Capítulo 6

1537 Words
De forma silenciosa, me acerco sigilosamente al costado de la casa y me detengo en la ventana del dormitorio de mi hermana: ella está dormida en su cama. Toco la ventana y veo movimiento; ella enciende su lámpara, entrecerrando los ojos alrededor de la habitación antes de mirar la ventana. Al verme agitándole la mano, Ava abre la boca y de inmediato se alerta antes de correr hacia mí. Tan pronto como ella abre su ventana, le paso mi bolsa, la cual ella coloca en el suelo antes de tomar a Valarian de mí para que pueda trepar por la ventana. —¡Hermana! —exclama, abrazándome. Inhalo su aroma, lágrimas brotando de mis mejillas, antes de retroceder para mirarla. Estoy empapada, mi cabello chorrea por la lluvia, pero ella no parece darse cuenta. Se lleva la mano a la boca antes de soltar un sollozo. —Esperaba que regresaras. —Ella mira al bebé con asombro. —Es hermoso —logra decir mientras le entran sollozos. Cierro suavemente la ventana mientras ella abraza a Valarian, olfateando su pequeña cabeza. —Dios mío, te he extrañado. Papá no me ha dejado buscarte; me tiene atada con una correa —dice, las lágrimas marcando su rostro. —Toma algunas ropas secas, lleva lo que quieras —susurra mientras señala su tocador. Rebusco en sus cajones y encuentro algunas ropas abrigadas, tratando de ser silenciosa para no despertar a mis padres en el pasillo. Después de ponerme algunos de sus pijamas, tengo que enrollar la cintura de los pantalones para que se mantengan en su lugar. Mi hermana me observa antes de romper en llanto nuevamente. —Estás tan delgada —solloza, hundiéndose en la cama y mirando mi cuerpo. Tiene razón: casi se pueden ver todas mis costillas y mis huesos de la cadera sobresalen. He perdido tanto peso, este es el momento en que más flaca he estado. —Estoy bien, Ava. Estoy bien —trato de tranquilizarla, rebuscando en mi bolsa para sacar un pañal. Afortunadamente, entre mi camisa y la manta que lo envuelve, Valarian logró mantenerse seco. Ella solo niega con la cabeza, mirando a mi hijo mientras lo mece. Me siento a su lado y ella se aparta en la cama para darme espacio, apoyándose en la pared. Juntas, observamos cómo mi hijo se duerme en sus brazos. Apoyando mi cabeza en su hombro, súbitamente me derrumbo. Ava intenta calmarme, pero puedo sentir cómo llora en silencio a mi lado. Ava era mi mejor amiga. Casi es imposible superar el vínculo con una hermana, alguien que conoce tus dificultades, sabe cómo es crecer con los padres que tienes, alguien que comparte cada hito contigo y cada desamor. Cómo han cambiado los tiempos. Extrañé tener a alguien con quien hablar. La única interacción que he tenido han sido miradas despectivas o unas pocas palabras para mostrar su disgusto hacia mí. Nadie preguntó cómo estaba, a nadie le importaba, y fui lo suficientemente estúpida como para creer que el Beta Marcus podría ayudar, lo suficientemente estúpida como para pensar que mi compañero me aceptaría. —¿Cómo está mamá? —le pregunto a ella, y ella niega con la cabeza. —Está bien; le pidió el divorcio a papá cuando te echó de la casa. Pero ya sabes cómo es mamá, nunca lo dejaría —me cuenta, y asiento con la cabeza. Es inaudito que las parejas de compañeros se divorcien. El vínculo impide que los compañeros sean separados. Los debilita; dos almas, juntas, o al menos así se supone que debe ser. No para mí, supongo. No espero con ansias el resto de mi vida sintiendo a mi compañero cuando está con otra mujer que no soy yo. No espero criar a nuestro hijo por mi cuenta o estar sola. Cuando Valarian se mueve, me levanto y tomo su fórmula antes de darme cuenta de que no tengo agua embotellada. Ava me pasa a mi hijo antes de tomar el biberón de mi mano. —¿Cuánto?  —Cuatro onzas —le digo, y ella asiente, abriendo la puerta justo cuando el bebé grita en voz alta. Trato de ahogar el ruido y calmarlo dándole su chupón, pero lo escupe. Mi hermana me mira en pánico. Rápidamente, intenta cerrar la puerta antes de que se abra de golpe y choca contra la pared, haciendo que Valarian grite aún más fuerte. Mi padre irrumpe en la habitación y sus ojos me encuentran instantáneamente. Le escapa un gruñido. Me acurruco, alejándome. Ava se interpone entre nosotros, tratando de protegerme de mi padre enfurecido, pero él la aparta antes de avanzar hacia mí. —Por favor, papá, ¡por favor!— ruego. Él agarra mi cabello, y yo grito. Al igual que el bebé en mis brazos, intento no soltarlo. Mis reflejos quieren alejar sus manos; en cambio, sostengo a mi hijo con todas mis fuerzas, dejando que mi cabello se arranque dolorosamente de mi cuero cabelludo. —¡Mamá! ¡Mamá! —Ava comienza a gritar frenéticamente antes de que escuche pasos en el pasillo. —¡Por favor, papá! ¡Mamá, ayúdame! ¡Mamá, por favor! —le suplico cuando ella entra corriendo, con la boca abierta en estado de shock mientras mi padre comienza a arrastrarme hacia la puerta principal por mi cabello. Mi madre agarra su brazo, suplicándole. —John, por favor déjala ir; lleva a un bebé en brazos. —Él la aparta antes de arrastrarme por el pasillo hasta el frente de la casa. —¡Papá, por favor, está lloviendo afuera! —ruega Ava. Mi madre también intenta detenerlo desesperadamente. A mi padre no le importa; les gruñe, ignorándolas a ellas y a mis llantos. Justo cuando abre la puerta principal, mi madre lo empuja. —¡John! Ella es nuestra hija, por favor —suplica, con lágrimas en los ojos y corriendo por su rostro. —Esa zorra no es mi hija —gruñe, sus colmillos asomando. —Papá, por favor, hace mucho frío afuera —ruega Ava. —¡Dije que no! ¡No voy a tener a una puta vagabunda como hija! —grita, su rostro enrojeciéndose de ira. —Entonces llévatelo a él, por favor. Me quedaré afuera; solo no lo saques. Por favor, papá, él es tu nieto —logro decir entre sollozos. Él gruñe, empujándome hacia afuera con la mano. Está a punto de cerrar la puerta en mi cara cuando intento una vez más. —Por favor, solo míralo, papá. Se enfermará. Solo una noche. Luego me iré —suplico.  Mi madre extiende la mano hacia Valarian, pero mi padre la empuja hacia atrás. —John, ¡déjame llevármelo a mí! ¡Déjame llevarme a mi nieto! —llora mi madre. Él me suelta, mirando a mi hijo antes de dirigir su mirada hacia mi madre, quien llora, con las manos extendidas hacia él, las mismas manos que me sostuvieron cuando era una niña pequeña, ahora agarrando aire en busca de mi hijo. —Dáselo, pero tú quédate afuera. No eres bienvenida aquí —dice antes de alejarse. Mi madre se apresura a agarrar a Valarian y luego me abraza brevemente. —Lo cuidaré; estaré junto a la ventana —dice, y yo asiento. —Ava tiene su bolsa de bebé —le digo. Mi hermana aprieta mis dedos, asintiendo. Las lágrimas ruedan por sus mejillas y sus labios tiemblan. —Está bien, Ava. Estaré bien —le digo a mi hermana detrás de ella antes de que mi padre les grite, haciendo que salten. —Lo siento, tengo que hacerlo —dice mi madre, cerrando la puerta. Asiento.  La cortina de la sala se abre y la lámpara se enciende. Veo cómo mi hermana se apresura hacia la cocina, y mi madre se sienta en el sofá junto a la ventana, para que yo pueda verlo. Inclinándose, mi madre entreabre la ventana para poder hablar conmigo. —Tiene tu nariz —dice, sonriendo tristemente, y yo sonrío, sentada en la silla frente al porche. Tiemblo; los pijamas de franela de mi hermana se empapan mientras la lluvia sopla hacia mí, donde estoy sentada, escuchando y observando a través de la ventana cómo mi madre alimenta a mi hijo con su biberón. Al menos él está cálido y seco, pienso para mí misma. Acunada en la silla, encojo las rodillas contra el pecho, tratando de calentarme y protegerme del frío y de las fuertes ráfagas de viento. No pasa mucho tiempo antes de que empiece a temblar incontrolablemente y mis dientes castañeteen tan fuerte que siento que se romperán. Mi madre golpea el vidrio donde descansa mi cabeza; puedo ver su desconsuelo al verme sentada en el frío y tormentoso clima. —Cambia, cariño. Intenta transformarte para mantenerte caliente —dice, apoyando su palma en el cristal. —Todavía no me he transformado —le digo, y ella me mira con tristeza. Transformarse es algo importante para los hombres lobo; es un paso hacia la madurez. Se supone que tu lobo debe representar tu futuro en la manada. Aún no me he transformado, pero cuando lo haga, no será celebratorio como lo es para la mayoría de los lobos; será puramente por necesidad.
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