El mismo día
Miami
Gonzalo
Después de analizar mejor las cosas, decidí buscar otro camino para proteger mi fortuna, mi herencia, porque yo podré ser muchas cosas, pero no un traidor mucho menos con mi sangre, además prefiero mantener al margen al exesposo de Teresa, cubrirme las espaldas, para tener las garantías que no saldré perjudicado, porque Fernando es una rata capaz de traicionarme con tal de conseguir ser el presidente de los hoteles, más bien decidí ser pragmático, frío, calculador, para poder tener un aliado que nunca me traicionaría, mi abuelo Ricardo, además que el viejo es mucho más fácil de manipular.
Tras dejar la oficina decidí venir a corroborar la información que me dio Ana de Lourdes Montes, además de ver que el imbécil de mi primo no despilfarre el dinero de la familia con alguna estupidez que haga, así estoy en la recepción del hotel preguntando donde demonios se encuentra Bruno.
–Señor Davalos deme un segundo para confirmar donde esta su primo, porque en la mañana estaba en la bodega, aunque me parece que Bruno y Lourdes salieron, pero deje llamarlos a la suite donde se hospedan.
Este imbécil ¿Está acostándose con su hermana? No lo creo, pero debe haber una explicación lógica para que abandone su pent-house, ¡Cierto! Debe estar cuidando a la muchacha, aunque mejor despejo mis dudas.
–Lidia, no lo llames, yo subo a su habitación, ¿En qué suite se hospeda Bruno?
–Su primo está en la suite esplendor, incluso optó por instalar una pequeña oficina para trabajar mejor dentro del lugar.
Viéndome obligado camino al ascensor, pensando las cosas que tengo que hacer para salvar mi pellejo de un desquiciado, incluso quisiera desaparecer para librarme de tantos problemas, pero no pienso perder mi herencia por los idiotas de mis primos, me repite mi subconsciente cuando vuelvo a la realidad al abrirse las puertas del ascensor para abandonarlo, así continúo por el pasillo, mirando cada detalle, incluso me doy cuenta que pusieron más cámaras de seguridad en el piso, así sin darme cuenta mis pasos me llevan delante de la puerta de la suite, tocando esperando que el idiota de Bruno abra, cuando lo hace un hombre de unos 30 años de edad, corpulento, tipo militar, de traje n***o, diría que es un guardaespaldas, obligándome a romper el silencio con mi voz.
–Soy Gonzalo Davalos, busco a mi primo Bruno, permiso….
–Usted no puede ingresar a la suite sin la autorización del señor Bruno Davalos– repite interponiéndose delante de mí.
–¡Imbécil! Este es mi hotel, yo soy uno de los dueños y como tal te exijo que me dejes ingresar o haré que te echen, ¿Fui claro? –replico con una mirada asesina hasta que somos interrumpidos por una voz femenina.
–Douglas deja ingresar al señor a la suite, yo me encargo de él– repite Lourdes quedándome sin palabras.
En verdad no entiendo mi actitud, ni siquiera logro reaccionar al ver a Lourdes con un aire diferente, no voy a negar que la muchacha es hermosa, mucho para mí mal, pero verla en este atuendo tan informal, vestida con unos jeans, una blusa blanca con botones y unos tacos, me descoloca, claro ahora intento disimular, para terminar, haciendo mi voz presente.
–Muchacha busco a Bruno, ¿Sabrás dónde puedo encontrarlo? –repito con mi voz envuelta en desdén.
–Mi nombre no es muchacha, así te tardes más tiempo, llámame por mi nombre, soy Lourdes– replica con una mirada fulminante.
Lourdes
Tras una mañana diferente, donde pude desestresarme de la mejor forma que conozco conduciendo a grandes velocidades un auto en las pistas de carreras, estoy mucho mejor, incluso le gane unos cuantos dólares al imbécil del otro día, aunque quien todo el tiempo estuvo con el corazón en la mano fue Bruno, el pobre no sabía como sentirse seguro, creo que fue demasiada velocidad para él, pero dentro de todo no estuvo como un loco queriendo bajarse del auto, más bien resistió hasta el final, claro que volví a mi realidad, estoy en la suite del hotel sin dejar de pensar en mi hermano Alejandro, porque no tengo noticias de él, no tengo idea en que problema esta metido, pero lo que es peor que me hizo llegar un pendrive con una información bastante particular de un sujeto llamado Fernando del Valle, en verdad me siento más perdida y es inevitable creer que está en peligro, igual aprovecho para enviarle lo que encontré, listas de cuentas de paraísos fiscales, desfalco de fondos, hasta los balances de una doble contabilidad, sin embargo, en medio de mi labor escucho al guardaespaldas discutir con alguien, obligándome a hacerme cargo de la situación, porque Bruno decidió darse un baño, incluso no entiendo porque tarda tanto, la única respuesta que encuentro es que debe estar hablando por el celular y no quiere ser escuchado, así ahora tengo que soportar a un imbécil que me mira de una forma particular, claro que yo no me intimido fulminándolo con mi mirada al escuchar que me trata con desprecio, hasta que vuelvo a escuchar su voz.
–Bueno Lourdes según la información que tengo eres la asistente de Bruno, por ende, deberías saber dónde encontrarlo, ¿Verdad?
–Yo sé donde está Bruno, la cuestión es que no tengo idea quien eres, así que no puedo ayudarte– replico con mi voz envuelta en sarcasmo.
–Por favor deja de mentirme en la cara, seguro sabes que soy Gonzalo Davalos, otro de los dueños de los hoteles, donde estas trabajando y quien tiene la potestad de echarte a la calle si me da la gana.
–Pues te equivocas Gonzalo, porque quien me contrató fue don Andrés Davalos y es quien puede despedirme, o en tal caso Bruno, pero nunca tú.
–Muchacha pronto se te acabarán los privilegios que crees tener, porque tu hermano es el novio de Teresa, te aseguro que dejarás de ocupar esta suite con solo chasquear mis dedos– explica con una mirada desafiante teniendo su voz llena de malestar.
–¡Mira imbécil! Has lo que quieras hacer, porque a mí no me hace falta vivir en una suite, por más lujosa que sea, yo prefiero vivir en un simple departamento, pero libre de hacer lo que quiero, además no me gano malos ratos con idiotas como tú– replico con mi voz envuelta en rabia hasta que somos interrumpidos por Bruno cuando ingresa a la sala de la suite.
–¡Bravo Lulú! Esa es la forma de poner a este imbécil en su lugar, incluso te aplaudo– afirma Bruno con una sonrisa en sus labios de satisfacción.
–¡Bruno! Apareciste por fin, dejaste de escudarte en las faldas de tu asistente, aunque no voy a negar que la muchacha es ruda, incluso no te hace falta el imbécil que tienes de guardaespaldas, basta con ella para cuidarte, primito– replica Gonzalo dándole una pequeña cachetada a Bruno.
–¡Cállate idiota! Mejor dime ¿A qué has venido? –dice Bruno con una mirada asesina.
–Bruno como no confió en ti para ninguna tarea que te encomienda tu padre, decidí venir a cerciorarme que no arruines nuestros hoteles con tus errores, aunque por esta vez parece que sobreviviremos a ti, ¡Buenas tardes!
–¡Lárgate idiota! Y no vuelvas por aquí, mejor ocúpate de tu vida– grita Bruno con su voz envuelta en malestar mientras se retira Gonzalo.
–No me gusta esta visita de Gonzalo, porque este imbécil no solo vino a fastidiarme, vino por algo en particular, la pregunta es ¿Qué? –repite Bruno quedándose pensativo.
–Bruno olvida a ese imbécil, mejor hablemos de la información que encontré en el pendrive, solo espero poder ayudar a Alejandro con estos reportes, pero me gustaría saber de él, ¿Puedes decirme que está sucediendo con mi hermano?
Gonzalo
¡Rayos! ¿Qué sucedió allí? Esa chica me dejo como un tonto, incluso me sentí incapaz de responderle, no era yo aquel hombre hace un momento delante de ella, me paralice viendo sus ojos color miel, fue como un maleficio que lanzo contra mí, pero lo mejor que puedo hacer es alejarme de ella, olvidarme de Lourdes Montes, porque puede llegar a ser un peligro estar cerca de esa muchacha, me repite mi interior mientras se abren las puertas del ascensor obligándome a ingresar, todavía recordando cada palabra de ella, hasta que suena de nuevo la campana avisando que se abrirán las puertas del elevador, quedándome sin palabras cuando ingresa Leandro y sus matones, para terminar escuchando su voz.
–¡Gonzalo! ¿Te comió la lengua el ratón? ¿Viste un fantasma? –vocifera a mi rostro.
–Leandro aún no se acaba el plazo que me diste para encontrar a la chica, ¿Qué quieres? –replico tragando saliva.
–Creo que la pregunta esta demás, pero sobre todo no sirvo para esperar, porque soy muy impaciente, incluso me enferma, haciéndome tener un mal genio, y la única forma de calmarme es enterrando mi cuchillo en la piel de alguien– explica abriendo su saco para ver el cuchillo.
–¡Leandro! No puedes matarme, por dos cosas, una, hay cámaras de seguridad en cada piso del hotel y la policía te culpará por mi asesinato, la otra, aun no sabes el paradero de Lourdes Montes, y yo te puedo decir donde hallarla.