Valeria no supo qué decir, había cometido un terrible error, uno que seguramente le costaría muy caro. Pero ella no estaba arrepentida de levantar la mano contra Isabella, sino de no haber notado a tiempo a su abuela, quien se atravesó en su camino. Sus ojos se llenaron de lágrimas de impotencia e indignación y luego de emitir un fuerte gruñido, ella se dio la media vuelta para salir del restaurante corriendo. — Abuela… — Intentó hablar Aiden, cuando fue interrumpido por Máximo. — Señora Sinclair, ¿se encuentra bien? — Preguntó, todavía atónito, por lo sucedido. — ¿Qué hace usted con mi nieta, señor Collins? — Replicó Margaret, ceñuda, ignorando por completo la pregunta de Máximo. — ¿Por qué noto, últimamente, que usted siempre está en los alrededores de Isabella justo cuando algo le