En la tranquila sala donde reposaba el conde, la entrada de una peligrosa culebra causó alarma entre los presentes.
El secretario Gervasio y el leal guardaespaldas Sir Garrick actuaron con destreza, enfrentándose a la serpiente con valentía.
Con movimientos precisos, lograron neutralizar la amenaza, pero al cortarla en dos, una sorpresa inesperada emergió.
Dos deslumbrantes joyas verdes, como si fueran productos de un encantamiento, se revelaron ante la estupefacción de todos.
El conde Sebastián, con calma y cautela, recogió las joyas con un pañuelo y las depositó en un pequeño cofre, preservando ese inusual tesoro que la serpiente había ocultado en su interior.
—¡Hombres, rápidamente! Necesitamos asegurar esta sala. Han presenciado cómo una serpiente peligrosa entró por las hendi
