Volví a encontrarme con Giuliano para disfrutar de una velada romántica. Él, en realidad, me llamó, incluso con insistencia, para vernos en el parque de las aguas. -Ay, le dije turbada, estoy trabajando, tengo bastantes informaciones que debo desarrollar, voy a salir bastante tarde del periódico-, me disculpé azorada.
-Pero hoy es domingo-, me reclamó él riéndose y tomando las cosas en forma distendida.
-Jonathan, el que hace políticas, está mal de salud. Lo estoy reemplazando y hay mucha información que están dando en los dominicales de la televisión, son noticias bastantes delicadas que hay que manejarlas con pinzas-, le expliqué.
-Rayos-, exclamó resignado.
No sé por qué pero me conmoví de él, de sus expectativas de verme, y le dije que a las seis salía de la redacción.
-¡Muy bien! te espero en la esquina del parque-, me anunció efusivo y contento y colgó.
Después me sentí entusiasmadas y febril. Y eso era raro. Mi relación con Maicol andaba mejor y además Marifé me había advertido que Gigi le daba mala espina y esa duda la tenía, siempre, flotando, en medio de mi cabeza. Quizás eso fue lo que, sin embargo, me motivó a aceptar su invitación y a verme con él: el deseo de lo prohibido.
Habían pocas noticias además, yo le había mentido. El congreso se aprestaba a debatir el presupuesto del próximo año y era probable que le dieran luz verde aunque la oposición seguía enfrascada en hacerle la vida imposible al ejecutivo. En los programas políticos de la televisión habían descubierto, además, indicios de corrupción. Documentos comprometedores hacían tambalear al gobierno de turno. Con eso pude armar mis cuatro páginas de política.
Galarreta quedó satisfecho. -Adelanta en la web los destapes que tenemos preparados para la edición de mañana-, me dijo entusiasmado.
Después que terminé de hacer los adelantos, fui al baño y me puse bastante bonita. Aleoné mis pelos, me puse bastante rubor, me pinté la boca y también retoqué mis cejas. Como estaba con jean y blusa verde, me hice una cola casual con mi pelo, alisándolo y dejándolo caer sobre mi hombro.
-¿A dónde vas tan preciosa?-, echó a reír divertida Marcia, la que hace deportes, que también se peinaba frente a los grandes espejos del baño.
-Nada, una cita sin importancia, je je je-, me puse azorada.
Giuliano me esperaba en el parque, sonriente, fumando un cigarrillo, muy distendido, subido al respaldar de una banqueta.
-Estás muy bella-, me dijo él galante.
-Siempre estoy bella-, sonreí coqueta.
Gigi me llevó a Miraflores a pasear por Larco, viendo tiendas y las galerías. Habían muchas ofertas que me interesaron sobremanera, en especial de unos zapatos que, desde algún tiempo, tenía ganas de verlos en mi armario.
-La gente gasta más en ropa que en comida ¿sabías?-, me dijo Gigi divertido, viéndome afanosa y entusiasmada por los calzados.
-A todo el mundo le gusta verse bien-, sonreí. De inmediato me entretuve viendo un hermoso vestido rojo, largo, de noche, súper entallado que me hacía agua la boca.
- Dicen también que una mujer para salir con un hombre demora una hora veinte minutos para ponerse un bonito vestido, pantimedias, zapatos, para, luego, pero queda desnuda en tan solo un segundo cuando ya están en la intimidad-, estalló él en carcajadas.
-Es que tú lo ves por el lado irónico, no te pones a pensar que la intención de una mujer, justamente, es despertar el interés de él y que luego como dices, llegarán al lecho, pero ese juego de seducción no dura un segundo, sino, quizás, una velada entera-, le expliqué resoluta, defendiendo el por qué siempre nos ponemos tan hermosas para una cita.
-Ah, vaya, me resultaste contestona-, siguió él riendo a carcajadas.
-Lógico. La vida no es como en la televisión, con cortes en cada escena. Hay que cumplir con todos los procesos-, me entretuve, ahora, viendo una minifalda jean preciosa.
-Uyyy, eres toda una catedrática de la relación de los seres humanos-, volvió él a bromear.
-¿Y qué pasó con la capitana con la que estabas saliendo?-, le cambié de tema.
-Nada. Simplemente terminamos, no hubo química entre nosotros-, me subrayó sin embargo sin aspavientos.
-Creo que ya deberías definir tu vida sentimental, vas siempre por las ramas-, le remarqué mientras veía las blusas de todas las marcas y colores, divinas que habían en una tienda.
-Sí he ido definiendo mi vida sentimental, la verdad que me estoy convenciendo mucho en eso de qué es lo que quiero para el resto de mi existencia-, cambió él de tono.
Estrujé mi boca. -¿Sí?-, lo miré de reojo. ¡¡¡Se refería a mí!!!
-Me gustas tú, Roxana-, disparó Gigi al fin. Yo sabía que él apuntaba a eso. Cuando estaba viendo las ropas, él me desnudaba con la mirada. Lo veía con el rabillo del ojo. Estaba encantado con mi jean súper apretado. Se estiraba para contemplarme, y corría sus ojos por mis curvas, deleitándose con mis posaderas grandes y mis piernas bien pinceladas. Se hacía el loco, luego, esquivando la mirada, cuando me volvía a mirarlo, pero yo ya lo había descubierto varias veces in fraganti.
-Recién nos estamos conociendo-, intenté ser formal.
-Es verdad, pero en este poco tiempo, he aprendido a admirarte, eres muy gentil, apasionada, inteligente, tierna, además de bellísima-, me enumeró prendado a mis encantos.
Sentí el fuego revolotear en mis entrañas. Las llamas empezaron a prenderse en mi interior y empecé a sentirme excitada. Mis pechos se inflaron como globos.
-Pero no sabes cómo pienso, por ejemplo, de ti, o como soy como enamorada, quizás quedes decepcionado-, mordí mis labios.
Giuliano se me acercó, puso sus manos en mis brazos y se quedó contemplando largo rato mis ojos. Mis pechos volvieron a emanciparse dentro de mi blusa.
-Eres una mujer muy noble, tanto que todo está escrito en tus ojos. Eres un libro abierto Roxana, allí veo lo dulce que eres, y también que eres una buena amante-, me dijo muy meloso y goloso y ¡tasssss! sin que yo me pudiera reaccionar y sin darme cuenta me besó, de repente, en la boca, desarmándome por completo. Lo único que hice fue poner mis manos en su pecho y cerrar los ojos, estremecida, con mi corazón tamborileando frenético en medio del busto.
Fue un beso delicioso, no lo voy a negar. Me encantó sentir sus manos poderosas, atenazando mis brazos y verlo tan enorme delante mío, inclinado hacia mi boca. Sus labios muy varoniles me provocaron más fuegos y me sentí sexy y sensual, sometida plenamente a él.
-Tú vas muy de prisa-, al final, le dije, azorada, roja como un tomate.
-Te lo vuelvo a decir, insistió Gigi, me gustas demasiado Roxana-
Después de comer un helado, le dije que tenía que ir a dormir porque tenía que entrar temprano al diario. Él me llevó a mi casa, contándome chistes y sus experiencias en la policía. Al llegar, volvió a besarme apasionado, disfrutando de mis labios. Esta vez sus manos recorrieron mis muslos con mucho encono y afán.
-Te llamo-, me dijo y vi sus ojos brillantes, como destellos, prendidos en muchas luces.
Me acosté pensativa, entumecida. El fuego continuaba calcinándome y hasta veía las llamas chisporroteando en todo mi cuerpo.
Mordí mis labios. -No debo enamorarme-, fue lo que mascullé antes de quedarme dormida, soñando con los besos de Giuliano.