CAPITULO 16

3838 Words
TIERNAN.. A la mañana siguiente, unas risitas atraviesan el aire y abro los ojos, parpadeando para alejar el sueño. Eso era una chica. Levantándome sobre mis codos, afino a mis oídos, escuchando el regular movimiento de algo que viene del dormitorio de Noah y luego un gemido seguido de algo golpeando la pared. Pongo los ojos en blanco y caigo de nuevo sobre la cama. Realmente están viviendo su mejor vida, ¿cierto? Debe ser agradable que tus compañera de cama vengan a ti. A primera hora, todas las mañanas. Las puertas se abren y cierran en la casa y reviso mi teléfono, viendo que solo son pasadas las cinco y media. Girando la cabeza, veo mi maleta sin empacar abierta sobre el suelo junto a una pila de ropa limpia que traje anoche. No terminé de empacar. Y no me cambié de ropa. Todavía llevo puesta la camiseta rota con la que Kaleb encontró me encontró anoche. Los recuerdos regresan a mi mente rápidamente y mi pecho comienza a subir y bajar más rápido mientras todo lo que sucedió en el garaje me inunda de nuevo. ¿Quién sabía que cedería tan fácilmente? Estaba lista para envolver con mis piernas a cualquiera que me mostrara al menos un poco de atención. Cierro los ojos, todavía sintiéndolo. La necesidad de que bajara más. Mis manos encuentran mi estómago debajo de las mantas y, durante un momento, finjo que es su mano. ¿Se sintió bien? Pero parpadeo, sacudiendo la cabeza. No. No. Retiro las mantas y me enderezo. Su comportamiento fue ridículo. Lo que es incluso más ridículo es que no habría intentado ir a por todas con una completa extraña si no le hubiera funcionado en el pasado. No le gustó lo que sintió. Estaba cachondo, y yo podría haber sido cualquiera. Poniéndome de pie, me quito la camiseta, fijándome unas cuantas marcas rojas alrededor del borde, y solo me toma un momento darme cuenta. Sangre. La sangre del ciervo. Aj. Todavía tenía algo sobre él cuando estuvo... sobre mí. Gruño por lo bajo y lanzo la camiseta hacia la cesta de la ropa sucia, con la mitad atorándose en el borde y colgando sobre el costado. Sacando una nueva, tomo mi cepillo de dientes y pasta, abriendo la puerta de mi dormitorio, y me dirijo hacia el baño. Gemidos, gritos y “ Wow ” de Post Malone salen de la habitación de Noah hacia el pasillo, así que me apresuro y abro la puerta del baño, viendo a mi tío ahí de pie en el lavabo, con una toalla envolviéndole la cadera. Me detengo, su torso mojado y su cabello brillan ante la tenue luz, y aparto la mirada rápidamente. Esta es una casa grande. Habría sido prudente añadir un segundo baño. Abro la boca para disculparme por irrumpir, pero la puerta está equipada con una cerradura. No es mi culpa que no la utilizara. La otra puerta del baño, la que da hacia su dormitorio, se abre, y veo aparecer a la misma mujer que estuvo ahí el otro día. Lleva puesto un ajustado vestido rojo atado al cuello, con su largo cabello castaño levantado en una cola de caballo y tacones altos negros. Lo besa en la mejilla, quedándose el tiempo suficiente para mordisquearle la mandíbula un momento, y luego sale, pasando a mi lado sin apenas una mirada. La observo bajar por las escaleras y desaparecer, y luego giro la cabeza, mirando por instinto hacia la escalera oscurecida que lleva hacia la habitación de Kaleb. —¿Ducha? —pregunta Jake finalmente. Me doy la vuelta, encontrándome con su mirada en el espejo mientras se limpia la pasta de dientes de la boca. Una gota de agua baja por su espalda. —No, yo... solo quería cepillarme los dientes. —Me giro para irme—. Esperaré. —Cuatro personas y una ducha —dice, deteniéndome—. No seas tímida. —¿Serías tímido si fuera yo caminando por todas partes en toalla? — respondo rápidamente. En serio. Se encuentra con mi mirada, con un inclinación divertida en sus labios, y asiente. —Intentaré crear el hábito de traer mi ropa conmigo cuando me duche, ¿está bien? —Y luego aclara—: Lo intentaré. No hemos tenido una mujer en casa en un largo tiempo. Le arqueo una ceja. Hay mujeres en esta casa constantemente. —Sabes a lo que me refiero —dice Jake, sabiendo exactamente lo que estoy pensando. Lo que sea. —No tienes que cambiar tus hábitos —le digo—. Si no me voy a quedar... Me mira de nuevo y luego toma una lata de crema para afeitar, sin decir lo que sea que estoy segura de que quiere decir. Entro, sacudiendo la cabeza un poco antes de humedecer mi cepillo de dientes y ponerle pasta. No voy a esperar a que termine. ¿Qué tipo de hombre enorme no se deja simplemente crecer la barba? Vuelvo a cerrar la pasta de dientes y la dejo detrás de los grifos. —Te duchaste ayer después del trabajo —murmuro, llevándome el cepillo de dientes a la boca—. ¿Normalmente te bañas de duchas en la mañana? —Solo cuando también me ensucio por la noche —replica. Titubeo, levantando la mirada rápidamente para verlo frotar crema de afeitar sobre su mandíbula y cuello sin perder ni un segundo, porque ¿de qué otra manera un hombre se ensuciaría en su propia cama por la noche? Pienso en la mujer de muslos tonificados y labios rojos que acaba de salir de aquí. Parpadeo y comienzo a cepillarme los dientes. —Hiciste un buen trabajo en los establos ayer —dice él. ¿Lo hice? —Los chicos lo han estado haciendo toda su vida y simplemente no les importa. Fue bueno verlo hecho cómo yo lo haría. Asiento una vez, pero mantengo la cabeza agachada mientras me cepillo. Me está aplacando. —¿Tienes novio, Tiernan? —pregunta él. Levanto la mirada hacia él. Me mira, afeitando la espuma cubriendo la mitad inferior de su rostro mientras se enjuaga las manos. —¿En casa, en Los Ángeles? —aclara—. ¿Tienes novio? Escupo la pasta pero, en lugar de responder, regreso a cepillarme. —¿Has tenido a algún hombre? —me pregunta más directamente cuando no respondo—. ¿Cualquiera? Ralentizo mis movimientos, con mi respiración volviéndose superficial. ¿Está preguntando si alguna vez he tenido relaciones sexuales? Cada centímetro de mi ropa toca mi piel y mi sangre corre caliente por mis venas. Aprieto el cepillo de dientes con la mano. Escupiendo una vez más, me enjuago la boca y finalmente levanto la mirada, mirándolo en el espejo. ¿Qué quiere de mí? —Todavía eres una chica —dice, adivinando la respuesta sin que la dijera—, y todavía necesitas crecer. Lo observo reclinar la cabeza y deslizar la cuchilla por su cuello, a contrapelo. —Deberías quedarte —me dice—. Es agradable tener a una mujer en la casa. Lo miro, intentando no hacerlo. La piel suave y bronceada de su cuello revelada con cada pase. El agua todavía presente en sus hombros y pecho musculosos. La forma en que la toalla abraza la V de sus caderas, y parpadeo y aparto mis ojos, pero no puedo evitar echar otro vistazo, porque me gustar mirarlo. La forma en que puede que él y Kaleb no se parezcan en cuanto a sus rostros, pero puedes totalmente ver que están emparentados a medio vestir. Tal vez debería decirle lo de anoche. Cómo su hijo me arrinconó e intentó follar en el capo de su auto y cómo tal vez este no sea el lugar más seguro para mí, después de todo. No nos llevamos bien. Noah me molesta cada vez que puede, y duermo incluso peor desde que llegué aquí. Tal vez debería decirle que me voy. Pero, en cambio, tomo la crema para afeitar, me pongo algo de espuma en la mano y comienzo a esparcirlo por mi rostro mientras él deja de afeitarse para observarme. Tan pronto como mis mejillas están cubiertas y parezco Santa, tomo de nuevo mi cepillo de dientes para usar el mango como cuchilla. —No tienes idea de cómo criar chicas —le digo. Me sonríe en el espejo. —¿Quieres que haga un hombre de ti, entonces? —Puedes intentarlo. —Y sostengo mi cepillo listo. Tal vez entonces me dejará hacer algo del trabajo de los hombres. Resopla y se inclina sobre el lavabo y lo sigo, aceptando que me guíe. Paso a paso, imito su técnica, a contrapelo en el cuello, en sentido descendente por la mejilla y mentón y por encima del labio superior. Estamos de pie uno junto al otro, mirando al espejo y deteniéndonos periódicamente para enjuagar nuestras “cuchillas” antes de continuar. Encuentra mi mirada y sonríe antes de guiarme por los últimos movimientos, pero su brazo rozando el mío hace que mi corazón lata más fuerte mientras el olor limpio de su cuerpo llena el baño. Cuando terminamos y solo quedan unos cuantos rastros de espuma, toma una toalla de la pila y limpia mi rostro y, durante un minuto, me siento como una niña pequeña y quiero reírme, por alguna razón. Pero cuando quita la toalla me mira, y mi sonrisa oculta se hunde hasta el fondo de mi estómago, y también la suya. Está cerca. Sus mirada sostiene la mía y nos quedamos ahí parados, con el calor llenando la habitación tan caliente que... Trago, viendo a su fracasado de Adán levantarse y luego caer. —Parece que he fallado —dice, con su voz apenas por encima de un susurro—. No hay manera de ocultar lo que eres. Una chica. Suena casi arrepentido de ese hecho. Se gira, limpiándose lentamente su propio rostro. —Tengo hambre. ¿Panqueques? Pero apenas lo escucho, ahí parada y observándolo, y las palabras salen de mi boca antes de que pueda detenerlas. —Puede que nunca sea un hombre —le digo—. Pero tampoco seré una chica para siempre. Hago una pausa lo suficientemente larga para verlo vacilar y su rostro caer, y no puedo evitar la pequeña sonrisa que se asoma mientras me doy la vuelta y salgo del baño. Claro que puedo tomar más responsabilidad. Cuando sea una mujer. *** Vierto un poco de masa de panqueques en la plancha, escuchando cómo chisporrotea mientras relleno el cucharón y vierto otro círculo, uno tras otro. Veo la masa burbujear contra el calor, frotando la superficie lisa de mi uña pulgar. Por una vez, estoy realmente feliz de estar haciéndoles el desayuno. Jake y Noah están fuera, haciendo sus tareas matutinas, pero aún no he visto a Kaleb y, en lugar de esconderme en mi habitación y temer encontrarme con él, puedo mantenerme ocupada. ¿Por qué demonios no está hecha mi maleta? Después de dejar a mi estúpido tío aturdido en el baño antes, me vestí e hice mi cama, dejando mi equipaje vacío abandonado en el suelo, pero incluso si el episodio con Kaleb anoche no hubiera ocurrido, no estoy segura de haber seguido adelante con la maleta entonces. Coloco el cucharón en el bol y agarro la espátula, dándoles la vuelta a los panqueques y haciendo que la masa salpique. Tal vez por eso siempre venía a casa en las vacaciones escolares. Demasiada desesperada por no estar sola. Me doy la vuelta para agarrar el plato y veo a Kaleb. Me detengo. Está inclinado contra el refrigerador, me mira fijamente y mi corazón salta mientras aprieto los muslos. ¿Cuánto tiempo lleva ahí de pie? Sus ojos verdes me miran, con la misma expresión curiosa que usó anoche, y ni siquiera puedo oír las ramas de fuera soplando contra la casa porque el pulso me late en los oídos. ¿Qué está mirando? Cerrando la mandíbula, tomo el plato de la isla y me giro, poniendo los panqueques en el plato. Sigue vestido con vaqueros, pero estos están limpios y parece que se ha duchado, aunque su cabello esté despeinado como si se acabara de levantar. Supongo que Jake no mantiene el mismo estándar que con Noah y conmigo, despertándonos a las cinco y media. Sus ojos me queman la espalda, pero después de un momento oigo la nevera abrirse y cerrarse y luego lo siento acercarse a mi lado. ¿Se va a disculpar? ¿Y si no hubiera sido su prima adoptiva? ¿Y si hubiera sido presa de verdad cuando decidió ignorar mis protestas de anoche? Lentamente, limpio la plancha y reparto cuatro cucharadas más de masa mientras él se sirve un vaso de jugo pero, aunque mis ojos están en mi tarea, todo lo que puedo ver es a él a mi lado. Huele... A el cuero. A gel de baño almizclado. Debe haberse duchado, entonces. Anoche era... lluvia, árboles, leña y sudor. Olía al bosque. El calor se reúne entre mis piernas al recordarlo. Sacudo la cabeza. Por el amor de Dios. —Deja el jugo fuera —le digo. Pero no me escucha. Se da la vuelta como si no me escuchara y toma el jugo, metiéndolo de nuevo en el refrigerador. —¿Te gusta el arándano? —pregunto—. ¿Suero de leche? Me importa una mierda lo que le guste. Solo quiero que me haga subir y hacer la maleta. —¿Trozos de chocolate? —Sigo adelante, presionándonos a ambos—. ¿Calabaza? ¿Cereales de trigo? Coge su vaso de jugo de naranja y se acerca a la mesa, bebiéndolo como si yo no existiera. Aprieto mi puño alrededor de la espátula mientras les doy la vuelta a los panqueques, respirando fuerte por la nariz. —¿Cuántos quieres? —sigo de forma monótona—. ¿Tres? ¿Cuatro? Miro para ver si asiente o sacude la cabeza o levanta los dedos para decirme cuántos quiere, pero deja el vaso sobre la mesa y saca una silla. Desconecto el enchufe de la plancha y añado los panqueques nuevos a la pila del plato, agarrando el jarabe y los tenedores. La puerta principal se abre y el suelo cruje con los pasos de Jake y Noah. ¿Cómo saben cuándo está listo el desayuno? Llevo los panqueques a la mesa, poniendo el plato en el medio mientras Noah agarra un vaso de leche y Jake se lava las manos. Ambos inmediatamente van a la mesa. El vapor de los panqueques de arándanos se eleva en el aire mientras los chicos se sientan, y me giro para recoger los platos de la isla; mi ira sigue aumentando. Coloco un plato delante de Jake, otro delante de Noah, y el último delante de mí, sintiendo los ojos de Kaleb sobre mí, porque no le di uno. No cocino para ti. Noah y Jake deben darse cuenta de que algo está pasando porque dejan de moverse. Levanto la mirada, viendo sus ojos moverse entre Kaleb y yo, y sé que Noah puede entender la tensión entre nosotros, pero no sé si Jake lo sabe todavía. Noah probablemente no hablara sobre lo de anoche por miedo a meter a su hermano en problemas. Sin embargo, sin pestañear, Kaleb toma el plato de tortitas en medio de la mesa, le da tres a Jake, tres a Noah, y luego se detiene un momento, sosteniendo mi mirada, antes de dejar caer el plato de nuevo sobre la mesa, justo delante de sí mismo y tomar el resto de las tortitas. Recoge el jarabe y lo vierte en su pila sin dejar nada para mí. Imbécil. Noah se aclara la garganta pero puedo oír la risa mientras Jake suspira, toma su plato y lo deja delante de mí. Al llegar a la isla, agarra otro y usa su tenedor para coger un par de tortitas del sobrecargado plato de Kaleb. —Veo que ya se han conocido —se queja Jake. Pero nadie responde cuando los chicos empiezan a comer. —Esto tiene buen aspecto, Tiernan —dice Jake, tratando de aliviar la tensión—. Los panqueques de arándanos son lo único que tu padre y yo... —No me importa —escupo, y aparto el plato. Todo el mundo se calla, y me levanto y agarro una manzana de la cesta de frutas. Dando un mordisco, me acerco para llenar mi botella de agua del refrigerador. Sé que estoy siendo grosera, y lo siento. Tal vez vaya a dar una caminata. Estirar las piernas, darles un poco de espacio. La cocina está tranquila unos momentos más, pero escucho a Noah hablar. —Voy a terminar la motocicleta de Lawrence hoy —le dice a su padre, supongo—. Los chicos van a venir. Voy a llevarla a Ransom's Run. A probarla. —No tomes todo el día —le dice Jake, y su tono es un poco más fuerte ahora—. Tenemos más trabajo que hacer. Su paciencia de hace un momento ha desaparecido, y sé que lo he hecho enfadar. Miro y veo que se vuelve hacia Kaleb mientras apuñala su plato con el tenedor. —Y no desaparezcas tú tampoco —le ordena a su hijo mayor. Todos los hombres se callan, apurando su desayuno, y la tensión en la habitación es ahora más espesa que el barro. Vuelvo a poner la tapa y me preparo para dejarles los platos a ellos pero, cuando me doy la vuelta para irme, veo a Kaleb mirándome otra vez. Excepto que sus ojos están en mis piernas. Llevo pantalones vaqueros cortos, no mucho, y una camisa de franela abotonada hasta el cuello. Dirijo mi mirada alrededor de la mesa, fijándome que llevo más ropa que cualquiera de ellos. Jake y Kaleb no llevan camisa, y la camiseta de Noah tiene los lados recortados, dejando ver el suave y bronceado pecho que hay debajo. El cabello n***o de Kaleb contra su cara besada por el sol. Los hombros tonificados de Jake y su estrecha cintura. Las venas de los antebrazos de Noah y... Me enderezo, trago y me doy la vuelta, saliendo rápidamente de la habitación. Tengo que salir de aquí. *** Piso el acelerador y llevo la camioneta por el camino de entrada hasta llegar a la cima de la pendiente, sintiendo la grava debajo de mí. Apagando el motor, tomo los guantes de trabajo del asiento del pasajero y salgo de la camioneta, dirigiéndome a la parte trasera mientras me los pongo. —¿Encontraste bien el camino? —Jake se acerca, dejando caer el portón trasero para mí. Asiento. —¿Fueron los chicos de ayuda? —Sí. Los dos nos subimos a la cama para empezar a descargar el heno. Después de desayunar, me pidió que llevara la camoneta al pueblo para recoger unos fardos de heno y acepté con gusto una vez que supe que podía ir por mi cuenta. Un poco de aire. Un poco de espacio. Era tan bueno como una caminata y, oye, pude ir a mi primera tienda Tack & Feed. Afortunadamente no tenía estantes con revistas a la venta, así que pude evitar las noticias de casa. La música y las risas vienen del garaje y miro, viendo un grupo de motos estacionadas a un lado. Deben ser los amigos de los que hablaba Noah cuando dijo que iba a sacar la moto hoy. Un par de mujeres están cerca mientras otras hablan en el garaje, y las veo con sus vaqueros y camisetas de verano, alegres y sonriendo. ¿Cuánto tiempo más será el clima lo suficientemente bueno para andar en motocicleta? Parece divertido. Jake y yo descargamos el heno, agarramos los cables y llevamos cada bala al establo. Una de las chicas sonríe cuando paso. Ninguna de ellas lleva maquillaje, ni manicuras elegantes, ni ropa con estilo, pero no lo necesitan. Son guapas, vestidas para jugar y, por un momento, quiero ser una de ellas. Cargo un fardo al granero y lo llevo a un puesto. ¿Va Kaleb con ellos? ¿Cómo se lleva bien con amigos sin hablar? ¿Tiene amigos? Si es así siendo mudo, ¿te imaginas lo que saldría de su boca si hablara? Sacudo la cabeza. La curiosidad se arremolina en mi mente sobre lo que le pasó a los cuatro años que le hiciera dejar de hablar, pero alejo el pensamiento. Todos tenemos problemas. —Quiero oírte —jadea alguien. Voy más despacio cuando llego al puesto. —Muéstrame lo que quieres que haga —susurra ella. Casi se me cae el heno. Su voz es apenas audible, tan suave como si estuviera colgando de un hilo. Dejo el heno, dando un paso atrás. Podría ser cualquiera. Hay mucha gente aquí ahora mismo, y no quiero avergonzarme. Lentamente, me retiro. Pero entonces oigo un gruñido, el arrastre del heno y un pequeño grito. Me detengo. —Voy a hacerte gemir —le dice—. Te va a gustar mucho. No sé por qué, pero doy un suave paso adelante. Siguiendo los sonidos hasta el puesto lejano al final del establo, llego a la puerta con la mitad superior parcialmente abierta y vuelvo a escuchar atentamente. —Vamos... —gime ella. Aguanto la respiración y miro a través de la grieta de la puerta. La piel y las manos llenan mi vista mientras él pasa sus dedos por su largo cabello n***o, y ella se arrodilla entre sus piernas y le chupa la... Aparto la mirada un segundo, y el calor sube a mis mejillas. Pero sus suaves y pequeños quejidos vuelven a llamar mi atención. Su cabeza se mueve sobre él, sus manos suben por sus muslos cubiertos de tela vaquera y agarran su cinturón, bajándole más los pantalones, de modo que veo sus caderas y la curva de su trasero. No puedo ver su cara, y no puedo ver lo que le está haciendo, pero lo sé. Subo la mirada, examinando sus músculos, su piel, brillante con el sudor de nuevo, y antes de llegar a su cara, sé quién es. Kaleb tiene la cabeza reclinada, los ojos cerrados, y respira con fuerza mientras tira del cabello de ella, forzándola a subir y bajar sobre su polla. Los músculos de sus antebrazos se flexionan y su cabello casi cuelga de sus ojos, pero le miro a la cara, con la mujer olvidada. El sudor humedece las puntas de su cabello, pegado a su piel, y sus labios se tensan periódicamente, porque... Le gusta. La oigo gemir, incluso con él en la boca, y él la baja otra vez mientras sus cejas se unen. Y entonces sus ojos se abren. Su cabeza se inclina de nuevo hacia adelante, y su mirada me clava en el lugar a través de la grieta como si supiera que estaba aquí todo el tiempo.
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