Narra Harold
Sentado en mi oficina, miro las paredes llenas de títulos y elogios, sintiendo una vena palpitar en mi cabeza. Mi asistente, que estuvo conmigo durante años y años, se levantó y renunció sin previo aviso.
El repentino vacío en mi negocio, las tareas que ahora se estaban acumulando y los plazos inminentes fueron suficientes para llevar a cualquiera al límite.
Me recuesto en mi silla, frotándome la frente mientras trato de deshacerme de las olas de estrés que me inundan. La vida como un gran hombre de negocios no siempre es tan sexy como parece.
Necesito encontrar a alguien que asuma este puesto lo antes posible antes de que me vuele los sesos.
¿Pero dónde diablos voy a encontrar a alguien?
La puerta se abre y Katherine, mi hija, entra de un salto con un plato en la mano.
—¡Oye, papá! ¿Estás ocupado? Empuja el plato de galletas delante de mi cara—.Hice esto para ti.
Respiro profundamente y trato de sonreír.
—Hola, cariño. No te esperaba. ¿Qué está pasando?
Ella me sonríe.
—Bueno... ¡tenía que pasar a decirte que tengo a la persona perfecta para ser tu asistente! ¡Es muy inteligente y atrevida también! Katherine continúa, apenas respirando—.La amarás—mis oídos se animan ante su descripción. Pocas personas pueden seguirme el ritmo, y mucho menos recuperar mi sonrisa característica con su descaro. Estoy intrigado—.Y está disponible para empezar de inmediato— añadió.
No puedo evitar levantarle una ceja.
—¿Ahora? ¿Y quién es esta chica misteriosa? —espero su respuesta.
—Mariana.
—¿Mariana?
—Sí... Mariana. Papá, ella será perfecta. Ella trabaja muy duro— ella comienza a recitar las credenciales de Mariana y tengo que interrumpir.
—Ella es tu mejor amiga. No puedo contratar a tu mejor amiga. No es una buena idea. Además, es un conflicto de intereses.
Katherine me mira con ojos de cachorrito y puedo sentir mis paredes desmoronarse.
Maldita sea. Ella es mi debilidad.
—Solo dale una entrevista, papá.
—Cariño, no puedo hacer eso.
—Bueno... ya le dije que la entrevistarías mañana.
Me doy vuelta en mi silla mientras mis ojos se abren.
—Tú... ¿qué?
Ella me mira de nuevo con esos malditos ojos.
—Puede que ayer fingiera o no que estaba hablando por teléfono contigo y le dije que le darías una entrevista.
—¿Le mentiste?
—Mentir es una palabra fuerte—ella me pestañea—.Sabía que dirías que no si te lo preguntaba, así que tuve que tomar el asunto en mis propias manos—ella me da una sonrisa tímida. Dejé escapar un suspiro de frustración—.Mañana... a las 5 PM. Estará aquí para una entrevista.
Respiro profundamente y me rindo ante lo inevitable. Ella sabe que no puedo decir que no cuando esos ojos están puestos en mí.
—Katherine, no puedes hacer eso ¿Me oyes?
—Vamos, papá. Dale una oportunidad—ella me lanza otra mirada suplicante.
Yo suspiro.
—La entrevistaré sólo porque ya le has dicho algo, pero déjame decírtelo ahora mismo. No la contrataré—le lancé una mirada seria—¿Me entiendes?
Ella se acerca, me da un beso en la frente y deja el plato de galletas con chispas de chocolate sobre mi escritorio.
—Sí, señor—ella me sonríe antes de girarse para salir por la puerta. Ella sabe que me tiene envuelto en su dedo meñique. Ella se vuelve hacia mí por última vez antes de irse—.Papá.Dale una oportunidad real. Por favor, papá. Te gustará.
Sacudo la cabeza, maravillándome de sus travesuras mientras vuelvo al plato de galletas y tomo una. Reprimo un gemido cuando empiezo a llenar el papeleo para la entrevista de Mariana mañana.
Veamos si tienes lo necesario.
* * *
Es temprano en la mañana pero no puedo dormir. He estado dando vueltas toda la noche pensando en las cosas que se acumulan en el trabajo y que deben hacerse. Necesito ocupar este puesto lo antes posible.
Me doy la vuelta y miro el reloj.
4:17 a.m.
Me levanto de la cama y me pongo unos pantalones cortos deportivos antes de prepararme una taza de café y dirigirme al gimnasio. También podría hacer ejercicio si no puedo dormir.
El sabor metálico del gimnasio se ha convertido en mi compañero matutino. Camino hacia las pesas y tomo un juego de 30. Mientras envuelvo mis dedos alrededor del frío acero, el peso de la responsabilidad y la preocupación son reemplazados por el peso físico en mis manos. Cada elevación, cada gota de sudor que cae por mi frente se convierte en un mantra rítmico, que me desconecta del mundo de los negocios y el papeleo interminable. Soy solo yo, las pesas y el sonido de los latidos de mi propio corazón golpeando en mis oídos: un respiro momentáneo.
Mientras levanto el peso, no me doy cuenta de cuánto tiempo ha pasado hasta que suena mi teléfono. Es un mensaje de mi ex.
— Necesito hablar contigo.
Excelente. Cualquier mensaje que comience así de ella es un dolor de cabeza garantizado.
—¿Acerca de?—veo los puntos provenientes de ella. Y luego se detienen.
Miro por un minuto para ver si empiezan de nuevo.No lo hace.
Quizás ya lo superó, sea lo que sea.
Dejo mi teléfono nuevamente y mientras lo hago, mi teléfono comienza a sonar.Pensamientos ilusorios—¿Sí?—respondo, esperando estar hablando por teléfono un rato con ella. Ya puedo sentir que mis niveles de estrés aumentan.
—Harold, escuché que Johana renunció. ¿Ya la has reemplazado?
Esta mujer todavía se las arregla para meterse en mi negocio. No entiendo cómo lo hace. Estamos divorciados.
—No—yo no lo he hecho. Estoy trabajando en ello… ¿por qué?
—Escucha, sé que suena loco...— Puedo escuchar la vacilación en su voz—.Pero estaba pensando... ¿y si aceptara el trabajo?
Casi bajo de peso.
—Estás bromeando, ¿verdad?
—Lo digo en serio—ella insiste—.He estado trabajando como autónomo, pero no es estable. Necesito más dinero.
¿Mas dinero? Pienso para mí.
Le fue muy bien en el divorcio y todavía p**o casi todo por Katherine ¿Cómo necesita más dinero?
—¿Quieres trabajar para mí? ¿Después de todo?
Ella me interrumpe.
—Esto no tiene nada que ver con nuestro pasado, Harold. Necesito un empleo; necesitas a alguien para ocupar el puesto. Es una situación en la que todos ganan.
Hago una pausa, asimilando el peso de sus palabras. Es absurdo. ¡Esta es la mitad de la razón por la que nos divorciamos en primer lugar! Ella trabajó para mí por un corto período de tiempo. Pero estábamos uno contra el otro. Odiaba que yo trabajara tanto. Le molestaba mi trabajo y mi trabajo y... yo. Sin embargo, ella quería más de mí. Mas dinero. Más viajes de compras. Más vacaciones. Me rompí el trasero para mantenerla a ella y a Katherine, pero nunca fue suficiente.
¿Y ahora me pide trabajar conmigo?
—No de ninguna manera—las palabras salen más duras de lo que pretendía, pero es necesario decirlas—.No hay manera de que eso funcione.
Silencio.
Finalmente, ella vuelve a hablar.
—Harold.. por favor, no digas que no antes de haberlo pensado. En realidad, esto podría ser algo grandioso para nosotros dos y para Katherine. Sabes que soy excelente en lo que hago y necesitas a alguien competente para asumir este trabajo.
Sí.Pero ella no. No mi ex. No puedo volver a pasar por eso.
—Cristina —digo con firmeza—.No va a funcionar.
La línea se queda en silencio y unos segundos después cuelga sin decir una palabra más. Exhalo y comienzo mi siguiente serie de levantamientos, agradecido por la distracción.