Máximo salió de la habitación de Isabella, completamente confundido, «¿Qué demonios acaba de suceder?», sopesaba. Primero, se sentía extraño, ¿la cercanía con Isabella lo había afectado? No, eso era imposible. El ritmo acelerado de su corazón debía ser por la impresión de descubrir la verdad: que la joven sí era la misma indigente que arrolló; sumado al sobresalto que le causó la llegada inesperada de la señora Margaret Sinclair a la habitación… Sí, debía ser eso. Una vez él creyó aclarados esos extraños sentimiento y sensaciones, había otro punto en qué pensar. Había descubierto la verdad sobre la joven y mucho más de lo que esperaba descubrir. Sí, efectivamente, la chica que estaba en ese crucero era la misma indigente que había arrollado… Pero, ¿también era una Sinclair? Él todaví