MOSCÚ, RUSIA.
No estaba nerviosa.
No tenía por qué estarlo.
No sería la primera vez que ese hombre la vería desnuda y la vergüenza no era algo que hiciera meya en ella cuando se lo proponía. Iba a sacar su ventaja y tenía que hacerlo desde esa noche, porque si el diablo no tenía debilidad aparente, ella debía encontrarla. No iba a permitir que su apellido se viera mermado debajo del suyo, porque tenía intensiones grandes de volver a Italia y regresar a su familia el orgullo que Valery debió haber dejado por el suelo.
No se iría, sin obtener venganza.
Y si el costo era terminar en las sabanas del enemigo lo haría, porque no tenía opción y además, seducirlo podría ser su más grande arma. Todo hombre tenía una debilidad y la mayoría del tiempo era la carne, la que salía a relucir. Al
