Capítulo 41

1051 Words
-Roxy despierta, Roxy-, escuché la voz de Daniela llegando de lejos, como un eco distante, vacío, que intentaba abrirse paso en el silencio. -Ya está volviendo en sí-, decía el doctor con la voz entrecortada, gangosa, también a mucha distancia, como si estuviera subido a un techo. -Qué loco, su otra vida de esta mujer ha sido toda una novela-, volví a escuchar a Daniela. Ella parpadeaba y sonreía. Estaba impactada, ciertamente, por todo lo que había escuchado en la sesión hipnótica. -Pero ustedes, señoritas, ya saben que esto no es un juego. La hipnosis puede originar traumas, psicosis, incluso esquizofrenia. Es mejor tomar las cosas tan solo como una anécdota-, trató de explicar el galeno, sonriendo, aunque, obviamente, se encontraba temeroso pues las prácticas de invadir el subconsciente son muy riesgosos y puede conducir hasta la locura, como ya había ocurrido en otros tantísimos casos. Yo no recordaba nada, sin embargo. Al contrario, me sentía tranquila, serena, despejada, con ganas de seguir durmiendo. Mi corazón estaba sereno en mi pecho y bostezaba además. Me sentía incluso sensualona, je. Le pagué al doctor y salimos hacia un parque que estaba cerca y era tranquilo y acogedor. Recién, cuando nos sentamos en una banca de madera, empecé a sentir curiosidad por todo lo que había dicho en la sesión con el doctor. -Loco, todo loco-, seguía repitiéndome Daniela, sin contarme nada . -Ya, no te hagas la chistosa y cuéntame-, le pedí entonces mortificada y sumida en la curiosidad. -El problema era que el doctor no quería profundizar mucho en los temas. El tipo estaba demasiado temeroso. A cada rato me decía que si algo podía afectarte, no lo denunciáramos, que habíamos firmado un compromiso y no sé qué cosas más, en lo único que pensaba ese sujeto en salvar su pellejo si ocurría algo malo ja ja ja-, seguía riendo mi amiga. -¿Averiguaste el apellido de Miguel?-, pregunté parpadeando afanosa. -No-, no dejaba de reír Daniela. Eso me fastidió aún más. -Ay, no seas así, esa pregunta era básica-, protesté. - En serio, por más que te preguntamos, una y otra vez, no quisiste decir el apellido de cuando eras hombre-, me subrayó Daniela apretando los labios para no seguir riendo. -¿Entonces qué dije?-, me sentí frustrada. -Muchas cosas importantes. Que tenías cinco enamoradas, que no sabías cuál de ellas escoger para casarte, que todas eran unas chicas hermosas y que te cogías a todas ja ja ja-, volvió ella con sus interminables risotadas. Me espanté. -¡Ay no digas esas cosas tan feas!-, le reclamé pasmada. -Es que eso decías, pues, mujer, como te digo que todo fue bien loco-, volvió a reír Daniela. -¿Por dónde vivía?-, pregunté arreglando mis pelos, tratando de serenarme. En realidad todo lo que me estaba diciendo Daniela me tenía perpleja, sumida en una gran emoción, con mi corazón bombeando de prisa y estrellando mis rodillas una con otra víctima de la ansiedad que me aprisionaba sin clemencia. -En el distrito de Jesús María. Que vivías cerca al parque de Campo Marte-, me dijo Daniela revisando sus apuntes que había hecho en su móvil. Me emocioné. Mordí mis labios. Yo tenía razón, Mis pesquisas iban por buen camino y no me había equivocado en mis presunciones y pesquisas que hacía tratando de dar con ese sujeto que me obsesionaba. Me sentí triunfadora. -Entonces era un gran mujeriego, este Miguel-, refunfuñé luego de un rato. -Sí. Tengo varios videos. La sesión se hizo muy larga. Tú tenías recuerdos fuertes pero otros se disipaban, se hacían confusos en tu memoria. Lo que yo notaba es que te gustaba recordar esa vida extraña, sonreías mucho, lo disfrutabas, sobre todo cundo hablabas de esas mujeres-, me contó Daniela, mirándome muy pícara y traviesa. -Entonces queda confirmado que yo era un hombre en mi vida pasada-, arrugué mi naricita. -A menos que estés contando una película que se quedó metida en tu subconsciente , así es-, estalló en carcajadas Daniela. -¡Pásame todos los videos!-, le supliqué a Daniela. -Son muchos. Solo grabé las cosas que decías de ese tal Miguel, porque también el doctor te preguntaba de tu colegio, la universidad, de tu trabajo, de tu familia, de lo que te gustaba, si tenías recuerdos malos, enamorados, cosas así-, me explicó. -¿Dije algo malo? ¿Un trauma, resentimiento, cólera, animadversión a alguien?-, me preocupé. -No, nada, al contrario, con el doctor coincidimos que eres la mujer más feliz del mundo-, estiró aún más su risa Daniela. -¿Amantes? ¿Enamorados?-, me inquieté pensando en Stuart Vásquez. -Estás muy enamorada de tu Maicol, je, dijo ella, que te gusta estar con él metida en la cama ja ja ja- Wow. Yo pensaba que me gustaban otros hombres, como el policía con el que salía a veces. Eso me dio más confianza de que no era tan infiel como el tal Miguel, después de todo. -¿Qué más, qué más, qué más?-, me interesé vivamente, zarandeando a mi amiga. Daniela estaba pasando los videos a mi móvil. Eran como quince, de cinco o seis minutos cada uno. -Ese Miguel trabajaba en un estadio, creo era gasfitero, estaba preocupado porque los horarios se cruzaban con sus enamoradas, que todas le gustaban y se consideraba un afortunado en la vida-, me relató. -Claro, volví arrugar mi nariz, cinco mujeres, la pasaba mejor que un gallo en gallinero- -Ja ja ja, rompió a reír Daniela, un gallo en un gallinero, eso lo pondré en mi libro, qué loco lo que me has dicho, ja ja ja, un gallo en un gallinero, me encanta ja ja ja- Le hice prometer a Daniela que no diga nada, que era un secreto entre nosotras. Luego nos fuimos a almorzar en un restaurante muy conocido en la zona. Cuando nos sentamos, Daniela clavó sus ojos verdes en los míos y no dejaba de mirarme. -¿Y yo te gusto?-, me preguntó entonces ella, de repente, con la cara adusta pero los ojitos pícaros, con la complicidad de su linda risita. Me acerqué mucho a su naricita. -Ni un poquito, no me excitas nada de nada porque eres muy fea-, le dije y ella molesta, refunfuñó colérica, -idiota-, y rompimos las dos a reír a carcajadas.
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