Narra Matheo —¿Vas a ir a Bielorrusia por una semana? ¿Desde cuando?— Tom, preguntó mi viejo amigo y abogado, con el ceño fruncido. Devolví el teléfono a mi bolsillo y lo miré mientras íbamos juntos en el ascensor. Sentí que me estaba enterrando lentamente y no entendía por qué lo hacía. Fue casi una compulsión. —Relajarse. No voy a ninguna parte. —Bien, porque esta noche me debes una partida de póquer. Necesito una oportunidad de recuperar los quince mil dólares que me robaste la semana pasada. Nuestras miradas se encontraron en la superficie brillante de las puertas del ascensor. —No lo robé, te lo gané. —Eres un idiota, ¿sabes?— murmuró. —Algún día, Tom, vas a perder la cabeza por hablarme así Él rio. —Ese será el día. Ahora, la verdadera pregunta es: ¿quién es lo suficien