MOSCÚ, RUSIA.
Si Dios controlaba el clima, no fue nada compasivo con Valery. Esa maldita italiana estaba metiendo las narices donde no debía y su cabeza no dejaba de repetir la misma matra que ella. Le gustaba follar con ella porque era preciosa y porque tenía una habilidad única para complacer su libido y llevarlo al máximo nivel. Eso no debía explicarse con palabras, solo con hechos y el cuerpo nunca mentía.
No había más explicación que esa.
En poco tiempo, le estaba dando cabida en su vida. La impresión que sintió cuando el cuchillo salió volando hacia Makar, no se quitaba de sus hombros. Estaba anonadado de que aun sabiendo que estaba en desventaja tuviera agallas. Aleksandra estaba buscando darse a respetar en su mundo y sacudió los pilares de la Sem’ya desde el primer momento.
