Ms. Harden, luego de haber descansado, se resguardó en su silla de oficina. El lugar donde pasaba la mayoría del tiempo era una obra maestra de diseño y lujo. Las paredes estaban revestidas de paneles de madera oscura, que emanaban calidez y elegancia. Grandes estantes albergaban una impresionante colección de libros que abarcaban desde temas de negocios y finanzas hasta obras literarias clásicas. El conocimiento y el arte coexistían en perfecta armonía en su sitio más privado, en el que solo tenía permiso de entrar Christine y una sola empleada, para hacer el aseo y la limpieza correspondiente. El escritorio era el epicentro de sus actividades laborales. Una extensa superficie de cuero oscuro se extendía frente a ella, flanqueada por dos lámparas que proyectaban una luz suave y dorada so