MOSCÚ, RUSIA.
Alessandra intentó escapar de su marido, no porque no quisiera que la tocara, sino porque encontró goce en oponer resistencia a esos brazos fornidos que la inmovilizaron cuando la sujetó tomándola por las muñecas y haciendo que las levantara por encima de su cabeza. Valery acercó sus labios a ella, notando su agitada respiración y su cuerpo bañado en su sudor.
La princesa rebelde estaba a su merced.
Cuando tuvo las intensiones de darle un beso, la chica hizo el rostro a un lado pero con posesividad le sujetó con su mano libre para tener acceso a su boca y devorarla en un beso lascivo y demandante. Apenas y veía sus manos, pero sintió como la sujetaba por la tela de seda y se incorporaba sin dejar de besarla. Rasguñó cerca de sus pechos con agresividad, mientras descubrí
