pero supone que lo que ella menos necesita en este momento, es que un desconocido la toque. – ¿Te hicieron algo más? – le habla suavemente, una faceta completamente desconocida de Viktor, pero simplemente, es como si le naciera. Sin sentirse capaz de hablar o de hacer cualquier cosa, ella niega. Embelesada por el hombre frente a ella. Él la salvó, gracias a él, no le hicieron esa cosa horrible que querían hacerle. – ¿Qué estabas haciendo aquí? – pregunta sin dejar de ver los alrededores. Tendrá que ocuparse de poner patrullas por estas calles, así como esos dos, pueden haber más de esas plagas. Y él se encargará de enseñarle a toda esa mierdilla que en su territorio no se jode. Si van a hacer sus mierdas, no será bajo las narices de los Bogdanov. – Iba a mi casa – suelta finalmente en un susurro tan bajo que apenas fue audible entre los golpes, gimoteos y sollozos que provienen de unos metros más allá. – ¿Puedes caminar? – por su parte, no le molestaría escuchar cómo se rompen sus huesos y suplican piedad, pero la pequeña pelirroja no parece del tipo que pudiese soportarlo. – Sí, sí, muchas gracias – con ayuda del protagonista de todas sus fantasías, Diana logra ponerse de pie, pero sus rodillas flaquean al segundo. Su cuerpo sigue temblando como si se tratase de una hoja y sus piernas no tienen la suficiente fuerza para mantenerla de pie, mucho menos para caminar. Por un segundo, llegó a pensar que su vida llegaría a su final, nunca ha vivido una experiencia así de aterradora ni de cerca. Lo que acaba de pasar, fue, definitivamente, aterrador. Por otro lado, Viktor, aunque está furioso, no es como si hubiese visto algo de otro mundo. Por desgracia, él sabe de esas mierdas que pasan casi que a diario, y lo repudia. – No, no puedes – antes de que cayera nuevamente al piso, el ruso la ataja de la cintura. Por un momento su idea era simplemente ayudarla a caminar, pero parece tan débil, que no lo piensa dos veces y la levanta en sus brazos a estilo nupcial. >> ¿En dónde vives? – revisa que ella tenga todas sus mierdas encima, y cuando ella le confirma que únicamente llevaba un diminuto bolso, él comienza a caminar, alejándola de los gritos pidiendo piedad. Solo proveniente de una persona, seguro el otro no soportó más. – Eh… – duda, por un momento se le olvidó en donde estaba, pero ya viendo a su alrededor, se ubica y le da la dirección. Está cerca, solo un par de cuadras. El camino es silencioso, Viktor camina con la mirada al frente, pensando en las patrullas que tendrán que hacer y lo necesario que será comenzar a reclutar, mientras que, por otro lado, la cabeza de Diana está llena del hombre que la acaba de salvar. – ¿Cómo sabias que necesitaba ayuda? – suelta sin soportar más el silencio. Con la mirada completamente fija en él. – Te escuché – le da un rápido vistazo de reojo y vuelve su mirada al frente cuando nota que ella tiene sus ojos fijos en él. – ¿Tu que hacías por aquí? – acordándose de su primer encuentro con la pelirroja, suspira llenándose de paciencia para no soltarla y mandarla a la mierda. Él no podría hacerlo, pero, mentiría si dijera que no suena tentador. Es una mocosa jodidamente entrometida y fastidiosa, como un maldito grano en el culo. – Caminaba a casa – sin dejar de prestarle atención a la zona, se encuentra varios ojos fijos en ellos. Es extraño porque no es un distrito popular, de hecho, hasta ahora, es el que le ha traído menos problemas, pero al parecer, es porque no le han dado la atención necesaria por estar concentrado primero en los clubes nocturnos y barrios de bajos recursos, en donde los delitos suelen ser más frecuentes. Tiene que hablar con sus hermanos para saber que hacer al respecto, porque esto le está oliendo a mierda, y de la mala. – ¿Estabas trabajando otra vez? ¿qué haces realmente? Dijiste que eras proveedor de licor, pero no parece que lo seas – él sale de sus pensamientos al escuchar a la mocosa seguir jodiéndolo. – Sí, estaba trabajando – es lo que se limita a responder, lo que claramente no complació las dudas de la pelirroja, que consiguió lo que la distrajo satisfactoriamente de la sensación de las manos y olores que quedaron en ella. Concentrándose completamente en el hombre que la sostiene y la lleva a su casa, puede lograr olvidarse de lo que pasó hace solo minutos y todo el torrente de malos sentimientos que la invadió. – ¿Haciendo qué? – repite. El ruso toma un largo respiro y se repite en la cabeza que no puede mandarla a la mierda. – En la empresa de mi familia – ella se queda viéndolo, esperando que continuara, pero claramente, no lo hace. Ya comprendió que a él hay que sacarles las palabras a cucharadas, y por algún motivo, eso la hace sonreír. No importa que él no hable, ella puede hacerlo por las dos. – ¿Y cuál es esa empresa? ¿qué hacen? – el camino parece hacerse más largo para el Bogdanov, que está sintiendo como su paciencia comenzó a estirarse, esperando por romperse y sacarle la mierda a palos al primero que se le pase por al frente. – Bogdanov, manufacturación – entre otras mierdas más que no va a mencionar porque eso no le importa a esa jodida mocosa fastidiosa. ¿Qué no se da cuenta que es un milagro que él no haya pateado su culo lejos de él? – Oh, no he escuchado de tu empresa ¿qué más hacen? ¿en dónde está su cede principal? Es un nombre extranjero ¿de qué país vienen? ¿con que otros clubes trabajan además del Milenial? – Diana, definitivamente, no sabe la suerte que tiene y lo especial que es. Viktor no tiene paciencia, lo joden y no piensa dos veces antes de lanzar un golpe o j***r de vuelta, pero aquí está, escuchando a la mocosa parlotear como si se le fuese la maldita vida en eso. Y más impresionante todavía, respondiéndole con calma y sin mandarla a la mierda como tantas veces ha hecho en su cabeza. – En el distrito central – responde la primera pregunta, ignora las demás. Ya mucho está haciendo ayudándola y llevándola a su maldita casa en brazos como para que ahora también tenga que responder todas sus jodidas preguntas. – ¿Y de dónde vienen? – pero Diana no sabe que, en realidad, es una gran hazaña lograr que él le responda y que además no use alguna palabra malsonante. - Rusia, Moscú – ah, entonces de ahí viene ese acento. Piensa la pelirroja con una sonrisa, totalmente embelesada por ese hombre que al inicio de la noche pretendía superar y ahora aquí está, viéndolo como si fuese el hombre más hermoso que ha conocido en su vida. No es que eso diste mucho de la realidad, pero el motivo por el que ha olvidado totalmente sus planes anteriores, es porque él se ha convertido en su héroe. Ya van dos veces que la ha salvado, la primera de un chichón y esta de una verdadera desgracia. Pero Diana es el tipo de personas que le gritaba a su papá que era su héroe cuando le alcanzaba algo que ella no podía coger porque estaba muy alto. Ella sabe que es muy fantasiosa y por eso ha pasado tantas dificultades en el amor, cayendo siempre por quien no lo merece, pero algo le grita que el ruso frente a ella es completamente diferente a todo el que ha conocido antes. – ¿Es aquí? – esa pregunta la saca completamente de sus pensamientos. Ni siquiera se dio cuenta de cuando llegaron a su calle. – Ese edificio pequeño – señala al último de la calle, y él sigue caminando tranquilamente. La pelirroja es pequeña y delgada, no pesa mucho, pero ya llevan un rato caminando y él no parece ni siquiera haber sudado un poco. Eso solo hace que, la admiración que siente hacia Viktor, crezca. – ¿Ya puedes caminar? – pregunta una vez están frente al edificio. Suavemente, él la deja en el piso y no se separa sino hasta que siente que puede mantenerse estable en sus pies. – Sí, muchas gracias… – ella ve como él parece alejarse, guardándose las manos en los bolsillos, y eso la asusta un poco. No quiere que la deje sola – ¿Quieres un café o algo? Para agradecerte, por lo que hiciste hoy por mí. Viktor se queda viendo esos ojos cristalinos fijamente, pensando sobre si eso es una buena idea o no, pero rápidamente lo rechaza. Ella luce muy frágil, acaba de pasar por un momento traumático y él es tan brusco que seguro no tarda en joderlo todo y asustarla; tampoco podría pensar en usarla un poco, si ella está de acuerdo, no le vendría mal un polvo, pero entonces basta recorrerla de pies a cabeza para mandar ese pensamiento a la basura. La rompería. En conclusión, lo mejor que podría hacer por ella es dejar todo hasta aquí. La salvó, ya no tiene ni una mierda que hacer con ella. – No, debo ir a casa – eso hace que el gesto de Diana decaiga. Viktor no analiza, no tiene el tiempo para ver todos los malditos gestos que hace una persona y pensar mil veces sobre porque arruga la jodida nariz. Pero, no puede ignorar lo obvio, así que esa pequeña parte suya que ha estado dominándolo cada que ve a la pelirroja, le insiste a no dejarla con ese humor. Cuando finalmente parecía ser igual de parlanchina y alegre que cuando la conoció, puso nuevamente el maldito puchero que tenía cuando la encontró en el callejón. – Tengo cosas que hacer, no creo que sea adecuado, otro día – promete en vano. No cree que sea bueno seguir encontrándose con ella, pero eso logra poner una sonrisa en su boca. – Bien – se acerca tímida y deja un ligero beso en la mejilla del ruso, luego de lograr que se incline un poco – Buenas noches – en respuesta, él únicamente asiente y finalmente, se pierde entre la oscuridad de la noche. Sin darse cuenta que la pelirroja se quedó ahí parada, pensando en cómo hará ahora para olvidarlo.
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