Capítulo 2

2806 Words
Punto de vista de Kalea Después de que el señor Scout me dejó en casa, le di las gracias y me despedí, diciéndole que lo vería mañana en la escuela. Cerré la puerta de su auto, pero me sorprendió que no se fuera de inmediato. No me di la vuelta, pero tan pronto como estuve dentro de la casa y cerré la puerta, oí que su auto salía del camino de entrada. Supuse que quería asegurarse de que entrara en la casa a salvo, aunque solo era una caminata de diez segundos. Lancé mi mochila al sofá y me estrellé en el lado opuesto. Me sorprendió oír a alguien aclarándose la garganta,   —¡AH! —me senté y miré hacia el sillón para ver a mi padre.   —¡Papá! ¡Me asustaste! —le grité mientras me levantaba y me sostenía el pecho—. ¿Por qué estás en casa? Mamá dijo que ibas a llegar tarde —le pregunté mientras me componía y me sentaba derecha.   —Me lastimé durante el entrenamiento, cariño. El Beta me mandó a casa para descansar —respondió. Entonces vi que tenía un cabestrillo que sostenía su brazo izquierdo.   —Papá, ¿qué pasó? —le pregunté con preocupación mientras me acercaba y me arrodillaba junto a él.   —Es un hombro dislocado. No es nada importante. Ni siquiera duele. Estaré bien por la mañana.   —¿Lo sabe mamá?   —Sí. Lo vio pasar. Ella fue quien me obligó a ir al hospital de la manada. —Claro, tú no querías, ¿verdad? —le pregunté, mirándolo con conocimiento. Omega o no, papá seguía siendo un hombre lobo, y todos los hombres lobo tenían algún tipo de orgullo en ellos, especialmente los hombres lobo machos.   —¿Desde cuándo un hombre lobo quiere ir al hospital de la manada, Two-Tone? —respondió.   —Ugh —gruñí por este ridículo apodo para mí. Sabiendo que estaría bien, volví a mi asiento en el sofá y me dejé caer mientras apoyaba mi cabeza en el cojín.   —Kalea, ¿qué pasó en tu cabeza? —me preguntó. Lo miré y levanté una ceja confundida. Entonces recordé lo que había pasado en la escuela con Hailey.   —Oh, um… —¿Alguien te golpeó? —gruñó mientras se levantaba, sus ojos se volvieron negros.   —¡No, papá! —dije al principio, pero sabía que no me creería—. Bueno, no exactamente —cambié mi respuesta. Me miró fijamente, queriendo escuchar una respuesta real. Hinché mis mejillas y rodé los ojos, sabiendo que no dejaría esto pasar—. Está bien. Hailey estrelló mi cabeza contra el casillero porque me burlé de ella por intentar robarme el dinero del almuerzo.   —¡ESA PEQUEÑA ZORRA! —rugió mi padre, poniéndose de pie y arrancándose el cabestrillo.   —¡PAPÁ! ¡No puedes hacer nada! ¡Es la hija del Alfa! ¿Sabes lo alto que piensa de sus hijos? —le dije, poniéndome de pie delante de él, sabiendo que correría hasta allí y le arrancaría la cabeza.   —¡Y tú eres mi hija! El asalto físico contra un m*****o de la manada está en contra de la ley. Como hija del Alfa, ella debería saberlo mejor que nadie —me regañó, tratando de apartarme.   —¡Papá! ¡Si vas allí y empiezas esa mierda, solo empeorarás las cosas para mí! —defendí, haciendo que se detuviera y entablara contacto visual conmigo. Luchó con su lobo pero finalmente se calmó, y sus ojos volvieron a su color marrón normal—. Papá, siéntate —le dije, empujándolo hacia el sillón reclinable. Tomó asiento y soltó un suspiro frustrado. Miró el lado de mi cabeza y pasó el dedo por lo que supuse era un enorme hematoma que no había notado.   —No puedo creer que esa mocosa haya tenido la audacia de hacerte daño físicamente —dijo suavemente.   —Estoy bien, papá. Lo prometo. Ni siquiera fue tan fuerte. Ella todavía no tiene su loba, así que no fue tan malo como podría haber sido. Además, el señor Scout vio y le dio detención el sábado de este fin de semana. Incluso amenazó con hacer que también la tenga el próximo fin de semana y sacarla de la ceremonia de graduación si intenta replicar —le digo con una sonrisa. Snuff que también sonrió. Sabía que eso le haría sentir un poco mejor.   —Eso me recuerda, ¿quién te dejó? ¿Dónde está tu bicicleta?   —Era el señor Scout. Mi bicicleta fue robada... otra vez, y estoy bastante segura de que Hailey fue la responsable —le digo.   —Bueno, dile a tu profesor que le doy las gracias. El señor Scout parece ser un buen hombre y lobo.   —Bueno, no parece tener problemas con nosotros o la manada. Después de todo, es un lobo solitario. Eso probablemente es por qué puede castigar a Hailey. No responde al Alfa Harding —le digo.   —Hablando de eso, tendré que informarle esto. No importa si es su hija, ella debe obedecer las leyes de la manada al igual que el resto de nosotros. Aún más porque es la hija del Alfa —dice.   —Papá, por favor, no —le ruego.   —Kalea, no me sorprendería si el director ya lo hubiera reportado. O incluso tu profesor. El señor Scout puede que no pertenezca a nuestra manada, pero estoy seguro de que conoce las leyes de la manada más que nadie. Por eso puede salirse con la suya siendo un lobo solitario". Suspiro frustrada, sabiendo que tenía razón. Debido a que el señor Scout había dado detención, se habría informado al director de la escuela, que casualmente también era la mujer Delta de nuestra manada y tía materna de Hailey. Era la hermana mayor de la Luna, y todos sabían que no soportaba las malas costumbres de los hijos del Alfa. Siempre estaba peleando con la Luna por eso y diciendo que cómo ella y el Alfa criaban a Josh y Hailey condenaría a la manada debido a su inmadurez.   —Voy a hacer algo de tarea —digo y me pongo de pie, pero en cuanto lo hago, recibo un vínculo mental. Extraño, lo sé, pero dado que él es el Alfa, puede vincularse con todos los miembros de la manada, transformados o no.   "Kalea."   "¿Sí, Alfa?"   "Sí, Alfa. ¿Debo llevar a mi padre conmigo?"   "No, esto será rápido. No requiere la presencia de un padre."   "Sí, Alfa. Estaré allí enseguida." El vínculo se cortó y miré a mi padre, que tenía una mirada sabia. Sabía que el Alfa me había convocado. —Probablemente tenga que ver con Hailey —me dijo mi padre. Asentí con la cabeza y me dirigí a la casa de la manada. Esto iba a ser interesante. Punto de vista de Hailey —¡HAILEY HARDING! ¿ESTÁS LOCA! —mi padre rugió. Bajé la cabeza de inmediato y le lancé una mirada de odio a mi tía.   Cuando llegué a casa después de la escuela, quería cambiarme y hacer algunas compras importantes para la graduación, pero mi padre me dijo que fuera a su oficina. Cuando vi a la tía Minny, abreviatura de Minerva, sentada frente a él en su escritorio, y la mirada sucia que me echó cuando entré, supe que ella le había contado lo que pasó en la escuela.   —¡Fue irrespetuosa! Tuve que recordarle su lugar, papi —me defendí.   —¿Con qué autoridad? ¡No eres nada en esta manada! —me gritó y golpeó la mesa—. Solo porque eres mi hija no significa que tengas algún tipo de rumor o autoridad. ¿Quién te crees pegándole a un m*****o de la manada? —me regañó.   —Cariño, sé amable. Ella todavía es una niña —dijo mi madre, poniendo la mano en su hombro para calmarlo. Él la apartó de un empujón.   —¡Esto es por lo que es como es! ¡La adulas demasiado! Va a cumplir 18 años en menos de un mes y aún actúa como si fuera una niña —reprendió mi tía Minny a mi madre—. ¡Agredió a otro m*****o de la manada!   —¿Y si fue en defensa propia? —contraatacó mi madre.   —¿Defensa propia? ¡Mandy admitió que lo hizo porque quería enseñarle una lección a Kalea! —gritó Minny y levantó las manos como si no pudiera creer la estupidez de mi madre.   —¡BASTA! —rugió mi padre. Todos bajaron la cabeza excepto mi madre. Ella solo se volvió para mirar hacia otro lado—. He llamado a Kalea aquí.   —¿Qué!? —exclamé.   —Quiero escuchar su versión de los hechos. Como Alfa, tengo que escuchar ambas partes. He escuchado lo que tu tía Minny tenía que decir, pero necesito escucharlo de ella. Es lo justo —explicó mi padre con cierta molestia en su tono.   —¡Pero papá!   —¡Cariño! —dijimos mi madre y yo al mismo tiempo.   —¡He dicho basta! —rugió de nuevo, y las dos cerramos la boca. Ambas disparábamos miradas de odio hacia mi tía, que ni siquiera parecía afectada por eso. Unos minutos más tarde, hubo un golpe en la puerta—. ¡Entra! —la puerta se abrió y entró mi peor pesadilla.   —Alfa, ¿querías verme? —preguntó, pretendiendo ser toda amable y dulce. Miró alrededor de la habitación y me vio a mí. Su expresión facial estaba vacía y simplemente parpadeó sin decir nada.   —Kalea, por favor, siéntate —dijo mi padre mientras señalaba la silla de mi tía. Ella se levantó y dejó que Kalea se sentara. La miré con odio tan pronto como su trasero tocó el cojín, pero mi padre gruñó hacia mí—. Mandy, Minny, por favor, salgan de la habitación —dirigió a mi madre y a mi tía. Ambas salieron y cerraron la puerta tras de ellas.   —¿Qué puedo hacer por ti, Alfa? —le preguntó Kalea.   —Kalea, se ha presentado a mi atención que mi hija cometió un acto atroz contra ti. Pero antes de poder hacer algo al respecto, necesito tu declaración sobre lo que ocurrió. ¿Puedes hacer eso? —preguntó mi padre con cierta molestia en su tono.   —¿Es realmente necesario? —preguntó Kalea.   —Me temo que sí —respondió él. Kalea suspiró y asintió con la cabeza. Mi padre se volvió para agarrar lo que supuse que era el grabador para grabarlo en los registros de la manada, ya que tenía que hacerlo. Cuando no estaba mirando, le di un codazo a Kalea y la miré fijamente. Ella me miró fijamente. Agarré su brazo, la acerqué a mí y le susurré al oído lo bajo que pude para que solo ella pudiera oírme.   —Dirás que te resbalaste y caíste. Ni siquiera piensas en delatarme, haré tu miserable vida aún más miserable. ¿Entendiste, perra huérfana? —apreté los dientes. Cuando mi padre se dio la vuelta, fingí que no había pasado nada. Kalea rodó los ojos y apartó los flequillos de su cabello.   —Kalea, cuando estés lista —dijo mi padre, colocando el grabador en el escritorio. Kalea lo miró, luego a mí y luego de nuevo a mi padre. Pude ver que estaba pensando—. ¿Kalea?   —Sí, Alfa. Lo siento. Solo estoy tratando de averiguar si mentir para evitar futuras agresiones de tu perra hija, vale la pena —dijo Kalea.   —¿Perdona? —rugió mi padre.   —¿Acaso tartamudeé, Alfa? Hailey acaba de decirme que debería mentirte. De lo contrario, haría mi vida un infierno. Y estoy pensando si debería mentir o no —respondió Kalea sin vacilar. Esta perra tenía una maldita muerte deseada. No podía creer que me traicionara directamente a mi padre.   —¡TÚ MALDITA PERRA! —grité y la agarré del cabello—. ¡AHHHH! —grité mientras le sacudía la cabeza con todas mis fuerzas—. ¡TEN SUERTE DE QUE TODAVÍA NO TENGO MI LOBA! ¡TE ARRANCARÍA LA CABEZA MALDITA! —grité a todo pulmón, la tiré al suelo y le golpeé la cabeza. —¡HAILEY!!! —rugió mi padre, sacudiendo la oficina. La puerta se abrió de golpe mientras mi madre y Minny entraban corriendo.   —¡Oh, Diosa mía, Kalea, ¿estás bien?! —preguntó Minny mientras la ayudaba a levantarse.   —Minny, llévala al hospital de la manada y asegúrate de que no tenga ninguna lesión en la cabeza que pueda causar daño permanente —gruñó mi padre. La puerta se cerró tras ellos y me volví hacia mi padre—. ¿Te das cuenta de lo que acabas de hacer? —gritó a pleno pulmón mientras lanzaba el jarrón al suelo. Temblé de miedo al ver cómo su lobo salía a la superficie.   —¡Micah! ¡Micah! —gritó mi madre mientras intentaba calmarlo. Funcionó, pero solo lo suficiente como para que su lobo retrocediera. Mi padre seguía muy enojado conmigo.   —¿Te das cuenta de que atacaste a un m*****o de la manada? ¡Amenazaste con matarla! ¡En mi oficina! ¡Donde hay cámaras! —gritó mientras se acercaba a mi cara—. ¡Incluso tu hermano no era tan estúpido! Al menos, se limitaba al acoso verbal. Nunca la tocó físicamente porque sabía que era ilegal agredir a un m*****o de la manada sin provocación. ¡Pero tú lo hiciste dos veces en un solo día! ¿CÓMO PUEDES SER TAN JODIDAMENTE ESTÚPIDA? Aunque pensándolo bien, no debería sorprenderme. Después de todo, te pareces a tu madre —escupió.   —¡Micah!? —jadeó mi madre.   —¿Qué? ¿Dije algo mal? ¡Eres estúpida! ¡Y al parecer, tu hija ha salido como tú! Y ahora, la ley me obliga a castigarla. —Micah, es tu hija. ¡Y solo tiene 17 años! —exclamó mi madre.   —¡Y tiene suerte de ser solo una jodida adolescente! Si tuviera 18, tendría que entregársela a los ancianos, quienes decidirían su destino —le respondió bruscamente, haciendo que retrocediera—. Hailey, como aún eres menor de edad, no puedo aplicarte un castigo de hombre lobo. Pero sí puedo darte uno humano. Estás castigada. No tendrás ceremonia de graduación y se cancelará la fiesta.   —¡PERO PAPÁ!   —Micah, no podemos cancelar la fiesta de graduación. ¡Es para toda la manada y todos los estudiantes que se gradúan! No es solo para Hailey. ¡No castigues a toda la manada! —se opuso rápidamente mi madre.   —Está bien, pero sigues castigada y no asistirás a la graduación. Le diré a tu tía que traiga tu diploma a la casa de la manada.   —¡PAPÁ!, ¡ESTO NO ES JUSTO! —lloré.   —¡TE LO BUSCASTE! Si hubieras mantenido las manos quietas, esto nunca habría sucedido. No me importa en lo más mínimo esa ridícula excusa de mujer lobo. Pero sigue siendo un m*****o de la manada y tenemos leyes que seguir. Tu madre y yo toleramos el acoso y los insultos. Te dijimos específicamente que nunca la lastimaras físicamente, pero ni siquiera pudiste escuchar eso. Tu castigo es justo y adecuado. ¡Ahora vete de mi vista! —me levanté y salí corriendo de su oficina llorando. Todo esto era culpa de Kalea. Todo lo que tenía que hacer era quedarse callada y mentir, pero ni siquiera podía hacer eso bien. Le haría pagar a la perra mañana.   —Eres una maldita idiota, ¿lo sabes, verdad? —me di la vuelta para ver a mi hermano Josh de pie en el pasillo, con los brazos cruzados y apoyado en la pared.  —¿Qué quieres, Josh? —le grité.   —Simplemente no pudiste evitarlo, ¿verdad? Tenías que golpearla.   —¡Estaba siendo irrespetuosa!   —Siempre ha sido irrespetuosa. Es una perra Omega que desobedece a sus superiores. ¿No crees que no la he golpeado por diversión? He deseado aplastar su cara contra el suelo más veces de las que puedo contar, pero me contuve.   —¿Por qué?   —¿Por qué? Porque papá querido amenazó con quitarme el título de Alfa si la golpeaba. Huérfana Omega o no, Kalea sigue siendo un m*****o de la manada y, como futuro Alfa, tenía que abstenerme de golpearla si quería mantener mi derecho de nacimiento. Ahora te sugiero que mantengas la cabeza baja hasta la graduación y hasta que la perra cumpla 18 años —dijo y se fue. Fruncí el ceño. Josh sabía algo que yo no, pero ¿qué?
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