KEMEROVO, RUSIA
Yeva suspiró dejando salir una corriente de humo color blanca que se distribuyó a su alrededor. Hacía frío. Esperaba pacientemente a que Alessandra terminara con lo que tenía que hacer porque no había nada que deseara más que volver. Cerró la ventana para asegurar que la corriente no la calara más profundo y talló sus hombros. Tenía un abrigo encima pero no escogió el más grueso.
Mierda.
Debió haberse puesto bufanda. Últimamente, andaba un poco friolenta, mientras que Alessandra hacía de todo para acostumbrarse al frío. Con una sonrisa de diversión en sus ojos, la italiana hacía de todo para encontrar conjuntos lindos, mientras que afuera el mundo se congelaba. Esos días fueron tranquilos para ambas. Estuvieron alejadas de los hombres, disfrutaron de la mutua compañía
