CAPÍTULO TRES
Caitlin sintió algo frío y húmedo en la cara, y lentamente abrió los ojos. Se sentía desorientada mientras miraba de lado su sala de estar; se había quedado dormida sobre la silla. La habitación estaba en penumbra, y una luz tenue entraba por las cortinas, se dio cuenta de que estaba amaneciendo. La lluvia golpeaba contra el vidrio de las ventanas.
Caitlin escuchó lloriquear, y otra vez sintió algo húmedo en la cara y vio a Ruth de pie sobre ella, lamiéndola y gimiendo histéricamente. La pinchaba con su hocico frío y húmedo, y no dejaba de hacerlo.
Finalmente Caitlin se sentó, dándose cuenta de que algo andaba mal. Ruth no dejaba de lloriquear, y lo hacia cada vez más fuerte, y finalmente le ladró; nunca antes Caitlin la había visto actuar de esa manera.
"¿Qué pasa, Ruth?", Caitlin preguntó.
Ruth volvió a ladrar, luego se volvió y salió corriendo de la habitación, hacia la puerta principal. Caitlin miró hacia abajo y, en la penumbra, vio un rastro de huellas de patas embarradas por toda la alfombra. Caitlin se dio cuenta que Ruth debió haber estado fuera,. La puerta de entrada debió quedarse abierta.
Caitlin se apresuró a ponerse en pie, dándose cuenta de que Ruth estaba tratando de decirle algo, de conducirla a algún lugar.
Scarlet, pensó.
Ruth volvió a ladrar, y Caitlin sintió que era eso. Ruth estaba tratando de llevarla con Scarlet.
Caitlin salió corriendo por la habitación, su corazón latía con fuerza. No quería perder ni un segundo subiendo las escaleras para avisar a Caleb. Atravesó corriendo la sala de estar, de la recepción, y por la puerta principal. ¿Dónde podría haber encontrado a Scarlet? se preguntó. ¿Estaba a salvo? ¿Estaba viva?
Llena de pánico Caitlin salió por la puerta principal, que Ruth ya se había ingeniado en abrir, al porche delantero. El sonido de la lluvia torrencial lo invadía todo. Un trueno retumbó suavemente y le siguió un rayo de la luz del amanecer y, en el suave gris del cielo, la lluvia torrencial azotaba la tierra.
Caitlin se detuvo en lo alto de la escalera para ver a donde había ido Ruth. Se sintió invadida por el pánico. Un relámpago iluminó el cielo y allí, ante ella, había una imagen que la traumatizó -que se alojó en su cerebro y que nunca podría olvidar en toda su vida.
Tirada sobre el césped, acurrucada en una bola, inconsciente, desnuda, estaba su hija. Scarlet. Expuesta a la lluvia.
Mientras caminaba junto a ella, ladrando como loca, Ruth miraba a Caitlin y a Scarlet.
Caitlin estalló en acción: bajo corriendo las escaleras, tropezando, gritando de terror mientras corría hacia su hija. Por su mente se sucedía un millón de escenarios de lo que podría haberle ocurrido, a donde podría haber ido, cómo había regresado. Si estaba sana. Con vida.
Mientras Caitlin corría por el césped embarrado, resbalándose y deslizándose, los peores escenarios posibles pasaron por su mente al mismo tiempo.
"Scarlet" Caitlin chilló mientras otro trueno se unía a su clamor.
Era el lamento de una madre consumida por la pena, el lamento de una madre que no podía dejar de gritar mientras corría hacia Scarlet, se arrodillaba junto a ella, la tomaba en sus brazos, y oraba a Dios con todas sus fuerzas para que su hija estuviera viva.