ALESSIO
Este sentimiento me hacía sentir más miserable. No podía seguir un minuto más aquí. Me levanté después de soltarla, y me alejé de ella.
—Volveré, lo prometo, madre — murmuré, entre el silencio, sin poder fijar mi mirada en ella de nuevo. Sabía que no iba a tener ninguna respuesta yo suya; aun así, me despedí de ella.
Salí de la habitación cerrando la puerta detrás de mí lentamente. Antes de devolverme por el mismo camino, me dirigí a mi dormitorio, para ir por unas cosas que necesitaré el tiempo que este fuera.
Después de conseguir lo que quería, camine de vuelta a las escaleras para salir finalmente de la mansión.
—¿A dónde crees que vas? —su voz retumbó en la estancia antes de que llegara a la puerta. No me gire, pero si me detuve —Te estoy hablando, niño malcriado. —demando en su tono duro que siempre ejercía hacia mí cuando estaba furioso.
No quería verlo, y mucho menos quería dirigirle la palabra, pero no tenía otra opción que encararlo, puesto que lo único que lograría sería cabrearlo más e iría detrás de mí como si fuera un mocoso como pensaba él que era.
—¿Ya se te paso el berrinche? —de nuevo verbalizo, dando por hecho que lo mío era una rabieta de niño—Ni tú hermana me da tantos dolores de cabeza cómo tú lo estás haciendo ahora.
Fijo mis ojos en él. A pesar de que era unos centímetros más alto que yo, con esa complexión ancha de hombros y pecho, nunca me sentí intimidado. Aunque siempre mostró la postura del mafioso más peligroso y temido de toda Europa, yo lo miraba primero como mi padre antes que eso.
—Deja de llamarme de ese modo, ya no soy un puto mocoso — mascullé.
—¡Cuida tu puta boca cuando te dirijas hacia mí! —bramo con un gruñido que casi hizo que la mansión se sacudiera.
Alce más la cabeza, lo desafíe con la mirada. Ninguno de los dos retiraba sus ojos, era una batalla.
—Entonces no me vuelvas a tratar como un mocoso. Ya soy un adulto, aunque te cueste creerlo.
—Pues entonces compórtate como uno y deja de joderme las putas pelotas, Alessio.
—Entonces tú deja de meterte en mi vida. Cómo te lo había dicho antes, ya soy lo suficientemente mayor para hacerme cargo de mis decisiones y de mis errores, no te necesito para cagarla más.
—Alessio... —dijo entre dientes, mientras apretaba su mandíbula, controlándose para no echarse encima de mí y callarme.
No iba a dejar que usará mano dura conmigo, ya no era ese niño que él suponía.
—Si ya no tienes nada para tirar en contra mía, me largo —dije, retrocedo dos pasos, pero de nuevo me detuvo cuando habló.
—No saldrás de aquí, Alessio, no te irás —demando áspero —Obedecerás a tu líder, porque no solamente soy tu padre.
Con mi mirada lo reté antes de decírselo en la cara.
—¿Quieres ver cómo te desobedezco? —sonreí, y eso lo cabreó más. Sí, sé que no quería esto, pero él me provocó —Pruébame, padre.
—Me estás desafiando a mí, jodidamente —gritó enfurecido —Con un demonio ¡Alessio! —dijo eso último en bramidos cuando lo deje allí parado y comencé a caminar para salir de la mansión.
Ya no tenía más que discutir con él. De todas maneras, aunque se opusiera, no iba a conseguir que me quedará.
Mi madre era la única persona que lo controlaba, pero ella no estaba ahora aquí en este momento. Eso también me hace seguir molesto con él. Mi padre también tenía culpa de eso como su hijo favorito.
—Alessio, ¿a dónde vas? —me detuve cuando escuché la voz de Antonella a mis espaldas.
—Lejos de este maldito lugar —le respondí, sobre mi hombro —Vuelve adentro.
No quería desquitarme contra ella, pero el coraje estaba a flote y no podía controlarlo. Lo mejor era apartarla de mí en este momento.
—Habla conmigo, mamá hubiera querido eso. —su voz suena extraña, algo no común en ella.
—Que vas a saber lo que quiere mamá. Ella está allá —señalo hacia la casa —en aquella jodida cama inconsciente y sin poder saber que su puto mundo se está cayendo en su alrededor —solté furioso.
Anto abrió sus ojos con asombro, después su mirada se mostró decaída, esto era una cosa extraña viniendo de ella. Nunca le gustó que la vieran vulnerable, aunque conmigo ella era diferente. La conocía perfectamente y ella lo sabía, por eso se mostraba como tal a lado mío.
—Lo siento —me disculpe en cuanto note que la cague —No debí haberla agarrado contra ti —me acerque a ella, toque su cabeza y despeine un poco su cabello rubio, que llevaba suelta.
Se apartó para que no continuará haciendo eso mientras me miraba con sus ojos grises azulados. Cada vez que la veía, se parecía un poco más a nuestra madre, su viva imagen por fuera, aunque por dentro lleva más de mi padre.
Temía pensar en qué tipo de problemas causaría una vez que creciera más, pues ella tenía un poco de todos nosotros, y eso daba para preocuparse.
—Mamá despertará en cualquier momento, no puedes irte Ale. Ella preguntará por ti, ¿qué le voy a decir?
—Mocosa —respire hondo antes de soltarlo lo siguiente —Debes estar preparada para lo que vaya a venir, no sabemos si ella volverá a abrir sus ojos, sabes lo que han dicho los médicos. No debemos hacernos ilusiones.
—Todos esos médicos se pueden ir al demonio, mamá despertará y estará con nosotros de nuevo. Ella es fuerte, es una Mancini también y no se deja vencer fácilmente.
La tenacidad de Antonella me enorgullecía, más a mis padres. Sin embargo, también me daba temor que ella sufriera, esperando un resultado que ni los médicos tenían seguro.
Sé que me necesitaba, pero también tenía que hacer lo que tenía planeado ya. No solo por mí, sino por ellas, esa era la razón.
—Debo irme —me moví para girarme, pero Anto me tomó del brazo.
—No te vayas, quédate conmigo, te necesito —sus ojos suplicaban, incluso ni así iba a hacer que me quedará.
—Mocosa, lo siento, tengo que hacer esto.
—No sé que es más importante que tu familia —cruzo sus brazos ofendida —Vete, déjame sola con esto, vete a tus jodidas carreras. Demuestra que no te importa mamá, demuéstrale a nuestro padre que tiene la razón cuando te llama niño malcriado —antes de que le respondiera se alejó, dejándome con la frase en la boca.
Esto que haré es por ella.