Los días pasaban y sí no volvía pronto a la Academia, tendría que repetir el año. Era una noticia triste y le gustaba estudiar, pero no significaba que dejaría la mansión o cambiaría sus planes. – Señoritas, la Condesa Mirra. La visita de esa tarde era una mujer muy joven, bastante joven, su rostro era el de una niña. Elizabeth se levantó de prisa – Condesa, es un placer conocerla. – No es necesaria la cortesía, me sentiré mejor si me tutean, alteza – toda su actitud cambió al mirar a la princesa y sus ojos tuvieron que mirar dos veces al notar el cabello plateado y los ojos de un rojo tan vivo – es, es un verdadero honor, todos los rumores que eh escuchado no le hacen justicia, es una mujer tan hermosa. Elizabeth se aclaró la garganta – es muy bonita, como sea, Condesa, en su carta d