Fueron muchos los días y las noches en que Isabella oró, y todo lo que pidió fue poder recuperar su casa, la cual estaba llena de recuerdos de sus padres; conseguir un empleo digno y estable que le permitiera mantenerse y poder estudiar una carrera en la universidad. Sin embargo, allí estaba ella, recorriendo las tiendas más exclusivas y caras del país junto a su abuela, Margaret, quien había ordenado a las dependientas traer para Isabella sus prendas más hermosas, excepcionales, a la moda y costosas para su nieta. La vida de la chica había dado un tremendo giro, dándole mucho más de lo que ella necesitaba o deseaba, sin embargo, Isabella era muy consciente de que nada de esto era a cambio de nada, pues tenía un alto precio que pagar: su libertad. Isabella se sentía mareada y nerviosa,