Aunque he dormido, mi suelo ha estado plagado de pesadillas, son siempre las mismas las que me atormentan.
Hoy hemos desayunado poco, ya que me he dormido y no teníamos más tiempo que perder. Llevamos caminando casi una hora y aún no veo la entrada de la dichosa Manada.
La abuela me da una palmadita en la espalda y me señala la entrada, en la entrada hay parados dos guardias. Cuando llegamos a su posición estos nos piden que nos identifiquemos.
Les damos nuestros nombres y nos olisquean un poco, unos segundos después nos dejan pasar. Y yo que pensaba que igual nos mandaban de vuelta para casa, qué ilusa.
Se ve que hoy la gente está alborotada, hay mucha gente corriendo de un lado para otro. La verdad que esto no me gusta demasiado, no estoy acostumbrada. Mi vida es una vida muy simple, yo diría que hasta aburrida.
En mis casi veintiún años de vida, no he ido nunca a un lugar concurrido. Tampoco tenía con quién ir. Me fui de la manada con apenas once años y en el pueblo nunca hice amigos.
Todos me tenían miedo, decían que mi abuela era una bruja y que por eso vivíamos en el centro del bosque.
Así que pasé esos años entre los libros y la compañía de mi abuela. Nunca pensé en regresar aquí no me queda nada es más solo son problemas los que pueden venir.
Llegamos a la plaza y para no variar también esta abarrotada. Nos colocamos al final de la fila, le pido a mi abuela que tome asiento en uno de los bancos ya que preveo que esto va para largo.
Para no variar ella se niega en rotundo, es una cabezota de las buenas. Después de dos horas de espera, ella misma camina hacia uno de los bancos y toma asiento.
Los minutos y las horas transcurren, la fila avanza demasiado despacio... después de doce horas que se dice pronto llega nuestro turno, y suerte que hemos tenido porque todos los que van detrás tendrán que esperar a mañana.
Damos nuestros datos y ya esta! Más de doce horas para esto. Me parece una perdida de tiempo y una tomadura de pelo.
Pero si esto no es lo suficientemente frustrante ahora viene lo mejor, como la noche está por caer los límites de la Manada quedan cerrados, todo por nuestra seguridad.
Maldigo en voz alta y la abuela me regaña, no he traído apenas dinero, no pensaba que lo fuéramos a necesitar. Ahora necesitamos un hospedaje y no nos lo podemos permitir, por lo que tendremos que ir a mi casa.
La abuela mira debajo del felpudo y saca las llaves. Después de tantos años y nadie las ha cogido? Bueno supongo que aquí la seguridad es mayor que en los pueblos de los humanos.
Abro la puerta y me sorprendo al ver el interior de la casa, todo está colocado y limpio. La verdad que no entiendo nada. Llevamos fuera mucho tiempo para que la casa se mantenga así.
La abuela nota mi preocupación y me dice que unos amigos suyos la han estado cuidando, pues algún día yo querría regresar.
Para que iba a querer regresar a este maldito lugar, en el que me fueron arrebatados mis padres. Ya se que la gente de aquí no tiene la culpa, pero es doloroso volver a este lugar y ver todo lo que he perdido.
Voy a la cocina y abro la nevera, esta está vacía, después miro en las alacenas encontrándome el mismo resultado.
Miro el interior de mi monedero y veo que porto algunos dólares, necesitamos cenar algo ya que no hemos comido nada desde el desayuno y en mi caso este ha sido escaso.
Salgo a la calle en busca de un supermercado o una tienda. Solo espero que aún no hayan cerrado. Después de varios minutos caminando veo una pequeña tienda, me acerco rápido y le preguntó al dueño si me puede vender algo de pan y fiambre.
Este se niega y alega que está cerrado, yo le suplico que me venda lo que sea, que mi abuela está mayor y necesita comer algo. No es del todo mentira está un poquito mayor.
Una señora detrás de él le regaña y me dice que espere un momento. Después de unos minutos regresa con pan, fruta y algo de carne.
Le voy a dar todo lo que contiene mi monedero y ella se niega. Me llama por mi nombre y me pide que le dé recuerdos a mi abuela.
No recuerdo esta señora, la verdad es que tengo muy pocos recuerdos de la Manada. Cuando me fui de aquí intenté olvidarlo todo. Ahora cuando llegue a casa le preguntaré a la abuela quién son estos señores.
Camino de regreso a casa ya la noche ha caído. Un aroma a regaliz invade mis fosas nasales, mi loba se remueve en mi interior inquieta, mate, mate..
No la escucha, no la quiero escuchar, miro hacia todos lados y veo que no hay nadie pero si escucho a alguien correr. Esta es la única oportunidad que tengo de huir me digo a mi misma. Corro lo más rápido que puedo, pero sea quien sea el que me persigue no cesa en su empeñó.
Cojo mi camiseta y la lanzo a uno de los árboles, mientras tanto yo tomo el camino contrario. Esperando, deseando que se haya confundido y lo haya perdido.
Llegó a casa empapada en sudor y más roja que un tomate. Creo que el corazón se me va a salir por la boca.
Si tan solo la obstinada de mi loba hubiese querido ocultar su aroma, esto no habría pasado, pero no solo no lo ha ocultado sino que encima está enfadada y no me habla.
Lo que ella no entiende es que estamos bien así las dos, no necesitamos a un hombre en nuestra vida.
— Cariño, qué te pasa estás bien? Parece que vengas de correr una maratón...—
Si tan solo supieras... Pienso y dejo las bolsas en la mesa, me acerco a la ventana y veo algo de revuelo. Solo espero, solo deseo que no me encuentre. Me da igual de quién se trate, en cuanto salga el sol nos iremos de aquí para no volver jamás.