Capítulo 03 | El misterioso Magnate |

1130 Words
─¿Qu-qué ocurre, Isabella? ─Inquiere balbuceando al verme, entro a su casa con miedo, tomando bocanadas de aire─. Llamaré a la policía. Miguel, sal con la escopeta ─demanda hacia su esposo, quien se levanta del sillón para salir de casa con un arma. ─¿Quieres un vaso de agua? ─Cuestiona hacia mí, pero mi vista se queda petrificada en la nada. Los minutos pasan con velocidad y sigo sin querer salir de la casa de mi vecina. ─Isabella, no encontraron a nadie en tu departamento, tienes que detallarle al oficial qué fue lo que ocurrió ─anuncia la señora Rosa, colocándome una manta en los hombros. Bajo la vista a mi camisa, rota y llena de sangre. ─Hola, soy el detective Harry, los paramédicos están en camino ─expresa un sujeto calvo con su traje de policía. ─No tengo seguro médico ─anuncio, hablando finalmente. ─Tranquila, solo te atenderán la herida y te examinarán si tienes alguna otra ─menciona con tranquilidad, tendiéndome un vaso con agua. ─Ella es muy dulce, no entiendo qué ocurrió ─menciona la señora Rosa con pesar. Sostengo el vaso en mis manos. Encarando al detective. ─¿Cómo está mi gato? ─Cuestiono, levantándome. Entrego la manta y el vaso. ─Está bien, un poco inquieto quizás porque te está buscando ─responde, doy una sonrisa al recordar a mi salvador. ─Me salvó la vida ─expreso, tomando la libreta del detective para escribir el nombre y lo que sé de Stefan. ─Él quiso abusar de mí, es mi ex. Está mal herido, por mi gato. Es todo lo que deben saber ─acoto, entregándosela─. Gracias, señora Rosa y disculpe… el susto. ─agrego, dándole una sonrisa a la pareja de ancianos que viven a unos departamentos de distancia. Asiento con inercia apretando mis manos y salgo, para volver a encerrarme en mi departamento. Gato se acerca a mí, corriendo para rozar su cola en mis piernas. Me inclino, acariciándolo. Mis ojos se escuecen nuevamente. ─Gracias, Gato ─murmuro, sollozando. Luego de dormir lo suficiente y curar mí herida, lo más que pude. La cubro con un trozo de gasa y me coloco la mejor ropa que tengo, decidida finalmente a quedarme con ese empleo. Dejo a Gato, con comida premio por cuidarme ayer y tomo una gran bocanada de aire, bajando la vista a la dirección en la tarjeta para tomar un taxi en la calle que me lleve directamente. Cuento el dinero que me queda en la billetera, esperando que sea suficiente para pagarlo. Comienzo a sentir cómo el pecho se me cierra, así que aprieto mis manos en empuñaduras hasta que el auto se detiene luego de unos cuantos minutos de camino. Entrego el monto que me pidió, admirando la fachada de la gran reja que encierra a la mansión un poco oscura para mi gusto. Hago una mueca caminando hacia el intercomunicador, presionando el botón y acomodo el bolso de tela que cuelga de mi hombro, donde tengo dos libros. ─Buenos días, bienvenido a la mansión Rumsfeld, identifíquese por favor ─menciona la voz del mayordomo. ─Soy Isabella, tomé el panfleto sobre el trabajo de… ─Adelante ─interrumpe, arrugo mi cejo cuando las rejas negras con un sello de la familia, se abren para mí. Comienzo a caminar rumbo a la mansión tenebrosa que se posa al frente de mí. ─Espero que Gato sepa dónde estoy, esto parece salido de un cuento de terror ─murmuro para mí, sintiendo el arrepentimiento. Pero pienso en el dinero y que estaré lejos de mi departamento. Tomo otra bocanada grande de aire, para colocarme erguida. Arrugo mi cejo, cuando el sujeto o mayordomo Alfred, sale de la mansión a recibirme junto a un traje blanco pulido y elegante. ─Señorita… ─Isabella Winchester ─comento, él me da una sonrisa junto a un asentimiento. Subo los escalones amplios hasta llegar a él, quien me ofrece su mano en saludo. ─Es un gusto volver a verla, adelante. El señor Rumsfeld bajará en un momento ─explica, asiento, adentrándome en la cueva de Batman, pero el aspecto interior me desconcierta, ya que todo está de un color blanco y muy iluminado. “¿Será un viejo a punto de morir?” me cuestiono, con mis pupilas bien abiertas. ─Veo que le llama la atención el lugar ─anuncia a mi lado. Elevo mi vista al techo Art Decó, como en las iglesias que investigué para uno de mis trabajos de literatura. ─Es…alucinante, no se parece a su fachada tenebrosa ─expreso con sinceridad. Él suelta una risa, entrelazando sus manos y acomodando sus guantes blancos. ─Es la idea, para que no se acerquen. Esta casa es muy importante para la familia Rumsfeld, aunque solo quede un único heredero, cada Rumsfeld que la habitó, tuvo la potestad de acomodarla a su preferencia, por eso es único, este lugar ─explica. Separo mis labios con asombro, observando las pinturas gigantescas con marcos en dorado. ─Padres difuntos del señor Maximiliano Rumsfeld ─anuncia a mi costado cuando mis ojos se quedan inertes en la figura de una mujer muy elegante y rubia, junto a un sujeto de cabello oscuro. Ambos como de la realeza, sosteniendo a un bebé. ─Lo lamento ─murmuro, bajando la vista a la chimenea del primer salón. ─Ocurrió hace mucho tiempo ─espeta, invitándome con su mano a sentarme, justo al frente de las inmensas escaleras. ─¿Desea tomar té? ─Inquiere con carisma. Niego con mi cabeza “¿Qué tal si le echan drogas? Ni estando loca” pienso, dándole una sonrisa. Suavizo mis manos en las rodillas, moviéndolas en un síntoma de la ansiedad. Alfred se detiene a mi costado, mirando hacia la escalera. Hago lo mismo, para observar cómo de repente una figura vestida de gris plomo, baja por las escaleras. Mi corazón comienza a latir con fuerza cuando observo su semblante; con cabello rubio, casi de oro y unos ojos azules vibrantes. Suelto un suspiro, ante la belleza del sujeto “¿Estoy soñando?” me cuestiono, parpadeando. Él tiene la mandíbula marcada y un poco de barba rubia, cosa que le hace ver más atractivo. Termina de bajar las escaleras para caminar hacia mí. Su cejo se arruga al verme y mi corazón se desboca. ─¿Quién es esta chica y por qué me está mirando de manera extraña? ─Cuestiona con desdén. La confusión me alberga al ver a Alfred casi temblar de los nervios. ─Viene por la entrevista, señor ─anuncia Alfred, me levanto de un salto ante su presencia. ─¿Entrevista? Esta señorita puede retirarse, no he solicitado algo por el estilo ─espeta, girando sobre sus talones. Mi mandíbula quiere caer al suelo ante la vergüenza de que me trate como alguien inferior solo por ser millonario y muy guapo… “no sabe con quién se ha encontrado” pienso, sonriendo pensando en convencerle de lo contrario.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD