Se escuchó el sonido característico de la red en fricción con el balón solo por un segundo, luego, los lamentos y gritos de emoción de los miembros del equipo dependiendo al bando que pertenecían. —¡Maldición, cúbranlo mejor! — gritó Erick molesto mientras iba a recuperar el balón para reiniciar el partido. —¡Suficiente por hoy! — informó el entrenador a los agotados jugadores deteniendo a todos. Stephen dejó escapar el aliento cansado mientras apoyaba sus manos en las rodillas. —Que gran enceste— felicitó Anthony al acercarse y palmearle un hombro mientras sus compañeros se dispersaban de la duela. —Esto no es ningún reto— dijo fastidiado el pelinegro. Los tableros electrónicos estaban apagados y aun así, sabía que llevaban una ventaja de casi veinte puntos sobre