SEMPITERNO| INTRODUCCIÓN

5000 Words
MOSCÚ, RUSIA. Todo lo que se hace en esta vida, aquí mismo se paga y hay cosas que un hombre por mucho dinero que tenga, no puede pagar porque son cosas sin precio, como la vida. Yuri Kadyrov tenía cosas que pagar y una maldición que lo acechaba, pues para sus adentros, pensó que su primera esposa le había lanzado el mismo mal que ella, solo porque no cumplió la promesa que le hizo una vez: El hijo que habían procreado juntos debía convertirse en Glavnny, pero las cosas cambiaron o al menos lo hicieron para Yuri. Cuando Oksana Kadyrova se casó con Yuri era joven, de tez blanca como la leche y cabello rubio como el sol. Era simplemente hermano y una mujer adorada por todo el mundo debido a su temple, temple que mantenía con todo el mundo, pero que convertía en sumisión cuando estaba con su marido. Oksana le dio un hijo, un heredero varón, que por derecho de nacimiento debía heredar todo lo de su padre, incluyendo su puesto cuando este muriera, pero la mujer no contaba con que la muerte se la llevaría antes de siquiera verlo convertido en adolescente. Oksana murió en Palermo, cuando acompañó a su marido a Italia, y se vieron entrometidos en una guerra sin tregua con el odiado rival de su esposo, Lukyan Kuznet, quien perdió la vida la misma noche que ella, pero no se fue solo, arrastró a la esposa de Yuri directo hacia la muerte. Valery, el hijo de ambos, estaba entrando en los trece cuando ocurrió todo. Se quedó solo, sin una madre y con un padre, sintiendo la culpa en su ser por no haber hecho nada para salvarla, aunque en el fondo sabía que no existía mucho que pudiera hacer y al final, Oksana murió como deseaba morir, pues había sido diagnosticada con un terrible cáncer en el cerebro que poco a poco la iría apagando y que no tenía forma de ser operado. La mujer tenía un destino sembrado y ese era la muerte. Valery quedó solo a expensas de Yuri quien durante los primeros meses intentó hacer de todo para acercarse a su hijo, aunque no con el ímpetu con el que debió hacerlo. Su hijo tuvo que ver el cadáver de su madre y al verlo llorar, abrazado al cuerpo, Yuri sintió que se quebraba. ¿Que demonios haría ahora que no tenía a Oksana? Pudo haberse dedicado plenamente a su hijo, pero decidió atender sus necesidades de hombre antes que de padre, así que no tardó mucho tiempo en recurrir a nuevas amantes y a regresar a su vida normal, vida cargada de mujeres y bajas pasiones. Dejó a Valery solo, sin madre y sin padre, porque todo pareció indicar que cuando murió Oksana, también murió Yuri o al menos, el que era un buen padre. Con quince años, Valery tuvo que aceptar la nueva relación de su padre, una que lo involucraba con una mujer de buena familia y adinerada que, además, era hija de un importante oligarca ruso, quien le ayudó a aumentar aún más su enorme fortuna licita. Juntos hicieron buenos negocios, llegando a formar uniones con varias empresas del ámbito energético, a tal punto, que Yuri se volvió dependiente de la unión con su nueva familia política, un error, que todo el mundo observaría como fatídico, incluso su hijo al crecer. —Las reglas lo dictaminan Tasya. No puedes oponerte cuando hay miembros de la Sem’ya protegiendo a esta casa. Valery tiene que regresar, porque todo el mundo así lo pide. —Yuri no morirá. —Yuri está muerto en vida, Tasya. Yuri tenía cáncer de estómago. El karma se había reído en su cara y le dio el mismo final que a Oksana, solo que mucho más terrorífico porque los fuertes dolores que tenía en el estómago, le robaban el aliento y hacía ver al Glavnny como nada. Eso eran las personas delante de las enfermedades, simplemente nada. El líder de la temida Bratva lo ocultó durante muchos años, tantos como le fueron posible porque hablar de una enfermedad tan peligrosa le pudo haber robado esa careta que guardaba delante de sus más cercanos hombres, una careta de hombre fuerte. No hubo mucho que hacer, pues para cuando se lo detecto ya fue demasiado tarde y el médico le fijó una fecha. Eso no se pudo ocultar y cuando la muerte tocó a su puerta fue cuando decayó para no poder levantarse nunca. —No permitan que los Kurkov vayan por Valery. Los Kurkov eran la familia materna de Valery, la familia de su difunto abuelo, quien murió a causa de un infarto cinco años después de que estuviera encerrado en Kemerovo. Fue una dura perdida. —No puede evitar que las cosas sigan su curso. La voz de Boris interrumpió la conversación. Boris era el nuevo Sovetnik (Mano derecha del jefe o Glavnny) quien tenía el control de la residencia ahora que Yuri estaba en cama. Tasya se dio la vuelta. —No puedes traerlo aquí, yo lo ordeno. Ahora que Yuri está en cama, yo puedo hablar por mi familia, porque soy su esposa. —El Glavnny a enviado por él y no me haga corregir sus palabras, señora. Sabe que la Kadyrova está enterrada en aquí en Moscú. Su apellido se mantiene como Smirnova y, por lo tanto, el de su hijo también. Tasya lo miró ofendida. —¿Me das la espalda Boris? —Yo no le doy la espalda a nadie y por esa razón me mantengo a donde juré mi lealtad desde el primer día. Debe de tener en cuenta que su hijo es un chiquillo apenas comparado con su hermano mayor y toda la Bratva respeta al Volk. Desde mi percepción no hay nadie que tenga más derecho a esto, que el mismo Mikhail. Los ojos de Boris le dieron una información que no le gustó. Habían enviado a Kemerovo a una comitiva para comunicar al Volk el estado de su padre y por ende, su regreso a Moscú. Tasya hubiera deseado impedirlo con todas sus fuerzas, pero no fue tan inteligente como para darse cuenta de que la opinión y la palabra de Yuri se volvía nada sin la aprobación de todos, cosa que su hijo, el joven Vitaly, no tenía. —No permitiré que quiten la voluntad de mi esposo. —La voluntad del Glavnny se va a respetar. —¿Así se incline por mi hijo? —Se respetará, pero usted debe comprender que la posición de Glavnny no solo se hereda, sino también se gana y muchos consideran a su vástago un poco hombre inservible que carece de la madera para administrar, además, claro, que no tiene el apellido Kadyrov. —¡Mi hijo es un Kadyrov, Boris! La mujer se puso roja de rabia. —Y Valery es el primogénito. —Eres un jodido lamebotas, Boris. No hay lealtad en ustedes. Hay miedo, miedo porque sabes que no pueden controlarlo y que es agresivo como el diablo. Si él llega a esta casa, va a generar una masacre porque desconoce de lealtades, su único Dios es el mismo. —Que se considere un Dios no es problema. —Será problema cuando tu cabeza ruede. Boris sonrió. Su cabeza no iba a rodar, en absoluto. Boris había estado con Valery desde que era un niño, pues él ya estaba en la mansión desde que nació. No necesitaba nada más. Le resguardaba su posición como la mayoría de sus más fieles vasallos, quienes no olvidaban a la primera y ante los ojos de muchos, única Kadyrova. El Sovetnik se acercó a Tasya, pero Alik, el hermano de la mujer, se puso en medio de ambos para evitar que le hiciera daño, aunque ese no era para nada el objetivo de Boris. —No intente infundir en mí sus miedos, señora. La única cabeza que rodará aquí es la de aquellos que osen usurpar una posición que no les pertenece. Ni su padre, con todo el dinero del mundo y con las uniones que tiene con la familia Kadyrov logrará salvarla y usted lo sabe. Muchos nunca la llamaron Tasya Kadyrova si no solamente “la puta del jefe”. } La miró burlonamente y después le dió la espalda. Se estaba marchando. —¡Boris! ¡Boris! ¡Boris, hijo de puta! Alik no intervino porque sabía que Boris tenía una amplia voz dentro de las filas del Glavnny y ahora que Yuri estaba enfermo y dando sus últimos alientos de vida en una habitación de la parte superior, su hermana, tenía que darse cuenta de que nunca, en todos esos años, formó nada. Tasya sin Yuri no tenía nada. —Yo te recomiendo que te marches. —¿Cómo? ¿Cómo piensas que voy a dejar mi casa? —Cuando llegué Valery no será tu casa. Alik era sabio. Lo mejor para Tasya era marcharse con su hijo e ir bajo la protección de su padre y desde allí pensar en como apoderarse de lo que ella sentía le pertenecía por derecho a Vitaly. —¿Y dejar que ese bastardo se ría a mis espaldas? —Es mejor que dejar que te asesine. Papá puede ayudarte y tu hijo tendrá el respaldo de nuestra familia. Aquí no tienes aliados. Date cuenta de que son aliados de tu hijastro. Tú no tienes nada aquí, Tasya. Será mejor que te vayas. Nos iremos todos, antes de que él llegue. Tasya era obstinada y esa obstinación le pasaría factura porque perdió tiempo. No quería salir corriendo, sentía que eso la haría ver débil, no solo a ella, sino también a su hijo, que sin duda, tomaría su mano y saldría corriendo a esconderse detrás de su abuelo, Yegor Smirnov, un poderoso oligarca petrolero muy poderoso en Rusia, el siguiente en la pirámide, solo por debajo de los mismísimos Kadyrov. En Kemerovo, una comitiva bajó de la camioneta. Olaf Kurkov, hermano del difunto Kliment Kurkov, se quedó viendo la imponencia de la mansión de Kemerovo. No tenía muchos años de relación con su sobrino nieto, pero la familia siempre le era leal, pues la posición de uno que llevaba su sangre valía mucho y fue un encargo de Kliment. —No me gusta Kemerovo, papá. —A mí tampoco—respondió a su hijo Oleg quien le acompañó a esa ciudad del infierno en la Siberia. Las puertas de metal sé la residencia se abrieron, justo después de las de madera. Muchos decían que debían tener doble seguro porque muchos de los que entraban, siempre deseaban salir corriendo en la primera noche. Los zapatos generaron un eco con las pisadas, indicando que poca gente estaba en el recibidor la mayor parte del día. Cuando comunicó a quien deseaba ver, se le informó que el Volk estaba en la parte superior, observando una disputa. Los hombres fueron escoltados hasta el último nivel de la mansión. El techo, donde vieron a un hombre, de espaldas, observando lo que ocurría en la lejanía del bosque. Había disparos, gritos y la adrenalina de la muerte rondando en el lugar como si se tratara de la brisa invernal. Su cabello rubio estaba perfectamente cortado y los tatuajes en sus dedos se mantenían al aire porque a pesar del frío que calaba los huesos, no usaba guantes. Tenía una gran gabardina negra con una suave piel de algún animal para mantener caliente su cuello. —Buenas tardes, Volk. Cuando dió un paso hacia él, dos enormes animales de grandes proporciones hicieron su aparición mostrando sus colmillos. Su pelaje era abundante y tenían un alargado hocico que era decorado por largos y amenazadores caninos. Eran lobos, dos enormes lobos de pelaje n***o como la noche y con ojos que solo necesitaban tornarse rojos para ser nombrados “bestias infernales”. —Spokoystviye (Calma)—ordenó con una voz seductora voz ronca y varonil que hizo a los animales calmarse y dejar de mostrar los colmillos a quienes se acercaban a su amo.—Hace mucho tiempo que gente de Moscú no me visita. Es tarde, pero no vienen armados, por lo que considero que no vienen a matarme, lo que me deja con solo una opción. ¿Ya está muerto? Olaf se sintió sorprendido de su perspicacia. Ni siquiera volteó para mirarlos, solamente se limitó a acariciar a sus lobos cuando estos buscaron sus manos y se posaron uno a cada lado, como su añoraran su calor. Importando poco que fueran dos bestias que podrían hacerlo pedazos en segundos si así lo quisieran, los acarició como si solo se tratara de dos cachorros. —Su padre está muriendo. Pudieron escuchar cuando, en medio de la sonrisa que esas palabras provocaron, bufó. —El diablo debe estar contento de recibirlo. Parece que mi padre y yo tendremos que vernos las caras después de la muerte. Solo pido que si existe otra vida después, no lo recuerde—comentó casi para sí mismo—. ¿Y su bastardo? —Vitaly está en Moscú. —Con la zorra de su madre, imagino. Los lobos hicieron un gruñido amenazador cuando escucharon la mención de la mujer, como si el odio de su amo les fuera transmitido a ellos de forma sorprendente. —Imagina bien, Volk. Boris solicita su presencia porque parece ser que el Glavnny desea verlo. Su padre no resistirá mucho tiempo más y parece que no quiere irse de este mundo sin reunirse con usted. Hay quienes dicen que solo eso espera su alma para subir a la gloria de Alá. —Mi padre va al infierno, tío. Lo había reconocido a pesar de que tenían años sin verse. Valery se dió la vuelta y buscó la mirada del hombre, quien se quedó rígido cuando sus ojos hicieron contacto visual con los de su sobrino-nieto. Los ojos azules de Valery eran temibles, especialmente por la forma tan imperante con la que veía a los demás. Era un hombre mayor, pero se sintió intimidado de la sobrecarga de dominancia del Volk. Tenía una sensual barba corta que le hacía ver mucho más varonil, aunque claramente no lo necesitaba. Era imponente, especialmente por esos casi dos metros y casi doscientas sesenta libras de peso. Tenía brazos prominentes, dedos largos y seductoramente masculinos y que decir de ese torso lleno de malvados tatuajes que eran el delirio de las mujeres de Kemerovo. No cualquiera entraba a la cama con él y pocas tenían el gusto de repetir, pues era selectivo. —Moscú te espera. Kliment hubiera deseado estar en este momento contigo, pero se adelantó, sin embargo, toda nuestra familia te respalda y con nosotros la mayoría de nuestros hombres. No tendrás nada de que preocuparte, solo de asegurar tu posición, bajo los métodos que desees. Tienes el respaldo del Sovetnik de Yuri, así que lo tienes todo. Tu abuelo esperaba este momento. —Y yo también—aseguró—, creo que ha llegado la hora de saludar al bastardo que engendró mi padre y a la puta de su madre. Nada me dará más gusto que verle la cara cuando lo deje sin nada y cuando le recuerde que los bastardos no tienen cabida dentro de la línea de poder de la Bratva. Yuri Kadyrov le dijo su última voluntad antes de morir y aunque Valery pensó que se disculparía con él, lo único que le dijo fue que su testamento y deseos habían cambiado. Quería a Vitaly como su sucesor en lugar que él, y eso enardeció al rubio, quien no dudo en comunicar a su padre que lo único que pasaría sería que su amado hijo y sucesor designado le acompañaría al infierno. Yuri murió molestos después de escuchar esa amenaza. Valery odiaba a Vitaly con toda su alma. Recordaba los castigos, las bofetadas, los golpes, toda la humillación que pasó solo porque la esposa de su padre creía que estaba molestando a su hermano menor. ¿Qué podía decir de la razón por la que fue enviado a morir a Kemerovo? Todo su dolor, había sido por él, un segundo hijo que no debió nacer porque los Glavnny solo debían concebir un varón y nada más. No importaba, él había regresado las cosas a su sitio. No solo le recordaría que no debía ambicionar una posición, si no terminó asesinándolo de una forma cruel y sádica, mientras su hermano corría despavorido en los bosques rojos. Su madrastra gritaba mientras era sujetaba por uno de los hombres y sus gritos fueron un eco mientras suplicaba por la vida de su hijo. Valery se alimentaba de gritos, gritos cargados de pavor. —¡VALERY! ¡DEJA A MI HIJO!—lloriqueaba mientras escuchaba a Vitaly llamarla con agonía como si pudiera salvarlo. Intentaba soltarse a como diera lugar para ir detrás de él, pero fue imposible. Los fuertes brazos de un guardaespaldas la mantenía fija en un solo sitio.—¡VALERY! ¡MATAME A Mí! Un disparo inundó el lugar, fuerte y claro. Tasya sintió que su corazón se paralizó. Una bala había traspasado la espalda de su hijo, haciendo que cayera al suelo y llenara la nieve de sangre mientras su hermano caminaba lentamente detrás de él con su rifle sobre su hombro. —Hermano… Valery se acuclilló. —No lo soy, nunca lo fui. —Mi sangre y la tuya son las mismas. —No, Vitaly, tu sangre no es la misma que la mía. Este siempre fue tu destino y si quieres un culpable fue la zorra de tu madre y el imbécil de nuestro padre. Una lágrima escapó por el rostro del joven. —Pagarás esto. Terminarás hecho polvo, Valery. Tendrás el poder, pero nunca alcanzarás la felicidad y siempre estarás vacío porque eres un monstruo mata sangre, que ya no tiene familia y nunca la tendrá. No pudo con los sentimientos que sus palabras causaron. Un certero tiro impactó en su cabeza. —No necesito familia, si al final todos son unos perros traidores. Lo aprendí a la mala, aprendí que las personas que dicen amarte siempre se terminan marchando y que aquellos que deben protegerte solo sirven para hacer daño. Mantuvo el gatillo apretado y apartó los ojos del cadáver. Los gritos de Tasya ya no valían la pena. —¡Mi hijo, Valery! ¡No le hagas daño a mi hijo! ¡Por favor! ¡Mátame a mí! ¡No le hagas daño a él! ¡Es tu sangre! Esos gritos no valían la pena. Estaba de más luchar, Vitaly estaba muerto y él no tenía remordimientos. Con los ojos abiertos y su cuerpo desangrándose lentamente, Vitaly Kadyrov dió su último aliento cuando fue cazado como un ciervo por su sádico hermanastro, quien limpió su camino hacia el poder que le pertenecía por nacimiento. Tomó a Vitaly por el pie y comenzó a arrastrarlo dejando un macabro camino de sangre hasta que llegó a Tasya. Lo lanzó a sus pies y la mujer terminó siendo soltada y abrazada al cadáver de su hijo. Soltó un grito desgarrador al sentir el cadáver frío de Vitaly. Sus manos temblaron mientras las acercaba al rostro del joven hombre que había visto crecer y era su mayor consuelo. Su hijo estaba muerto y tal y como se lo había prometido alguna vez su hijastro, lloraba lágrimas de sangre. —¿Lo recuerdas? ¿Recuerdas lo que me dijiste cuando te enteraste de que estabas embarazada?—preguntó para después acuclillarse y observarla con diversión—. Dijiste “Aquí viene tu reemplazo y para cuando mi hijo nazca tú serás nada en la memoria de tu padre”. Es divertido Tasya, ahora quien es nada es tu bastardo. Está en el puto infierno con mi padre. —Vitaly, cariño, despierta… No me hagas esto. —Eres católica ¿No? No es un adiós, es un hasta pronto. Volverás a ver a tu hijo cuando llegue el día del juicio final. Nos veremos las caras, ambos iremos al infierno. Tasya sollozó. La mirada de varias personas estaban sobre ella. Valery había comunicado a todos sus intenciones de llevar a cabo una buena fiesta. Lo que ninguno de los invitados sabía era que la fiesta de la que hablaba, era la muerte de su hermano. Quería que todo el mundo supiera de hasta donde era capaz de llegar y que no le temblaba la mano para matar, ni siquiera a quienes compartían su sangre. La casa a las afueras fue la sede. Pensaron que tal vez se daría una reconciliación, pero todo el mundo se encontraría cara a cara con la muerte, porque Valery no perdonaba a nadie. Decenas de ojos no tardaron en posarse sobre el cuerpo de Vitaly. —Mi hijo no irá al infierno. Era solo un niño, Valery, era un niño. No tienes alma, eres un perro desgraciado que no conoce lo que es la humanidad. La forma en como se lo dijo le hizo reír. Pocas veces lo hacía, pero esta vez esa risa si fue sincera, muy sincera. Le causaba diversión que hablara de humanidad cuando fue ella quien persuadió a su padre para que le enviara a Kemerovo. —Esto es lo que creaste y esto es lo que recibes. Tasya logró hacer contacto visual. No pudo verlo más de cinco segundos. Bajó la mirada de nuevo. Estaba deshecha. —Dispárame a mí. —¿Y perderme el placer de verte muerta en vida? Estás mal, me divierte mucho el hecho de saber que a partir de esta noche no dormirás. Vas a sobrevivir, yo lo hice. No sabes lo difícil que es conciliar el sueño cuando sabes que hay gente que te quiere muerto. Ahora sabrás lo que se siente, pero tú, en cambio, sentirás la culpa de tus decisiones. No hay peor castigo para ti que saber que tu bastardo ya no respira. El rugido de un auto llamó la atención de Valery quien se incorporó y dejó a Tasya llorando apegada al cuerpo de su hijo. Sus sollozos causaron impacto en más de uno, quien se tuvo que apartar ante la macabra escena, pero para Valery fue de lo más normal y gratificante. Yegor Smirnov había llegado tarde, muy tarde. El oligarca ruso bajó de su auto solo para quedarse impactado por la escena de la que su hija y su nieto eran protagonistas. Su seguridad no tardó en apuntar a Valery, pero de inmediato el fuego fue respondido y las armas salieron a relucir. Yegor se quedó frío al reconocer al hombre que tenía muchos años de no ver. Valery tenía quince cuando se marchó y nadie más le vio, era más delgado de complexión, tenía menos tatuajes y sus ojos no eran tan hostiles en ese tiempo. —¿Qué demonios has hecho? —Mierda. Te ves jodido. Los años te han golpeado. Sigues siendo el mismo de siempre Smirnov, solo que ahora te ves con más canas y más cerca de la puta tumba. ¿Vienes por el cadáver? Descaradamente, tocó con su pie el cadáver de su hermano, haciendo que el cuerpo se moviera ligeramente. Hizo una mueca de asco cuando la sangre le manchó. Yegor convirtió sus manos en puños. —Te vas a arrepentir. Los negocios de tu padre y tu fortuna, la fortuna que tanto ambicionas se irá a la mierda por lo que has hecho. Eso no le gustó al ruso. —¿Te atreves a amenazarme? Valery no dudó en acercarse despreocupado e intimidante cuando sintió que el hombre buscaba robarle la confianza con una amenaza que sabría que le dolería. Yegor tenía una expresión igual de osca que la suya, pero su edad no le dió ventaja. El oligarca ruso se sintió al borde del llanto. —Mi único nieto está muerto, alguien tiene que pagar por ello. Esta es la razón por la que tu padre no quería que obtuvieras el poder, porque estás corrompido por tus deseos de vengarte de algo por lo que no debías. Todos los que dependen de ti sufrirán las consecuencias de tu crimen, Kadyrov. ¡Te hiciste del poder a base de una usurpación! —¿Usurpador? ¿Te atreves a llamarme así? Tu hija, esa jodida golfa, le ofreció su coño en bandeja de plata a mi padre y le mintió para que se corriera dentro de ella hasta que se embarazó. Tasya Smirnova nunca cambió de apellido, porque jamás ha sido una Kadyrova. Ni en sueños podría ser la mujer que fue mi madre. Su presencia ensució mi casa y la conciencia de mi padre. ¡Su bastardo puso en riesgo la estabilidad de la Bratva y rompió con años de tradición! Que Alá, la maldiga. —Mencionar a tu Dios, no tendrá caso, sabes que eres regido por el diablo y que como la mayoría, arderás en el puto infierno antes que temprano—exclamó Yegor sin saber que sus palabras no causaron lo mínimo en Valery—. Me llevaré a mi hija y daré sepultura a mi nieto. Valery negó. No acataría sus reglas. —Llévate a la golfa, el bastardo se queda. —¡Es mi nieto! —Y está mi jodida propiedad. Tus negocios con mi padre quedan rotos y de no ser porque tienes en tus manos varios de los negocios de mi familia te daría un tiro ahora mismo. —Hazlo. —Sé lo que tienes planeado, Yegor. Tus años te dieron la experiencia, mis vivencias me dieron la inteligencia y créeme, no hay nada más astuto que un ser humano que lleva más de diez años de su vida haciendo de todo para sobrevivir. Te metiste en los negocios de mi apellido como un cáncer, pero cuando encuentre la forma, no quedarán ni siquiera recuerdos de ti. Se acercó a Tasya quien no quería despegarse de su hijo y la tomó por el cabello para después lanzarla a los pies de su padre quien terminó recibiéndola en brazos. Estaba demasiado consternada, es más, incluso ida, como si su cuerpo estuviera presente pero su mente estuviera en otro lado. Lo que acababa de pasar con su hijo no era algo menor. Muchas mujeres habrían perdido la cabeza de dolor, porque aunque fuera la mayor de las desgraciadas, no dejaba de ser madre. Quería morir, era lo único que deseaba. Valery buscaba matarla en vida y eso fue lo que logró. No había nada más macabro que sus ojos azules llenos de satisfacción por el golpe que acababa de dar. Yegor tenía cláusulas que protegían sus bienes en caso de muerte, pero tenía movimientos más sucios que solo un perfectamente establecido testamento. Tenía otra cosa en su poder que pondría a Valery en una posición de desventaja. Tenía su fortuna en sus manos. —Déjame llevarme a mi hijo. —Tu hijo se queda aquí, donde será devorado por las bestias de la carroña. Es momento de que te vayas porque si te quedas no me pesara la mano para matarte a ti y a tu padre. Ya lo ha dicho, soy impulsivo. La amenaza hizo que Yegor la tomara del brazo y la dejara al cuidado de su hermano Alik, quién estaba con él, pues ambos se enteraron de los planes del nuevo Glavnny sin imaginar que cuando llegaran, ya sería demasiado tarde. El hombre intentó subirla al auto, pero se resistió creando una escena mucho más dramática. El oligarca ruso sabía que si no estaba muerto, era porque antes de matarlo, Valery se aseguraría de que no le sirviera mejor con vida. Tenía poder y eso era lo único que lo hacía respirar. Con el ego herido y el corazón hecho pedazos al ver a su nieto muerto sobre la nieve, decidió lanzar una amenaza poderosa basada en el arma que tenía bajo la manga. —Te vas a quedar sin nada Valery y los tiempos en los que la familia Kadyrov controlaba Rusia llegarán a su fin contigo. No serás más que un donnadie con negocios sucios que vio caer su posición como oligarca por un descuido y una maldita venganza. Si mi nieto no pudo ser un Kadyrov y un Glavnny, tú tampoco lo serás. —Tu nieto jamás pudo haber ocupado mi lugar y tu familia jamás llegará a ser como la mía. Regresarás al lugar de donde saliste y regresaras a ser ese hombre que bajaba la cabeza ante mi padre, solo que está vez, me harás las reverencias a mí. Ahora, largo. La tensión entre ambos hombres se cortaba con las manos. Yegor le dió la espalda y se dirigió a sus camionetas no sin antes lanzar una última mirada al cadáver de Vitaly. Le dolió dejarlo, pero exigirle algo a Valery sería suicidio. No estaba listo para encararlo. Pronto sí lo estaría. Boris se acercó al Glavnny. —Smirnov es poderoso. —Es momento de arreglar el desastre de mi padre y regresar a Smirnov a la coladera de dónde salió. No volverá a amenazarme. Quiero saber hasta dónde puede llegar su influencia en los negocios de mi padre. Quiero saberlo todo. Esa bruja lo hechizó por completo y dejó al descubierto la debilidad de los hombres Kadyrov. Mi padre fue débil, una mujer se rió en su cara, se burló de todos y ahora esos malditos parecen querer burlarse de mí. No saben que yo siempre soy primero. —Así será, Glavnny. Las noticias que llegarían al nuevo oligarca de Moscú no serían buenas, pues todo parecía indicar que Yuri perdió la cabeza en su enfermedad y cometió un fatídico error; entregó su más grande adquisición a la familia de su esposa y puso en riesgo el poderío de su hijo mayor. El sector petrolero pertenecía a Yegor y a los Smirnov ahora y con ello la estabilidad y la mitad de la fortuna de Valery quien no estaba dispuesto a dejar ir ni un solo rublo, fuese, cuál fuese el precio.
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