〔Manuel〕
En toda la fiesta no le hablé a Ainhoa, no me atreví o tal vez no me sentía en la confianza de hacer nuevos amigos por lo que me quedé con Luz el resto del día. Ella tampoco se sentía en ánimos de hacer algo, por lo que se puso a tomar fotos a los invitados y sobre todo al mar que debo admitir se veía precioso desde aquí.
Cuando nos fuimos, admito que fue un gran alivio porque en realidad Luz y yo no la estábamos pasando bien, aunque para ser sinceros Luz ya está acostumbrada, ella siempre le dice a mi padre que nunca encaja en un lugar. Al llegar a la casa, lo primero que hicimos fue subir a nuestras habitaciones dejando prácticamente a nuestros padres solos. Después ya no nos preguntaron nada, supongo que querían darnos nuestro espacio para adaptarnos, ya que al siguiente día entraríamos a la escuela y lo mejor sería tratar de sobrellevar todo.
Entonces llegó el lunes y mientras me veo frente al espejo con ese horrible uniforme azul con blanco hago muecas y saco la lengua, mientras siento como la tela gruesa me pica. Antes no llevaba uniforme, ahora tengo dos, uno para calor y otro para frío, hasta ahora puedo concluir que el de frío no me gusta.
—¿Listo Manuel? — Escucho la voz de mi padre que muy elegante vistiendo traje entra a mi habitación.
—¿No podemos empezar clases en enero? ¿Debe ser ahora? — Pregunto.
Mi padre se pone en cuclillas para estar a mi altura y me arregla la pequeña corbata.— Sé que es difícil Manu y te entiendo como no tienes idea, el adaptarse a un nuevo país, lugar, comida y acento, se ve difícil pero no es imposible, sin embargo, no estás solo ¿si? Estamos nosotros y tus hermanas, y entre todos nos ayudaremos ¿Sí?
—Sí.
—Ahora baja, que vamos a desayunar y Mateu nos llevará a la escuela.
Tomo mi nueva mochila con los útiles pesados y al bajar las escaleras veo a mis hermanas sentadas en el comedor de la cocina comiendo fruta y cereal con leche. Mi madre está terminando de peinar a Luz, mientras María Julia le lee todos los talleres que ofrece la escuela y en los que pronto tendremos que inscribirnos, yo espero que haya Karate para poder seguir con mi entrenamiento.
—Hay baile, porras, arte, fotografía.
—Tomo ese. —Escucho a Luz.
—Fútbol, gimnasia y Tae kwan do.
—¿No hay karate?— le pregunto mientras me siento en mi lugar a comer cereal.
—Buenos días Manu.— Dice mi madre.
—Lo siento, buenos días.
María niega con la cabeza.— No, no hay karate, pero si Tae Kwan do y jiu-jitsu.
—En esa ya nos inscribió papá.— Dice Luz.— Quiere que aprendamos a patear traseros.
—¡Luz!— Expresa mi padre mientras va entrando.
—Pero tú nos dijiste eso ayer.— Le comenta ella.
—No, es imposible que dicha frase haya salido de mis labios.— Se justifica.
Mi madre se acerca a él y le acomoda el saco.— ¿Patea traseros?
—No sé de qué habla mi amor.
Mi madre le sonríe.—Te ves guapo, extrañaba verte de traje.
—¿Ah sí? Me hubieses dicho antes y lo hubiera usado siempre.— Mi madre le da un beso a mi padre sobre los labios.
—¡Ya Tristán! Por Dios.— Exclama mi hermana María Julia y todos nos reímos.
—Cuando tú tengas a tu pareja y te estes dando besos nosotros también haremos así.
—Jamás me casaré, ni tendré hijos.
—Me alegra que a esta edad pienses así.— Comentó mi padre y luego se sentó a desayunar.
Cuando todos terminamos, mis padres subieron junto con nosotros a la camioneta para que Mateu nos llevara al colegio. Todos íbamos callados menos mis padres que platican sobre algunos cambios qué le haría a la casa. Al llegar los dos bajaron y mi madre como siempre nos dio la bendición antes de alejarse.
—Se portan bien ¿sí? Mateu vendrá por ustedes a la hora de la salida. Luz, haz que tus hermanos estén a tiempo y cuídense mucho. Disfruten.
Mi padre abre los brazos y nosotros vamos hacia él.— Los amo ¿si? Estoy orgulloso de ustedes, de cada uno de ustedes.
—Los queremos.— Murmura Luz en un tono de nerviosismo.
—Nosotros más… ahora vayan, puntualidad española acá.
Nosotros nos alejamos mientras nuestros padres nos ven de lejos. Luz va al lado de María Julia leyendo una hoja que nos dieron para ir a nuestros salones ya que esta vez iremos a uno diferente, no como en esa escuela Montessori donde María Julia y yo íbamos en el mismo pero diferentes grados.
—Bueno este es el de María Julia y tú y yo vamos por este pasillo para el otro, te toca el 208 y a mi el 210.
Volteamos a ver el 201 y María nos abraza.— Y si no le caigo bien a nadie.— Nos dice.
—Les caerás bien, eres la más extrovertida de los tres, tendrás amigos pronto.
—¿tú crees?
Luz asiente.— Ahora ve, nos vemos la rato ¿sí? Y no te presentes como Reina María ¿estamos?
María Julia sonríe y después entra al salón 201 para dejarnos solos a Luz y a mi. De pronto a lo lejos la niña del cabello rizado entra corriendo junto con su hermano mayor, que al parecer llegaron tarde.
—Noa, Noa..— Le dice firme.— Te veo cuatro treinta, después del taller, recuerda que tengo que ir a inscribirme al curso.
—Sí, sí vale… — Contesta y luego los dos se nos quedan viendo.
—Supongo que vas al 210.— Le dice David y Luz asiente tímida.
—Yo voy al 212 te acompaño.
—Yo te acompaño a ti, vamos al mismo… — Me dice la niña y me toma de la mano jalándome por el pasillo sin dejarme despedir de Luz.
Ainhoa me lleva por el pasillo sin pedirme permiso, jalando mi mano mientras mi pesada mochila me impide ir más rápido, yo solo veo su cabello rizado volando en frente de mi y escucho el ruido de las suelas de sus zapatos al caminar, cuando llegamos al 208 ella se para y me ve.
—Este es nuestro salón, el baño está allá y el jardín allá.
—Gracias.— Digo tímido mientras sus bonitos ojos me ven.
—De nada.
Ella entra y yo lo hago detrás de ella. Para mi fortuna los demás niños están en sus cosas y no se percatan que yo llegué. No sé porqué, pero sigo a Ainhoa hasta su lugar y me siento al lado de ella, dejo mi mochila al lado y volteo a ver a mi alrededor.
—¿De dónde eres? — Me pregunta.
—De México.— Contesto.
—¿Está cerca de Ibiza?
—No, tuvimos que viajar casi once horas en avión para llegar acá.
—¡Qué guay! — Contesta.—¿Llegaste en avión privado?
—No, en Iberia.— Respondo y ella sonríe.
—Hablas raro.
—Tú hablas raro.
—Tus hermanas también hablan raro y tu mamá por igual… tu papá habla más raro.
—Es que él es de aquí pero vivió allá mucho tiempo, tiene acentos mezclados. — Justifico.— Aunque, para mí todos, aquí hablan raro.
—No, hablamos español.— Dice inocente y yo me río.
—Yo también hablo español.— Contesto riéndome y ella me sonríe.
—¿Cómo dices que te llamas?
—Manuel, te dije el día de tu fiesta.
—Lo siento, no me acuerdo, pero te juro que jamás se me va a olvidar.
—Espero no olvidar el tuyo… es muy raro.
—Es Ain-noa — Me dice lento. — Sólo que le pones una “h” entre la Ain y el oa… Ainhoa.
—Ainoa— Repito y ella se ríe a carcajadas.— ¿Qué significa?
—La más bonita.— Dice segura.
«Claro que no significa eso, pero se lo voy a pasar» pienso, «Porque en realidad es bonita».
La maestra entra al salón y todos comienza a acomodarse en sus lugares. Yo saco mis útiles y preparo todo cuando Ainhoa me da un papel cuadriculado me sonríe.
—Léelo.— Me murmura.
Lo abro poco a poco y veo su bonita letra hecha con una pluma rosa con brillantinas que huele a fresa y al leer le mensaje sonrío de inmediato.
“Hola Manuel, me agradas ¿quieres ser mi amigo?”
Volteo a verla, sus ojos brillantes me ven atenta y sin pensarlo dos veces asiento con la cabeza. Dando así comienzo a mi amistad con Ainhoa Canarias.