El trabajo, entonces, se hizo agobiante, dividiéndome entre la web y el diario, lo que me dejaba literalmente, convertida en una piltrafa. Casi no tenía tiempo para almorzar y con las chicas debíamos prolongar las salidas hasta más allá de dos o tres horas fuera de nuestros horarios porque teníamos mucho qué hacer, redactando, editando, buscando fotos, subiendo videos, colgando memes, multiplicarnos, inclusive, para poder cumplir con todas las comisiones y obligaciones que nos exigía el nuevo formato del diario no solo en su edición impresa, sino también en sus ediciones virtuales. Yo terminaba cada jornada muerta, exánime, sin fuerzas para nada, tan solo dar un último suspiro antes de meterme a la cama y dormir a pierna suelta y convertida en una verdadera osita, roncando a placer. No solo eso. Las chicas siempre debíamos estar lindas para leer las noticias. A toda hora. Muchas veces debía estar en las informaciones de la tarde porque una compañera estaba de comisión y hasta me quedaba para el turno de la noche y generalmente, en ese horario nocturno, había que repasar todas las informaciones del día y el noticiero, entonces, todo se me hacía largo y tedioso, peor aún con el cansancio y el sueño que me agobiaba y pese a ello debía lucir sempiterna hermosa, linda, sonriente, abanicando toda coqueta las cejas. Terminábamos, en honor a la verdad, con la lengua afuera.
El mayor problema era justamente, cubrir las informaciones para la edición en papel del diario. Los jefes calculaban una hora en ir, cubrir la noticia y regresar pero nunca se cumplía con exactitud esos horarios, pues las informaciones se prolongaban siempre más de dos horas entre buscar los datos, las entrevistas, esperar a los protagonistas de la noticia, en fin todos esos avatares que pasamos los periodistas para conseguir una primicia.
Recuerdo que una tarde estuve tres horas esperando para la presentación de unos sicarios capturados y que habían ultimado a una familia entera en un ajuste de cuentas por unos cupos en bienes y raíces. Los jefes me apuraban para que saliera al aire, pero los criminales permanecían dentro de la comisaría y yo no tenía nada de nada.
-Aún no salen de la prefectura, estoy atada de manos-, reclamaba yo molesta pero ellos, mis jefes, no entendían razones, y estaban inquietos y desesperados porque esa noticia era la central de provincias en la edición de papel y la que debía estar cerrada y en talleres antes de las seis de la tarde. Y ya eran casi las 5 y 30.
Así, debido a los apuros dramáticos de cierre, la empresa periodística que publicaba el diario, decidió dotarnos de una moderna y fabulosa laptop para mandar, de inmediato, las informaciones de la edición de provincias, sin tener que regresar a la redacción.
Al principio todo era chévere, pero luego empezamos a tener problemas con las laptop. Una tarde, recuerdo, se desató una batalla entre pandillas y yo estaba más preocupada en evitar que me caiga una bala en la cabeza que en redactar las informaciones para la web. Lo peor es que los jefes me martillaban una y otra vez desde la redacción del diario para que les mande un adelante de los hechos que estaban aconteciendo. -¡Necesitamos saber qué ocurre, urgente!-, me gritaron desde la base de informaciones, ignorantes de que yo estaba agachada, sujetando mi casco, tumbada detrás de un patrullero en tanto las balas zumbaban por todos lados igual o peor que un enjambre de abejorros.
Luego cambiaron las Laptop por tablets que eran más manejables, más rápidas, más fáciles y hasta podíamos subir los videos sin mayores problemas. El único inconveniente era que los textos tenían demasiados errores ortográficos.
-Que corrección trabaje, pues-, reclamé cuando Galarreta me llamó la atención severamente por tantos horrores en mi redacción. -De cada diez palabras, hay doce errores ortográficos, eres un desastre-, me resondró.
Los colegas ya no nos decían las atorrantes, sino las cibernéticas.
Así, en medio de esa vorágine de apuros y correrías, sustos y empellones, corazones acelerados y mucho sudor, que se convirtió el diario, con sus ediciones web, provincias y Lima, me aficioné a cubrir las conferencias de prensa. Me peleaba a puño limpio para que me designen ese tipo de comisiones, porque eran los únicos momentos en que yo podía estirar las piernas y brazos y estar tranquila, bien tumbada a una silla, con mis pelos revueltos, libre de presiones y empujones. Sin embargo eso también querían los otros colegas de la redacción y por eso se desataban las batallas campales para cubrir ese tipo de comisiones..
Fue en una de esas conferencias, mientras recuperaba el aliento, que Aponte se me declaró abiertamente.
No lo esperaba en realidad y aunque yo sabía que él estaba súper enamorado de mí, imaginaba que Aponte tomaba simplemente las cosas como algo platónico. Eso, su declaratoria de amor, ocurrió en la presentación de un nuevo partido político que entraba a tallar en las elecciones venideras. Yo estaba, toda rica, en una silla, con las piernas cruzadas y los ojos cerrados cuando él de pronto me besó la mejilla.
-Hola Roxy-, me dijo haciendo brillar sus ojos, nervioso, estirando una sonrisa dubitativa.
-Cómo estás Paco, alargué mis manos, parece que la espera va para rato-
-Entonces es buen momento para decirte que me gustas mucho-, me dijo, en ese instante, imantado a mis ojos pardos.
Ups. Quedé entumecida, petrificada en la silla, sin saber qué decirle.
-¿Podemos salir juntos, ser enamorados?-, continuó él ametrallándome.
Aponte es un hombre interesante, no lo voy a negar. Es alto, apuesto, gentil, tiene manos grandes y me gusta su sonrisa. Además es afable, pero no me veo pareja de él.
-El problema es que hay mucho trabajo en El Cotidiano, no tengo tiempo para el amor quizás para más adelante-, me sinceré, tratando de no herir tampoco sus sentimientos.
-No puedes empeñar tu vida sentimental por el trabajo-, me acorraló.
Gracias al cielo llegó Gómez del canal WTV.
-¡Tengo entradas para el festival de salsa!-, nos anunció contento.
Le dije que no, que el fin de semana estaba atareada pero Aponte volvió a la carga.
-Podemos ir, Roxy, ¿qué dices?-, me miró parpadeando de prisa.
-Como les dije, chicos, estoy muy atareada este fin de semana-, moví mi cabeza disgustada.
La loca Daniela no creía cuando le conté lo que me pasó con Aponte en la conferencia de prensa de la federación de atletismo.
-No te puedo creer, ¿Paco te dijo para ser enamorados?-, puso la cara de sorprendida.
-Imagínate-, eché a reír.
-¿Y qué vas hacer?-, me preguntó.
-Hacerme la tonta-, mascullé, arrugando mi naricita.
Daniela aprovechó para batirme. -Bueno, hacerte la tonta es tu especialidad, je je je-, rompió a reír y yo le di un buen golpe en sus pelos con mi libreta de apuntes.