—¿Y nunca lo encontraron? —me preguntó mientras yo sorbia por la nariz y negué con la cabeza—, ¡Me cago en la policía de tu país! —respondió molesto golpeando la mesita ratonera de la sala. Luego de aquella melodramática escena, Max insistió en saber a lo que me refería y termine contándole mi historia. De cómo abusaron de mí, (obviando la parte donde divagaba por las calles y era una huérfana cualquiera) le dije que fue saliendo de una fiesta, lo cual pareció creer y me sentía terrible por mentirle. Pero al pasar de los días se había vuelto uno de mis talentos, mentir y ser convincente. Me sirvió otra copa de vino y luego de chocarlas en un brindis “por lo hija de puta que es la vida”, lo cual me causaba gracia ahora que lo pensaba y es que rompimos cualquier rastro de hielo que había