Espero a las chicas en la acera hasta que un taxi se detiene a mi lado. Zoe baja y paga el taxi, luego la ayudo a agarrar sus cosas del baúl. —Nunca supe que este lugar existía —dice, mirando hacia arriba al vasto hotel. —Es un poco espeluznante, parece embrujado —agrega, y me río. —De todos modos, estoy muy contenta de verte de nuevo. Estaba tan emocionada que apenas dormí anoche —Me da un fuerte abrazo. —Entonces, ¿esto es todo? —le pregunto, mirando el cochecito y la bolsa de deporte. —Sí, eso es todo, nuestra vida en una bolsa. Patético, ¿verdad? —No, para nada. ¿Ves ese pedazo de chatarra? —le digo, señalando mi carrito roto. Ella asiente con la cabeza. —Ese era el dulce hogar —le digo y ella se ríe. —Pero en serio, con respecto a las cosas del bebé, ni te preocupes. Valarie se f