MOSCÚ, RUSIA. Una mano pequeña y delicada acercaba sus dedos a la jaula. Al sentir la presencia, los ojos amarillos del lobo se abrieron de par en par con un gruñido entre dientes, advirtiendo que el tacto no le gustaba. Jasha observaba a la mujer que se había abrigado hasta los talones intentar encarar al siempre enfadado Koshmar. Era una mala idea, una muy mala idea. Si Valery estaba vivo y se enteraba de que había faltado a sus instrucciones, le iba a cortar la cabeza. Era arriesgado acercar a la mujer a la zona de caza, porque si Makar había logrado matarlo, eso le robaría tiempo de respuesta y la italiana podría quedarse atrapada en Kemerovo para nunca salir. Aun así, Jasha sabía que no podía presionarla porque su temperamento no le dejaría obedecer las instrucciones. La dejar