—¿Estás seguro que deseas ir? — preguntó dulcemente Samantha.
—Claro cariño, desde hace un año que empezamos nuestra relación y aún no conoces a mi familia. — Sam observó en silencio a Micah, últimamente estaba muy nervioso, nunca quiso llevarla a conocer a su familia, porque al parecer no se llevaba con sus dos hermanos. — No me mires así, sé lo que te he dicho, pero mi madre me ha estado llamando, está deseando verme, desde hace 6 meses no voy, así que no me queda de otra es mi madre.
—Bien, ¿te quedaras hoy conmigo?
—No, sabes que eres como una tentación para mí, y has dicho que quieres llegar virgen a nuestro matrimonio, ese es otro motivo por el que debo viajar, debo avisar que en tres meses nos vamos a casar. — dijo sonriendo, lo que hizo que Samantha sonriera.
—Está bien, iré hacer la cena, para que cenemos juntos antes de que te vayas.
—¿Por qué insistes en cocinar, si tienes quién lo haga? — comentarios como esos eran los que Sam odiaba.
—Micah, te he dicho mil veces, que odio que porque tenga dinero o gente que trabaje para mi no pueda yo hacer mis propias cosas. Recuerda que soy la mejor chef de Chicago. — Micah levantó las manos en son de rendición, no pensaba discutir, al fin y al cabo mientras a él no lo pusiera hacer nada, todo estaba perfecto.
Samantha salió rumbo a la cocina, ella amaba cocinar, por algo era eso lo que había estudiado, era la mejor chef de Chicago desde hace 3 años, tenía 2 restaurantes que iban de maravilla, uno en Chicago y uno en Seattle, abrió este último hacía 6 meses y lo hizo para cuando se casara con Micah tener uno de sus restaurantes cerca.
Cuando terminó de hacer una ensalada césar y un pollo con patatas al horno, añadiendo un postre de brownie con helado.
Al salir de nuevo a la sala Micah se encontraba hablando por teléfono.
—Sí, eso debemos arreglarlo, antes de que sea muy tarde, nos vemos dentro de un rato. — al escucharlo frunció el ceño y carraspeo para que Micah la escuchara, este se puso pálido y le sonrió disimulando sus nervios, corto sin despedirse.
—¿Ocurre algo?
—Sí, una casa la están construyendo mal, estoy cansado de que si no estoy yo presente no hacen bien las cosas.
—Cariño te he dicho, que si tienes trabajo es tu deber estar ahí. — Micah se acercó a ella y la besó hasta dejarla sin aliento.
—Lo sé, pero me encanta estar contigo, siempre tienes mucho trabajo y a diferencia de ti, si le p**o a alguien para que trabaje conmigo debe hacer las cosas bien.
—Bueno, mejor vayamos a cenar, que al parecer, tendrás que ir a trabajar un poco — dijo suavemente.
Samantha era una mujer muy dulce, amable, tierna, cariñosa, inteligente y muy fuerte, sus padre no veían de muy buen agrado su relación con Micah, había algo de él que no le gustaba, pero respetaban la decisión de su hija.
Después de que Micah se fuera, Sam decidió ir hacer las maletas, en dos días viajaría a Seattle, y estaría ahí casi tres meses, unos 15 días antes de la boda, una que se celebraría en la mansión de sus padres, su madre y su hermana menor Skyler, se estaban encargando de todo, sólo separaba estar tomando la decisión correcta.