MOSCÚ, RUSIA. No era un imbécil como para creerse inmortal. Quisiera o no, Valery terminó en ese bosque tan rápido como sus piernas se lo permitieron para escapar de las balas que Makar le lanzaba a modo de diversión. No había mucho que hacer cuando en sus manos solo existía un cuchillo. ¿Qué mierda haría con eso? ¿Lanzarlo y ver si lograba acertar? El diablo se estaba riendo en su cara en ese momento y la muerte le sonreía como si le dijera que era momento de cobrar todas esas vidas que él se había llevado por diversión o por necesidad. No tenía aliento, estaba cansado, agobiado y con los vellos de la nuca de punta al escuchar a la Dragunov rugir. Una de ellas casi le roza la pierna y lo lleva al suelo. Necesitaba escabullirse a como diera lugar. Cuando llegó a una especie de risco