MOSCÚ, RUSIA.
No había nada que tuviera que decir en contra de la bella y hermosa ciudad de Moscú. Sus edificios y la vida que cobraba por las noches le hacía imaginarla llena de nieve, con al menos medio metro debajo de sus pies de puros copos de hielo. Pronto llegaría ese crudo invierno y ella no estaba segura como lo tomaría su cuerpo, siempre acostumbrado a la cálida Italia.
No podía decir lo mismo de la gente. La cena en la que había participado fue aburrida y su sábado fue aún más aburrido cuando su marido la abandonó en la habitación para seguir cumpliendo con sus compromisos en lo que una esposa no era requerida. Se metió en un pijama, puso los pies sobre el sofá e inclusive vio la televisión de cabeza, buscando matar un poco la frustración que la embargaba.
Pensamientos tóxi
