ANYA
Actualidad
A mis veintitrés años ya tenía la vida acabada, de hecho desde antes. Desde que mi padre me vendió al despiadado ruso Sergei Vasiliev, mi vida se había terminado.
Ser su esposa era un infierno, uno que no le desearía a nadie. Por culpa de él es que había dejado de ser la Anya dulce y feliz del pasado, ahora no había nada, solo un vacío enorme y frío.
Sergei Vasiliev, me había arrebatado mi vida y mi inocencia, pero lo peor de todo fue porque mi familia me entrego al mejor postor como si fuera un objeto.
Quisiera odiarlos, pero no podía, con el único que lo hacía era con ese maldito abusador que se decía ser mi esposo. No justificaré lo que mis padres me hicieron, eso nunca, ¿por qué quién en su sano juicio vende a su hija? Absolutamente, nadie que la amaría, y ahí es cuando me di cuenta de que ellos amaban más sus propiedades, su reputación y hasta sus vidas, que la mía. Eso sí dolía y hasta me rompía por completo, aunque el maltrato de ese hombre también dolía, lo que me vieron mis padres no se comparaba con ninguna otra cosa en el mundo.
Ahora vivía con este monstruo, y él hacía con mi vida a su antojo. No había salida para mí, la única forma era la muerte, y era una cobarde porque no podía suicidarme, aunque varias veces estuve a punto de hacerlo, nunca lo conseguía llevar más allá. Y por esa razón es que todavía estoy aquí intento soportarlo, después de cinco años no me podía acostumbrar a él, aunque sus maltratos ya no son tan sucesivos, como al principio.
—¿Me mandaste a llamar? —, pregunte, al entrar a su despacho.
Odiaba verlo, lo bueno es que ya no lo miraba tan seguido, se la pasaba más tiempo de viaje que en casa.
—Siéntate —ordeno firmemente, como normalmente siempre lo hacía.
—¿Pasa algo?
No voy a negar que seguía teniéndole miedo. Aunque habían pasado cinco años de estar viviendo como su esposa o más bien como su esclava, continuaba aterrada cada vez que estábamos solos. Teníamos tiempo durmiendo en habitaciones separadas porque el desgraciado dijo que se había aburrido de violar a su mujer, ya que fui un témpano de hielo para él todo este periodo, y en parte fue algo que agradecí demasiado.
Liberarme sexualmente de este monstruo, era un gran alivio.
—Necesito un heredero —dice, así como si nada.
Abro los ojos asustada y sorprendida. Pensé que nunca llegaría a pedírmelo, jamás estuve esperándolo, tener un hijo suyo era lo último que quería hacer en mi vida.
—¿Quieres… decir un hijo? —musito, no sé porque hago esa estúpida pregunta, era muy claro lo que me estaba diciendo.
—¿Qué putas tengo que explicarte para que entiendas? —su cualidad principal era enfurecer con rapidez.
Nada podía decirle, con solo abrir la boca para comentar algo y ya me estaba casi matando a golpes. Nunca dejaba de ser un infierno.
Llevaba tiempo sin ponerme una mano encima, sin abusar de mí, pero eso no le quitaba que en cualquier rato lo pudiera hacer, por ese motivo no quería estar a solas con él y mucho menos por tanto tiempo.
—No, nada Seigei, si entendí.
—Bien, entonces lo que debes hacer es ir al médico y que te hagan esas mierdas que hacen para saber si estás apta para embarazarte —agrega —Quiero que mi hijo nazca sano y fuerte.
—Pero… —titubeo completamente ida.
Me interrumpe con un gesto molesto.
—¿Quieres que te lleve arrastras hasta allá?
Negué de inmediato, era lo que menos quería.
—No, es solo que… —para mí no era fácil decir esto —tú y yo no hemos tenido intimidad desde hace mucho tiempo y… —no me atrevo a terminar.
—De eso me encargaré yo, tú solo encárgate de lo que te ordene —responde con sequedad. —¿Entendido?
Asentí resignada, no había de otra.
No quería esto, no quería traer al mundo un hijo que no deseaba tener. ¿Cómo demonios podía huir de esto? Y lo peor de todo es volver a soportar su asqueroso cuerpo desnudo sobre el mío. Con solo recordarlo ya se me había revuelto el estómago.
Quizás Seigei no tenía un aspecto desagradable, pero el ser violento, malvado y un maldito violador, eso le quitaba lo atractivo. Lo detestaba y lo único que quería era verlo muerto.
Pero eso solo era un sueño, en realidad me tocaba vivir en las pesadillas y nunca despertar. Desde que Seigei quedó a cargo de la Bratva, era más poderoso y más difícil de que lo asesinaran, aparte de que tenía a todo el crimen organizado más buscado del mundo, de su lado, era intocable.
¿Cuándo llegará el día que libre de él? Probablemente, nunca llegue, y mi futuro sea darle el hijo que quiere.
—Bien, ahora lárgate hacer eso.
Maldito. Lo único que me alegra es que no haya intentado hacer nada conmigo, por el momento, mi tortura vendría más tarde. Nunca iba a estar preparada para eso.
Me pongo de pie para salir de allí, pero antes de llegar me detiene sujetándome del brazo, de una manera que me dolió.
—Sergei, me lastimas —me queje, al mismo instante que me giro hacía él.
—Eso no es nada a comparación de esto —agrego y con su otra mano me tomo del cuello para apretarme con fuerza hasta cortarme el aire —Te ibas sin despedirte, eso no se hace querida, creo que has olvidado tus modales y debo castigarte por ello —apretó un poco más, y por un instante pensé que aquí terminaría mi vida.
—Por… favor… —conseguí decir, no podía respirar y suplicaba por aire.
—Sí, sabes las palabras correctas. ¿Por favor, qué?
—Mi… Amo… —concluí, y como si fuera la palabra clave, inmediatamente me soltó.
Toso sin parar mientras trato de respirar. Este hombre estaba a punto de matarme, no era la primera vez que lo hacía, pero tenía mucho tiempo que no intentaba hacerme tanto daño.
—Querida —añadió y me tomo del mentón clavándome sus dedos en la piel para acercarme a su asquerosa boca y besarme. Fue algo rápido, sin embargo, eso no le quitaba lo repulsivo y asqueada que me sentía —Agradecida deberías estar de que todavía provoques deseo en mí —replica, soltando bruscamente mi cara —Ahora largo —gruño retumbando en toda la habitación.
Salte por su petición amenazante. Luche por recuperar el aliento hasta que lo conseguí, reaccione e inmediatamente y me gire para salir casi corriendo de allí. No sé en qué momento comenzaron a brotar lágrimas de mis ojos, como pude las limpie con mi mano mientras me alejaba de ese monstruo.