Capítulo 2

1228 Words
Llega el lunes y me despierto sin problema alguno, luego de arreglarme vistiéndome completamente de n***o bajo a comer antes algo de salir, al llegar a la cocina me consigo a mi madre en el celular, y por cómo va tan elegantemente vestida con un traje de pantalón, supongo que el pobre de Steven no puede con tanto abasto. - No te preocupes Stev, ya voy saliendo para allá, yo me encargo – rueda los ojos y suelto una risita mientras tomo algo de jugo, la verdad es que Steven lleva solo dos años trabajando como asistente de mi madre, y aunque él pensaba ya poder seguirle la corriente luego de unos meses, se dio cuenta que mi mamá es difícil de llevar, y es bastante perfeccionista, por lo que luego de los tres meses de prueba en donde el hombre se ganó algo de confianza, empezó a delegarle más cosas, él, rebosante de energía y dicha le dijo que si a todo, el pobre no sabía en lo que se metía - Buenos días cariño – se acerca a darme un beso en la frente cuando le cuelga a Steven, y luego toma sus cosas de la encimera de la cocina – Intentaré llegar temprano, pero no prometo nada, estamos en un caso complicado y Steven está nervioso porque dice que tenemos todas las de perder – ambas rodamos los ojos y yo además suelto una risa. - Déjalo, todavía está aprendiendo, tenle paciencia, me cae bien – me encojo de hombros y me levanto a dejar todo lo que ensucie en el fregadero, para luego recoger mi cabello en una coleta. - Sí, a mí también, bueno bebé, me voy, y tú también, sal ya señorita, vas tarde – ambas salimos de casa y nos despedimos cuando se monta en su auto y arranca, yo voy hacía la cochera, en donde está la preciosa moto negra que mi madre tanto quiere quitarme, pero como dije antes, no podrá. Al llegar al gran edificio en el que ahora estudio noto como varias personas se me quedan viendo, pero no le tomo importancia, desde que ayer en la noche me mentalice justo para ignorar y mandar todos a la mierda. Si bien en el otro instituto los odiaba a todos, nadie me molestaba, pues ya sabían quién era y de que soy capaz, lo complicado acá es que tendré que comenzar desde el inicio para que nadie se venga de listo a querer molestarme. Con el casco en mano y el bolso en el hombre, camino a secretaria, donde me recibe una amable mujer de aproximadamente la edad de mi madre, está parece decente en comparación a la anterior, ok, vamos bien. - Buenos días, soy Kristina Graham, vengo por el horario y los libros – ella teclea con rapidez y mientras escucho el pitido de la impresora ella se agacha un momento, perdiéndose debajo de su mostrador. - Buenos días linda, soy Mary, espero el lugar sea de tu agrado, acá tienes, tu horario, un mapa y en esta hojita tienes tu casillero con su clave – empieza a hablar con rapidez y deja lo que me indico anteriormente en la mano, y una pila de cinco libros está a su lado. – Y acá tienes los libros que necesitas, te recomiendo apurarte a dejarlos en tu casillero, antes que suene el timbre, tienes unos – se estira para ver el reloj a sus espaldas, algo chistoso contando con el hecho que tiene un reloj de pulsera y la pantalla de su computadora está al frente, probablemente en alguna esquina diga la hora. – Cinco minutos, que suerte que tu primera clase este cerca de tu casillero, ten un buen día y suerte. Es tan dulce que no evito sonreírle, agradezco y tomando todas mis cosas hago el recorrido que me toca, ignorando la gente y sus cuchicheos, que sí que tengo el cabello como un fosforo, no es gran cosa. Al llegar al salón de historia, mi primera clase, me toca presentarme y todo el asunto, cosa que hago, y me siento al final, o bueno, todos esos puestos están ocupados, por lo que lo más lejano al pizarrón que puedo es justo al medio, pero al lado de la ventana, suerte. Acaba la clase y afortunadamente no fue un tema que no sepa ya, y viendo que mi siguiente hora está libre, camino al campo que vi desde mi ventana en la clase anterior, me siento en las gradas que están solas, hoy está siendo un día a pedir de boca. - Hola, guapa – Bueno, supongo hable demasiado rápido, un chico de más o menos mi edad, ojos y cabello oscuro me mira con una sonrisa ladeada, lleva una camisa sin mangas y lentamente pasa su mano por su cabello, sí, no me impresionan sus musculitos. - ¿Qué? – pregunto sin ocultar mi desagrado, atrás suyo puedo notar un grupo de unos cuatro tipos más, todos con camisas sin mangas, y viéndonos fijamente. - Quería saber que harás más tarde, ya sabes, quizás podamos ir por ahí – se acerca lentamente hacia mí, hasta que lo freno poniendo mi mano extendida al frente de su rostro, me resulta sumamente molesto que venga a invadir mi espacio personal. - Estaré ocupada, más tarde, mañana y todos los demás días, así que aléjate tú y tu grupo de amigos, lejos de mí, no querrán saber lo que les haré si siguen jodiéndome – sin esperar a más me levanto, tomo mis cosas y decido que un grupo de idiotas no me robaran mi paz, por lo que únicamente subo unas cuantas gradas más y me siento otra vez, desenredando mis audífonos para buscar algo de la tranquilidad que se me escapo. Por el rabillo del ojo veo como musculitos camina hacia sus amigos encogiéndose de hombros mientras los demás ríen, por lo menos agradezco que no fue del tipo insistente, esos si son una verdadera molestia. Pasan los minutos y consigo relajarme nuevamente, solo escuchando alguna canción de R&B y viendo el cielo, todo muy lindo desde acá, claro, eso hasta que una castaña me arranca los audífonos. - Aléjate de mí hombre, perra – definitivamente acá todo se está descontrolando y se creen que pueden intimidar a cualquiera, pero no, se equivocaron de cliché, acá si nos golpeamos con los puños cerrados. Me levanto de un salto con toda la rabia que siento en mi cara, primero, por arrancar mis audífonos, segundo, por quitarme mi tranquilidad, y tercero, que el motivo que las otras dos acciones sea algo tan estúpido como lo es un hombre, cabe acotar que no me he acercado a ninguno desde que llegue, por lo que, además, el motivo es nulo. - No sé quién mierda te crees o quien crees que soy yo, pero vuelves a acercarte a mí y te tendrán que acomodar la nariz ¿estamos? – le quito mis audífonos que seguían en su mano, y aunque no quiere aparentar miedo, da unos pasos atrás. - Y no sé de qué me estás hablando, no me he acercado a ninguno. Así que revísate la vista, le pones un collar a tu dichoso hombre, y ambos se alejan de mi – tomo mis cosas y paso por su lado tropezando su hombro, ya comienza la tercera clase, y la paz que buscaba recolectar para soportar más miradas y murmullos se fue a la basura, estoy de muy mal humor.
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